El tenebrismo supuso para los occidentales una representación del estado anímico del hombre que empezaba a adentrarse en la modernidad.
Caravaggio, Zurbarán, etc. ejemplifican la naturaleza de esta corriente en la que los contrastes entre la luz y las sombras representan la densa lucha entre el bien y el mal, la belleza y la fealdad. En oriente, la oscuridad es también un latido de la belleza.
Mi relectura de la semana (13(03/2010).
En "El cuento de un hombre ciego", del japonés Junichiro Tanizaqui (Siruela, 2010, trad. Ángel Crespo), la sombra sirve para significar una íntima y honda concepción de la belleza y de la pasión amorosa. El autor, que como Ryonosuke Akutagawa y Mishima, entre otros, se sentía atraído por la modernidad y el simbolismo europeos, trató de «trascender la verdadera naturaleza del contraste», para alcanzar «la íntima asunción de quien lo vive y hasta su fragilidad», como dice Ana de la Robla en su magnífica reseña de "La llave", obra maestra de Tanizaki.
En "El cuento de un hombre ciego" la guerra entre samurais, sus protagonistas y sus pasiones son percibidas a través del tacto, los sonidos y los olores por el narrador, ese masajista ciego al servicio de una bella dama de la cual está secretamente enamorado y por la cual acabará, pobre, cumpliendo su oficio entre viajeros y peregrinos, en la frontera de su vida y su muerte sostenido por el sutil hilo de la memoria. La ceguera del narrador se comporta como la tinta china en las acuarelas orientales y a través de ella se dibuja un paisaje de penumbras por donde los hombres y las mujeres se enfrentan entre sí y a sí mismos, sujetos a la servidumbre de sus códigos y de sus deseos. De aquí que Yaichi, el relator ciego del cuento, diga casi al final de la historia como inútil constatación: «En resumen, [Hideyoshi, el victorioso señor] debió de tener el mismo sentimiento que me invadió en medio de las llamas: puede que los más grandes héroes, en el fondo de su corazón, no se diferencien de nosotros, los hombres comunes.»
Vídeo: casa de junichiro Tanizaki, escritor. En Kobe, casa del escritor de "El elogio de la sombra", Ensayo sobre la estetica japonesa y las sombras.
Caravaggio, Zurbarán, etc. ejemplifican la naturaleza de esta corriente en la que los contrastes entre la luz y las sombras representan la densa lucha entre el bien y el mal, la belleza y la fealdad. En oriente, la oscuridad es también un latido de la belleza.
Mi relectura de la semana (13(03/2010).
En "El cuento de un hombre ciego", del japonés Junichiro Tanizaqui (Siruela, 2010, trad. Ángel Crespo), la sombra sirve para significar una íntima y honda concepción de la belleza y de la pasión amorosa. El autor, que como Ryonosuke Akutagawa y Mishima, entre otros, se sentía atraído por la modernidad y el simbolismo europeos, trató de «trascender la verdadera naturaleza del contraste», para alcanzar «la íntima asunción de quien lo vive y hasta su fragilidad», como dice Ana de la Robla en su magnífica reseña de "La llave", obra maestra de Tanizaki.
En "El cuento de un hombre ciego" la guerra entre samurais, sus protagonistas y sus pasiones son percibidas a través del tacto, los sonidos y los olores por el narrador, ese masajista ciego al servicio de una bella dama de la cual está secretamente enamorado y por la cual acabará, pobre, cumpliendo su oficio entre viajeros y peregrinos, en la frontera de su vida y su muerte sostenido por el sutil hilo de la memoria. La ceguera del narrador se comporta como la tinta china en las acuarelas orientales y a través de ella se dibuja un paisaje de penumbras por donde los hombres y las mujeres se enfrentan entre sí y a sí mismos, sujetos a la servidumbre de sus códigos y de sus deseos. De aquí que Yaichi, el relator ciego del cuento, diga casi al final de la historia como inútil constatación: «En resumen, [Hideyoshi, el victorioso señor] debió de tener el mismo sentimiento que me invadió en medio de las llamas: puede que los más grandes héroes, en el fondo de su corazón, no se diferencien de nosotros, los hombres comunes.»
Vídeo: casa de junichiro Tanizaki, escritor. En Kobe, casa del escritor de "El elogio de la sombra", Ensayo sobre la estetica japonesa y las sombras.
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