viernes, 18 de diciembre de 2015

"París 2041" de Ezequiel Szafir.

el Periódico nos presenta una novela que puede contribuir a un diálogo con la Houllebecq.


Ezequiel Szafir visita el futuro en 'París 2041'
El autor recurrre al pasado europeo en su novela de aires orwellianos.
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Ediciones B publica mañana 'París 2041' de Ezequiel Szafir, vicepresidente de Amazon Europa.
EVA CANTÓN / PARÍS
MIÉRCOLES, 6 DE MAYO DEL 2015.
Al vicepresidente de Amazon Europa parece que se le da bien rentabilizar el tiempo. De la conversación con un taxista en París ha extraído una novela de casi 400 páginas que plantea un futuro con aroma de pasado en el que ahora los que viven en guetos, en vez de judíos, son musulmanes. Ezequiel Szafir (Buenos Aires, 1971) describe enParís 2041 (Ediciones B) el manual de uso de cualquiera de las dictaduras que en el mundo han sido. De aires orwellianos, los drones sobrevuelan las calles en las que el lector tropieza con neonazis, francotiradores y miembros de la Resistencia hasta que llega el momento de la liberación (otra vez) de París. Mientras pasea bajo un sol generoso por el barrio que en tiempos de Zola habitaban los obreros y en el que ahora la población argelina se mezcla con el París más bobo (bohemio burgués), Szafir repasa los escenarios de la novela. También sus símbolos.
La Zona Libre
Como el del canal del Ourcq, que permite a uno de los personajes deParís 2041 una perfecta huída. «La vida alrededor del canal tiene el simbolismo del agua, es integrador. Pero la dictadura lo transforma en un lugar sin vida. Desaparecen los barcos y de los puentes cuelgan carteles como eslóganes, para que la sociedad no cuestione nada», dice el escritor. Es en esa frontera marcada por la presencia del agua donde los protagonistas se adentran en el gueto, en la llamada Zona Libre, a la que se accede con una tarjeta codificada. Marca también un «juego de ida y vuelta», una separación entre «ellos y nosotros», un espacio del que desaparecen los móviles y se regresa al mundo de los libros en papel, un guiño nostálgico. «Intento recuperar el romanticismo de la vida que hemos perdido. Lo que el Gobierno hace como método de presión, acaba siendo una bendición. Cuando la madre de uno de los personajes, Farida, se desespera, le tiene que enviar una carta». Y es el lugar en el que se erige un muro que para Szafir es mucho más que una metáfora. «Estar dentro y fuera del muro es parte de la narrativa social europea de los últimos mil años. El invento del muro no es de Berlín». Es como si Szafir usara el proceso de escritura para pensar, cargado de una sensibilidad social que supera la literaria. «Desde fuera Europa se ve como un continente que considera obvia la democracia y la paz. Pero cualquiera se da cuenta de que la paz es una excepción en la historia europea y la democracia algo totalmente nuevo para los europeos, no una tradición milenaria». Juega también con la idea de que la Historia, con mayúsculas, puede repetirse y se hizo el siguiente planteamiento: «Si puedo escribir el futuro repitiendo el pasado, es que algo anda mal».
Un futuro que arranca en 1935
Y puede que sea así, reflexiona el autor argentino afincado en Luxemburgo. «El futuro que he escrito arranca en 1935. En lugar de quemar sinagogas en la noche de los cristales rotos, quemo mezquitas. Y la reacción del Gobierno para proteger a los musulmanes es colocarlos en un gueto. Todo eso sucede de forma tan coherente en la novela que asusta, porque no tengo que inventar nada. Es repetir la historia en la Europa moderna, agregando drones y libros electrónicos». ¿Revivir el pasado llevándolo al futuro para mejorar el presente?. Puede. En todo caso, el directivo de Amazon cree que su generación tiene la obligación de rendir homenaje a quienes lucharon para que hoy podamos gozar de una libertad antes impensable. «Yo no sé si la democracia es más frágil de lo que creemos. En todo caso no se habla de ello. Se da por sentado que somos demócratas. Y cuando la gente puede votar a Le Pen sin cargo de conciencia es que tan demócratas no somos», dice.
El paseo de Szafir prosigue por el canal hasta llegar al café con la fachada pintada de azul en el que escribió varios de los capítulos de una novela armada en bares, hoteles, aviones y en casi todas las ciudades europeas. «Es una cuestión de disciplina», recuerda después de hablar de su peculiar relación con los personajes. «A veces los protagonistas hacen algo que no quiero que hagan o dicen lo que no quiero que digan y me enojo muchísimo, porque me da vergüenza que digan ciertas barbaridades, pero no puedo cambiarlo porque el lector huele las mentiras en el personaje, que llega a cobrar vida propia». Pero enseguida se reconcilia con ellos y el también periodista esboza otra teoría. «Lo que tiene de bueno la ficción -y que no tiene el periodismo- es que no tienes que pedir ni permiso ni perdón. Te puedes divertir poniéndole a un hijo de puta el nombre de Cousteau o meter frases de Perón en el texto».
Generar debate

Tras la novela histórica Marina de Buenos Aires (2004), Szafir espera de su ficción parisina que no pase desapercibida para el lector. «Sería para mí una pesadilla». «El éxito de la novela sería generar debate. La conclusión que saque el lector me da igual. Se trata de que genere más preguntas que respuestas. Eso una obviedad porque no hay respuestas». Y después de Francia, le toca el turno a España, escenario de su próximo relato. «España también tiene cuentas pendientes consigo misma y es una sociedad sin resolver, como muchas. Pero, como inmigrante en España, --soy sudamericano, argentino y judío-- me he sentido terriblemente cómodo en todo momento. Meterme con España me cuesta un poquito. Con Francia es más fácil», bromea.

     Las lecturas deberían contribuir al diálogo y a la reflexión, más interesante es cuando cumplen esta misión en diálogo consigo mismas. Esto lo preveíamos cuando nos leímos Sumisión de Michel Houllebecq y ahora lo podemos confirmar. En la obra de Houllebecq sucedía que en un a Francia futura ganaban las elecciones la representación política de la creciente población islámica, encargándose, ese gobierno musulmán, de forma prioritaria de la educación con la consiguiente segregación de sexos. La presentación de Sumisión se tuvo que postergar por coincidir con los atentados de París de noviembre de 2015, pero lo leímos y realizamos la reseña junto con una entrevista a Houllebecq realizada por El País. En la ficción histórica de Szafir el triunfo electoral no es de los musulmanes sino que el miedo a ese triunfo hace que la ultraderecha racista gane las elecciones y aplique una política de protección de las minorías internándolas en campos de concentración cercados en pleno París. Ante ese hecho se organiza una resistencia francesa, musulmana y judía con colaboracionistas de otras procedencias.
      La ambientación parisina de la novela y el clima de ocupación nos provoca una sensación de Segunda Guerra Mundial, aunque plagada de drones y lectores de cuerpo e irirs, el riesgo y la lucha hacen que la acción no decaiga y el hambre de lectura crezca. Los sentimientos de las historias personales, dentro de la gran historia de la guerra de resistencia, nos introduce en historias de amor en varias forma: sexual, amistad, filial... por lo que no se descuida los sentimientos en pos de la narración política. Pero el grueso de la obra es de marcada intención política y de un tono de advertencia y alarma ante el desprecio por las minorías y los derechos más elementales como ocurrió en otra época.
       Esta lectura nos ofrece una novela de guerra y espionaje al tiempo que nos invita a una reflexión política que por ser urgente no debe caer en apresuramientos, en diálogo potencialmente constructivo con la cisión complementaria de Houllebecq. 

"Del color de la leche" de Nell Leyson.

Del color de la leche - Nell Leyshon          La tertulia amiga, por boca de Covadonga, nos propone esta novela agradable de leer, pero que no renuncia al endurecimiento progresivo, ni a la tragedia, en mi opinión, innecesaria pero que algunos considerarán que aporta un interés extra a la obra. No sólo es corta sino que su lectura es muy agradecida a pesar de que el personaje de  la narradora-escritora, perfectamente justificado e integrado en la novela, acaba de aprender a leer y a escribir y no está ducha en el uso de las mayúsculas, pero por otra parte, nos ofrece la ventaja de utilizar un vocabulario preciso y economizar los recursos narrativos, así como la información ofrecida.
          El interés por su lectura se ve avalado por la decissión de los libreros de Madrid de recomendarla como mejor ñovela del 2014. Esta noticia la  publica El País junto con una larga entrevista a la autora.
    Las desigualdades económicas conllevan desigualdades culturales, incluso afectivas, pero eso no sólo no exime a nadie de responsabilidad, es más, puede que el poderío económico, cultural y afectivo funcione en forma de agravante en el ejercicio de la libertad y las mayores posibilidades de elección, y la mayor consciencia de las consecuencias de éstas, supongan una mayor responsabilidad sobre sí mismo y sobre los demás. La bondad social de las acciones pueden ocultar la hipocresía del dominio, control y utilización de los demás. El débil no sólo es explotado económicamente sino que se anula como persona por el interés del poderoso que intenta justificarse con una educación de la que sólo fructifica en el relato que leemos. La inteligencia se ve limitada a tomar consciencia de que algo no está bien, que quién no asume sus actos no está actuando bien. Lástima que esta inteligencia no tenga capacidad de acción que no sea tenida en cuenta como interlocutora válida capaz de construir al otro al tiempo que construye su historia.
           No disfruté la conclusión tácita a la que nos aboca el relato: la belleza tiene un precio que es el dolor, sin ese dolor la historia no la valoraríamos de la misma forma. Prejuicio cristiano que impregna toda la obra y que culmina con la violencia y su castigo. No creo que contribuya al enriquecimiento de la obra, ni que sea necesario el desenlace extraordinario para mantener su interés. No parece en concordancia con el tono sencillo del relato una conclusión tan efectista. Esta discordancia no parece contribuir a la empatía con el personaje y es como un grito que rompe las armonías, minúsculas, del resto del relato.


En paperblog.com nos presenta la obra con este comentario.

Del color de la leche - Nell Leyshon

Publicado el 16 diciembre 2013 por Rusta @RustaDevoradora

Edición: Sexto Piso, 2013Páginas: 176ISBN:9788415601340Precio: 16 €
Del color de la leche - Nell LeyshonDel color de la leche - Nell Leyshona veces tener memoria es una buena cosa, porque ahí está la historia de tu vida y sin ella no habría nada, pero otras veces tu memoria guarda cosas que preferirías no volver a saber nunca y, por mucho que intentes quitártelas de la cabeza, siempre vuelven. Pág.140.

Son muy pocos los libros que se pueden describir como «especiales». No (solo) me refiero a su calado, a su capacidad para convertirse en inolvidables para el lector, sino que hablo de aspectos más objetivos que permitan considerarlo una obra singular. Creo que Del color de la leche, la primera novela traducida al castellano de la dramaturga inglesa Nell Leyshon, encaja en esta definición por un motivo concreto: está narrada por una joven campesina que acaba de aprender a escribir. En la literatura histórica hay muchos personajes parecidos, pero pocas veces se presta atención a su condición de iletrados. En este caso, la escasez de conocimientos de la protagonista en materia de letras se plasma en una escritura sin mayúsculas y con una puntuación particular que prescinde de los guiones del diálogo. Lejos de dificultar la lectura, estos rasgos la convierten en una voz muy poética e íntima, con una cadencia hermosa en el uso del polisíndeton y el punto y aparte. Tal vez se puede cuestionar hasta qué punto resulta verosímil que una chica como ella sepa utilizar determinadas palabras —aunque para eso sería necesario consultar la versión original—, pero, en cualquier caso, se trata de un recurso justificado y bien empleado.La protagonista se llama Mary, tiene quince años, su pelo es del color de la leche y escribe este libro porque quiere contar algo que le ocurrió. Un año antes, en 1830, ella trabajaba de sol a sol en la granja de su familia, bajo las órdenes de un padre tirano frustrado por no haber tenido hijos varones. En aquella época, los días de Mary se regían por el ciclo de la naturaleza, los cambios en la luz del sol, las etapas de la cosecha; una recreación del ambiente rural decimonónico muy lograda. Sin embargo, su futuro dio un giro de ciento ochenta grados cuando empezó a trabajar en casa del vicario para cuidar de su esposa, que se encontraba enferma. Mary pasó de granjera a criada y, además, allí le enseñaron a leer y a escribir. No obstante, lo que parecía un paso adelante para mejorar su situación también le trajo graves consecuencias.En general, Del color de la leche es una aproximación puramente literaria a un tema que normalmente se trata en la novela histórica: las condiciones de vida de la clase humilde en el siglo XIX. Hace poco se publicó El último refugio, de Tracy Chevalier, que también relata las vivencias de una granjera en aquella época. Sin embargo, Leyshon no se conforma con contar una historia, unos hechos, una trama; su mayor baza recae en la forma, en esa lograda primera persona de Mary que hace de este libro una pieza única e inconfundible. Se produce un delicioso contraste entre la candidez de la narración de Mary —la transmite por su falta de práctica al escribir y su voluntad de contarlo todo— y la fuerte personalidad que demuestra en sus acciones. Es una chica aplicada, acostumbrada al exigente trabajo del campo; pero, a la vez, tiene la lengua afilada, le gusta parlotear y sabe ganarse a los demás. Posee esa inteligencia propia de las personas sin estudios, una inteligencia práctica y útil para los quehaceres diarios que la gente cultivada tiende a menospreciar. Durante la mayor parte de la novela, la historia transcurre de forma lógica, con una evolución interesante de la protagonista y unos secundarios bien trazados que funcionan en sus contadas apariciones (las hermanas, el abuelo, la esposa y el hijo del vicario, la otra criada). Del color de la leche es una novelabreve pero concentrada, con cada página aprovechada al máximo, por lo que resulta conveniente leerla despacio para apreciar mejor sus matices. Esta obra no solo tiene valor por lo que cuenta abiertamente sino por lo que deja entrever entre líneas, como el temple de Mary. En mi opinión, lo mejor de este libro es ella, su narradora, una chica que no se hunde en la autocompasión y sale adelante con buen humor.Por eso mismo me chirría tanto el último tramo: la autora ha cometido el error de caer en el dramatismo fácilcon un giro argumental tratado con demasiada precipitación que no me parece coherente con lo que había mostrado del carácter de Mary hasta entonces. No hay que confundir esta crítica con el deseo de que tuviera un final feliz, puesto que estoy acostumbrada a leer historias tristes y las prefiero al manido happy-ending. El problema está en el desenlace fijado aquí, la elección específica de Leyshon. Entiendo que ha querido darle un sentido simbólico(el uso de lo que le enseña quien le hace daño como arma para liberarse de ello, el contraste entre el color del pelo y la sangre), pero existen alternativas para alcanzar ese mismo objetivo de una forma más sutil. Es una lástima que una novela que había demostrado tanta personalidad la pierda en apenas cuarenta páginas por utilizar un recurso tan visto y tan incongruente con lo que había narrado antes. Incluso comete trampas innecesarias, como el detalle de la ventana.
Del color de la leche podría haber sido una buena novela, una muy buena novela. Tiene estilo propio, una protagonista encantadora y una ambientación cuidada al máximo. ¿Lo pierde todo por un mal final? No, supongo que no, pero le ha faltado la guinda del pastel para ser una historia redonda (entendamos por «guinda del pastel» el hecho de estrujarse más los sesos para buscar una solución que no caiga en la tragedia fácil). Con todo, aprecio el trabajo de Leyshon para ofrecer un libro diferente de lo común; nunca había encontrado una voz como la de Mary y la experiencia de leerla poco a poco, disfrutando de las particularidades de la prosa, me ha resultado muy gratificante.

jueves, 17 de diciembre de 2015

"Sumisión" de Michel Houllebecq.

Babelia sección de literatura de El País publicó el 23 de abril de 2015 esta entrevista a Houlloebecq. Larga pero interesante porque nos explica el próximo libro de la tertulia. 

La acabo de leer, tras haber finalizado el libro y me resultó curiosa por dos motivos. Por reforzar algunas de las ideas que aparecen en el libro y plantearme unas suposiciones sobre el autor que confirmo en la entrevista. Pero también es enriquecedora porque ilumina algunas escenas y aspectos del libro que menosprecié en su lectura y son muy reveladores. Lo que no hay duda es que ofrece las claves para un debate muy interesante y, aunque sea urgente, requiere de una reflexión a la que esta entrevista contribuye.
      Otra contribución interesante por complementaria es la novela París 2041 de Ezequiel Szafir. Esperamos presentarla como sugerencia en forma de entrada de este blog, aunque su lectura está por realizar.


EN PORTADA
Michel Houellebecq: “La élite está asesinando a Francia”
Michel Houellebecq tiene escolta oficial. Después del atentado contraCharlie Hebdo el pasado 7 de enero, el Gobierno francés prefiere no arriesgarse: como otras personalidades locales, el autor dePlataforma va ahora a todas partes flanqueado por dos policías de civil. Bromea con ellos y parece cómodo con la situación. Aunque no deja de resultar algo irreal entrevistarlo en esta brasserie de Saint-Germain, bebiendo vino blanco, mientras Houellebecq (Saint Pierre, Isla Reunión, 1958) habla con entusiasmo de los cuentos de Borges y sus custodios echan discretos vistazos a los edificios cercanos en busca de francotiradores.
Parece una escena de una mala película, pero es sólo uno más en la sucesión de malentendidos que han rodeado la publicación de Sumisión (Anagrama). En la actualidad, Houellebecq es tan importante en su país que el primer ministro habla de su nuevo libro como si fuera un asunto de Estado; un efecto colateral es que nadie lo toma como una novela. Se lo compara con El suicidio francés, de Éric Zemmour, o El gran reemplazo, de Renaud Camus, best sellers estridentes que machacan dos ideas obsesivas: el Occidente judeocristiano está en retirada, los bárbaros musulmanes se aprestan a tomar el poder.
No se trata de negar la dimensión social de Sumisión, que pinta una Francia al borde de la guerra civil. En esta fábula política el conflicto se resuelve con el triunfo electoral de Mohammed Ben Abbes,candidato de la imaginaria Fraternidad Musulmana, y la conversión de Francia en Estado islámico, pero el libro está lejos de presentar el hecho como un desastre. Al contrario: para el protagonista, solitario profesor experto en el escritor decadente Joris-Karl Huysmans, lo urgente es encontrar una fe. “¿Cuánto tiempo puede una sociedad subsistir sin una religión cualquiera?”, se leía ya en Las partículas elementales (1998). Ahora el adjetivo “cualquiera” resulta sugerente: si ya no es posible ser cristiano, ¿por qué no abrazar otra religión más vigorosa?
PREGUNTA. Sumisión es una sorpresa para sus lectores. Aunque la inquietud religiosa aparece en todo lo que ha escrito, es la primera vez que describe a un personaje que busca una fe y que, además, la encuentra. ¿Cómo se le ocurrió esta historia?
RESPUESTA. Jugó un papel el hecho de que mi protagonista, François, sea un profesor experto en Huysmans; en su obra, esa búsqueda que menciona juega un papel crucial. Huysmans tiene novelas enteras dedicadas a su relación con el catolicismo. Ahí tenemos el caso de una conversión religiosa relatada en la ficción.
P. ¿Es usted creyente?
R. Tiendo a creer cuando voy a misa; pero apenas salgo, se me pasa. Así que ahora lo evito, porque el bajón es desagradable. Pero la misa en sí misma es muy convincente; es una de las cosas más perfectas que conozco. Y mejor todavía son los entierros, porque ahí se habla mucho de la supervivencia después de la muerte, y con una apariencia de convicción total. La verdad es que mi ateísmo no salió indemne de la muerte de mis padres y de mi perro Clément.
P. Pero entonces, ¿todo es cuestión de querer creer?
R. Pues sí. Porque, en realidad, la razón no se opone a la fe de una manera tan clara. Si nos fijamos en la comunidad científica, los ateos se cuentan sobre todo entre los biólogos. Los astrónomos, en cambio, son cristianos sin mayor dificultad. Esto tiene una explicación, y es que el universo está bien organizado. Cuando se trata de seres vivos, la cosa es más dudosa. Los seres vivos no están bien organizados, y son un poco repugnantes. Un matemático no tiene mayor dificultad para creer en Dios; al contrario, trabajar con ecuaciones pega bien con la idea de un orden, y por ende un creador de orden.
El islam siempre evitó pronunciarse sobre cuestiones como si la Tierra giraba alrededor del Sol. No había nada en juego en ello”
P. De todos modos, su cristianismo es selectivo. Le interesa la vida eterna, pero no tanto, digamos, el perdón o la caridad.
R. Sí, eso me importa menos. Pero san Pablo lo di


ce con toda claridad: si Cristo no resucitó, nuestra fe es vana. Así que Cristo, mal que mal, vino por eso. Para prometernos que la muerte había sido vencida. La caridad, bueno, no es algo específico del cristianismo. Y en cuanto al perdón de los pecados, es algo que le importa más a los protestantes. Antes, en el catolicismo, el perdón de los pecados era algo casi automático. Ego te absolvo, y ya está.
P. Su protagonista, François, afirma que tampoco hay oposición entre la ciencia y la fe musulmana.
R. Yo diría incluso menos. El islam siempre evitó pronunciarse acerca de cuestiones del tipo de: “¿Gira la Tierra alrededor del Sol?”. Evitó meterse en dificultades que el catolicismo, por su parte, podría haber evitado. No había nada en juego para la fe cristiana en el hecho de que la Tierra gire en torno al Sol.
P. François tiene otro argumento a favor del islam: dice que es la única religión que acepta el mundo tal como es.
R. Es que es un muy buen argumento. Incluso los yihadistas, que no aceptan el orden político del mundo, aceptan el mundo natural tal como es. Si lees a Darwin te das cuenta de que, en el fondo, lo que lo aleja de Dios —porque Darwin no creía en Dios, aunque haya fingido lo contrario— son las consideraciones morales. Por ejemplo, en una carta analiza el ciclo de vida de no recuerdo qué parásito que vive dentro del ojo, y exclama: ¡No, un Dios de bondad no puede ser el autor de este mundo! Podemos arriesgar un teorema: cuanto más se observa a los ácaros, más disminuye la fe en Dios. En mi caso, desgraciadamente, estudié biología, así que empecé con mal pie.
P. François busca a Dios a través de ciertas figuras femeninas. Hay dos momentos clave: primero, cuando François pierde a su amante, y después, cuando entra a la iglesia de Rocamadour y parece a punto de recuperar la fe, pero fracasa. La pérdida de su amor y la pérdida de la fe representan una misma clausura en su vida.
R. Es muy cierto, esos son los dos momentos clave. Mas en general, te diría que la construcción de este libro es bastante simple: pongo en escena a este personaje y progresivamente le quito todo. Empiezo por lo más grave, le quito el amor. Después, y ya es menos importante, le quito a sus padres. Después, en esa escena en la iglesia de Rocamadour, le quito la posibilidad de creer en Dios. Y para terminar le quito su relación con Huysmans, que califico como la más antigua de su vida. Porque es verdad —y yo lo sé por haber dedicado todo un libro a Lovecraft— que escribir de manera profunda acerca de un escritor significa, en la práctica, privarse de releerlo. Pasado cierto punto, no puedes más. Así que a este pobre personaje yo le quito todo, hasta que sólo le queda convertirse.
P. En su libro, una vez que el régimen islámico se instala en Francia, las mujeres adoptan el velo, dejan de trabajar y se dedican a la familia. ¿No hay en esto algo de expresión de los deseos del protagonista? Después de todo, perdió a su chica porque era demasiado independiente.
El escritor Michel Houellebecq. / PHILIPPE MATSAS
R. Sí, él personalmente no tiene motivo para solidarizarse con el régimen laico. La solución que le proponen, mal que bien, funciona.
P. Como dice al final: “No tendré nada que lamentar”.
R. Esa frase puede entenderse como usted dice, pero también al revés: tendrá mucho que lamentar. Haber perdido a Myriam, para empezar. Y también haber perdido a la Virgen de Rocamadour. Aunque cueste creerlo, mi proyecto inicial era que él se convirtiera al catolicismo. Lo cual habría dado lugar a un libro bastante gracioso; mi personaje se habría convertido a un catolicismo que ha cambiado mucho desde la época de Huysmans. Un catolicismo, por decirlo de algún modo, un poco bobo.
P. ¿Y por qué no lo escribió?
R. Porque no pude. A ver: supongamos que la Virgen de Rocamadour hubiera funcionado, que François hubiera recuperado la fe. Después de eso, yo ¿cómo sigo mi libro? (ríe). En cambio, enSumisión no hay verdaderos creyentes, ni cristianos ni musulmanes. Incluso para Ben Abbes se trata de una opción política. Esto ya estaba a mi alcance.
P. Ben Abbes aparece como un salvador, en un momento en que el sistema político ya no funciona…
R. Esa parte es real. Viví 10 años fuera de Francia, y cuando volví me impresionó el desprecio total de los franceses por sus élites dirigentes y mediáticas. Quizá el periodismo sea la única profesión más despreciada que la de los políticos. Hay que decir que la situación es relativamente alucinante. Ya en 2012, Hollande fue elegido presidente, a pesar de que Francia se había volcado a la derecha. Y ahora no es imposible —como imagino en mi libro— que Hollande sea reelegido en 2017, aunque Francia está aún más a la derecha. La estrategia del Partido Socialista, que es impulsar al Frente Nacional para excluir al centroderecha, ha llevado las cosas a un lugar insalubre. Y el hecho es que la vida en Francia se ha deteriorado. Hay muchos más pobres que antes. Hay cada vez más gente que no cree lo que dicen los medios. Y lo que te muestra que somos un país extraño es que, pese a todo, los franceses se siguen reproduciendo: salvo Irlanda, tenemos la natalidad más alta de Europa.
P. Es un argumento contra la idea del “suicidio francés”.
R. Es que no es un suicidio, es un asesinato.
P. ¿Cometido por quién?
R. Por nuestras clases dirigentes.
P. Es usted muy duro con los políticos de su país.
R. Es que se les fue la mano. El caso más impresionante que conocí fue el referéndum de 2005 sobre la Constitución europea. Los franceses votaron claramente por el no. Y semanas más tarde el Gobierno lo hizo aprobar por vía parlamentaria. Es un desprecio muy claro a la democracia. Así que la hostilidad de la gente contra los dirigentes es muy fuerte, y eso en un momento de crisis económica y desempleo alto. Y tenga en cuenta que el paro en Francia es desempleo de verdad: no hay trabajo en negro, como en España o América Latina, y tampoco hay solidaridad familiar, eso desapareció. La gente está totalmente desvalida.
En Occidente la palabra masculina ha desaparecido. Lo que los varones piensan, nadie lo sabe. El varón ya no habla, la mujer sí”
P. Hablemos del proyecto político de Ben Abbes. ¿Podría funcionar su idea de expandir la Unión Europea hacia el sur, de convertirla en una Unión Mediterránea?
R. No es ninguna tontería. Para empezar, muchos países mediterráneos lo percibirían como una garantía —aunque quizá se equivoquen— contra sus islamistas radicales. Europa del Norte pasaría a segundo plano. Pero, para ser honestos, la principal interesada en esto sería Francia. La verdad es que Francia nunca aceptó el hecho de perder el liderazgo. Por eso tenemos una relación extraña con Alemania; nos gusta flagelarnos diciendo que somos menos que ellos. Malestar que, dicho sea de paso, es una de las claves del éxito de Marine Le Pen.
P. Muchas veces ha hablado contra el patriotismo. Pero después del atentado contra Charlie Hebdo, parecería que está dispuesto a defender ciertos valores franceses. Como dicen en Rambo III: esta vez, es personal.
R. Es que es personal: han matado a alguien a quien yo quería, a Bernard Maris. Y además está la cuestión de la libertad de expresión, que me concierne. Esa libertad la hemos perdido. Cuando yo era adolescente, en los años setenta, había más cosas permitidas. En la actualidad, el debate de ideas se limita a la detección de los derrapes. Una vez que el derrape ha sido cometido, el responsable puede disculparse; a eso se limitan sus derechos.
P. Su protagonista se define como machista. ¿Cree que en esto François es representativo?
R. Lo que pasa es que en Occidente la palabra masculina ha desaparecido. Lo que los varones piensan, nadie más lo sabe. Una hipótesis horrible, pero verosímil, es que no han cambiado; sólo han aceptado cerrar la boca. El varón occidental ya no habla; la mujer sí. La vida mental masculina ahora es algo desconocido, y por eso es verosímil pensar que el varón estaría dispuesto, si se presentara el caso, a una vuelta inmediata al patriarcado.
P. ¿Sus novelas serían las últimas noticias de esa vida mental masculina?
R. Pues sí, las mujeres pueden leerlas para enterarse de lo que realmente piensan los hombres.
P. ¿Cree realmente que Europa, al perder la religión, la reemplazó con el patriotismo, y que terminará por volver a la religión?
R. Sí, aunque para mí es absurdo imaginar que el patriotismo pueda reemplazar a la religión. La cristiandad duró más de mil años; el patriotismo, un poco más de cien, desde la Revolución Francesa hasta la Primera Guerra Mundial. También podemos decir las cosas de una manera más siniestra: el patriotismo, para alcanzar la incandescencia, necesita enemigos.
P. ¿Mientras que el único enemigo de la religión es la muerte?
R. Y es un enemigo más confiable.
Gonzalo Garcés es escritor argentino, autor de la novela Los impacientes (Seix Barral).



      El viernes 26 de febrero de 2016 a las 21,30 nos reunimos en el antiguo Bodegón Méndez, ahora La Alhacena, en la calle Anchieta. Por 13 euros comimos (humus de remolacha, humus de garbanzos, pollo de dos tipos, uno gamatu, ensaladilla, churros de pescado, alegría de atún, ensalada...y varios postres de los que recuerdo su buen sabor pero no sus nombres)  y bebimos (Martini y Ebeia), pero sobretodo nos disfrutamos. 
     Los allí presentes: Ana, Calola, Carolina, Domingo, Lourdes, Maive y María José hablamos del transcurso del curso y de las dos secciones de la mesa, una filológica y otra filosófica, pero mi madre decía que eso era lo mismo. Una vez empezado a hablar del libro se producía un efecto de duplicaje de las conversaciones por lo que ejercimos el autocontrol disciplinario en la administración de lo que decíamos. Como siempre, lo que se habló, nos pareció insuficiente y que no agotaba ni la obra ni las sugerencias de ésta. a pesar de eso, se mostró el habitual desagrado con el modo de escribir provocón e intencionadamente desagradable, incluso de gusto dudoso, que nos ofrece Houllebecq y que ya se nos hizo patente en Plataforma. 
     Los aspectos espirituales, si es que había alguno, se quedaron en un segundo plano antes las opciones políticas, de poder político, que nos plantea la obra. Lo que sí nos pareció subrayable es la descripción de los valores y sus alternativas culturales e históricas, así nos  ofrece una descripción de como la familia y los valores asociados a la tradición cristiana occidental se descuidan dejando hueco a unas alternativas orientales con cada vez mayor peso demográfico, en parte por insistir en esos valores. Esto nos llevó a pensar si los países tradicionalmente musulmanes habían desarrollado sus revoluciones antiimperialistas y sus re-revoluciones anti-antiimperialistas para volver a los valores del Islam más tradicional por motivaciones religiosas o por una necesidad de organización social, económica, política, educativa y cultural que los no-estados, sumisos y dependietes en su raquitismo, no llegaban a ofrecer. Esto trasladado a los países receptores de inmigración da lugar a reivindicar un modelo global de sociedad en contradicción con mucho de los valores fundamentales de occidente, esto lo resuelve el libro ofertando una cómoda opción a la inteligencia oficial e institucional tentada a resistirse ante unos valores que nunca le fueron propios. O ¿sí eran sus valores pero sin la valentía de asumitlo y reconocerlo?
      Esta oferta dio lugar a un interesante debate acerca de su viabilidad: se ofrecería al profesorado, en general masculino, la alternativa de un jubilación anticipada y bien pagada (María José aceptaría la oferta) o su conversión al Islam y la consiguiente sumisión a Alá y sus preceptos. Esta última alternativa implicaría además del reconocimiento social y profesional una poligamia, variando en número según poder adquisitivo, en la que varias esposas se ocuparían de las necesidades, deseos y requerimientos de los varones (Maive y alguien más consideró que, conociendo al personal masculino, la aceptarían, como el protagonista, de buen grado): La mujer asumiría esas funciones y de cultura general y artística. De esta forma se garantizaría, provocadora propuesta, que la sociedad siguiera su curso y progresara cumpliendo cada cuál su función.
      Otro tema interesante que surgió en el debate es si el devenir  histórico es lineal o múltiple, y si es progresivo o no. Parece que muchos países de mayoría musulmana, especialmente en el centro de África, pretenden desarrollarse a la manera de otros como los mediterráneos y de oriente medio, considerando siempre los países musulmanes, y a su vez estos están en una fase de desarrollo previa a los países, así llamados , desarrollados. Esta tesis parece asumir que el crecimiento económico y desarrollo del conocimiento implica necesariamente un progreso ético que incluya valores que asumamos universalmente. Pero ejemplos históricos de países que abanderaban el orden, la racionalidad, asociado a crecimiento económico nos muestran que pueden ser el germen de la mayor de las barbaries, de uno otro bando (Segunda Guerra Mundial y la factorías de muerte nazi ejemplo de organización, pero las bombas atómicas también son un ejemplo de desarrollo científico) o los lados del telón de acero que de forma similar utilizaban los últimos desarrollos científicos, organizativos, de comunicación para la opresión de su propia población y el expolio de otros pueblos que no por ello se pueden considerar inferiores. 
      Interesantes aportaciones que se complementa, como dijimos en otra entrada, con obras como París 2041 de Ezequiel Szafir.
    Nos costó despedirnos, pero para asegurarnos de que nos volveríamos a ver pusimos fecha viernes 15 de abril de 2016, lugar El Esquinazo en La Laguna y libro para la próxima tertulia Los surcos de azar cómic de Paco Roca.


"Para Esmé con amir y sordidez" de J.D. Salinger y "El amor es ciego" de Boris Vian.

     El 8 de abril de 1950 el New Yorker publicaba For Esmé-whith Love and Squalor, dos años después salía en la colección de cuentos de J.D. Salinger Nueve cuentos. En el 2015 Leonardo Padura  explica, en una entrevista, la dedicatoria de uno de sus libros y el empeño de Mario Conde de escribir relatos escualidos y conmovedores. La explicación nos llevó a este cuento de Salinger y a intentar precisar el significado de la palabra traducida por el autor cubano como escualidez.
       Por la misma época Boris Vian escribe El amor es ciego que se publica junto con otros cuento en la colección Lobo hombre. Carlos me lo aconseja y presta, tras disfrutarlo y reírme lo seguí pasando y generando diversión.
         Tras la lectura de La oculta  de Héctor Abad Faciolince, tan largo como interesante libro, y la corrección de exámenes y evaluar competencias creímos mejor aligerar la carga lectora para la siguiente tertulia, esta, así que decidimos los dos cuentos y vernos en San Sebastián 57 el día 4 de diciembre de 2015. Así lo hicimos Carolina, Domingo, Maive y María José; Lourdes se excusó en el último momento por problemas de salud, afonía. Comimos Camarones, con la cerveza, pulpo, carpaccio, manitas rellenas de trufa y nueces, y secreto. Todo ello por unos veinte euros.
      La conversación sobre las obras a debatir estuvo limitada por el cansancio estacional debido a nuestra profesión, por la escasa participación y por dividirse al tratarse de dos obras breves. Aún así hablamos del chiste corrosivo de Boris Vian y la carga de profundidad que mediante la risa realiza a las convenciones burguesas y a las censuras de la moral convencional, castrante y cargante tanto en lo erótico como en lo artístico. Destacamos su humor y brevedad que tanto lo distancian de la otra ceguera de Saramago en su ensayo sobre la ceguera, aunque el propósito es común: utilizar la limitación sensorial de la vista para realizar un disección más profunda de la sociedad y los condicionantes que nos limitan en el desarrollo humano. Lo que es lo mismo: cegarnos para ver mejor. Recordamos que en el mismo volumen en que se publicó el relato también se publicó y dio título a la colección Lobo-hombre que luego sirvió de inspiración para la canción de la Unión Lobo-hombre en París. Es de agradecer la ambientación, cuidada, detallista y dosificada en lo cotidiano de París, lo que sirvió para recordar la frase de Max Ophüls: todos tenemos dos patrias París y la otra, y compartir el dolor por la violencia que esperemos se quede en un pasado, sólo para el recuerdo.
        El cuento de J.D. Salinger nos sorprendió ya que sólo conocíamos al autor por su Guardian entre el centeno. Nos resultó curioso cómo dimos con el cuento vía Cuba, Padura, y cómo una obra maestra se quede en la gaveta de la desconsideración por ser un relato y por ser estimulante. La precisión del lenguaje, origen de su lectura por el término squalor, fue disfrutada por nuestras compañeras políglotas en su idioma original(al igual que el de Boris Vian). Precisión y economía ya que parece que nada sobra, es más, parece que el cuento interesante es el que construimos como lectores activos a partir de los materiales, sugerentes y bien medidos, que el autor nos ofrece. No sólo la escritura es objetivar esa pequeña parte que hace visible el autor de el enorme iceberg del que parte, el autor elige lo que escribe pero lo que no se escribe pero sustenta lo escrito es muchísimo más, sino que en el lector se produce un proceso análogo mediante el que se movilizan ideas y recuerdos para completar la mínima sugerencia de lo escrito. En resumen: que la papelera del escritor tiene muchos más folios que lo que se hace público para que el lector re-escriba en su imaginación mucho más que lo leído. Varias son las historias-ramas sugeridas que parte de un tronco-sugerencia.
      Terminamos con el agotamiento de un viernes y quedamos para otro viernes en el que los acontecimientos y el interés literario nos ayudaron a la elección del siguiente libro. Libro que retrasó su presentación por coincidir con la fecha de los atentados de París y que tiene en el sistema educativo y la posibilidad que éste se inspire en valores religiosos-tradicionales su tema central. Nos referimos a Sumisión de Michel Houllebecq.


   
     
       






       

martes, 15 de diciembre de 2015

Tras "Hombres sin mujeres" de Haruki Murakami.

Tras leer lo último en español del global Murakami me encontré a este valiente,  .http://koratai.com/,que a su vez hace referencia a otro blog, lectormalherido, como introducción para una revisión de lo que hemos leído del defendido, atacado o, por mí, disfrutado Murakami.




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Cinco cosas que no soporto de Haruki Murakami


Uno de los escritores más sobrevalorados de la historia de la literatura es y será el japonés Haruki Murakami. Cuando no publica novela me suelo olvidar de que existe, pero cuando está a punto de invandir las mesas de novedades con un libro, las campañas de márketing y los fanáticos a su literatura se empeñan en recordarme de que aún sigue publicando historias pelmas con personajes y situaciones supuestamente originales.
Haruki Murakami
Seguro que más de uno verá estas opiniones como una herejía y alguna que otra crítica me llegará, pero Haruki Murakami es un escritor sobrevalorado. Y mucho. Hay rasgos de su literatura y del márketing que le rodea que me molestan y que conviene recordar de manera periódica, preferentemente cuando acaba de publicar un libro. A saber:
1. Es un “topo”. Haruki Murakami es un infiltrado en la llamada Gran Literatura. En el fondo escribe best-sellers, con los mismos códigos narrativos que los de este “subgénero”, y el objetivo comercial de sus novelas se huele a la legua. Sus seguidores y hipsters en general no saben (o quieren reconocer) que están consumiendo best-sellers y piensan que están leyendo el colmo de la vanguardia narrativa japonesa.
2. Su persona y su obra se venden como un producto más de márketing. Sus apariciones públicas y sus palabras están calculadas para generar un halo de misterio. Lo último: la presentación de su última novela, El descolorido Tsukuru Tazaki y sus años de peregrinación, para la que se sortearon entradas entre sus fans. Repito: se sortearon entradas para asistir a la presentación de un libro en Japón. Como Murakami llevaba 18 años sin aparecer en público en su país natal, el delirio fue de traca. Para saber cómo se puede vender 1 millón de copias de un libro en una semana, lean este artículo. El márketing también puede ser amiguito de los escritores.
3. Es pretencioso. En argumentos y títulos. Hay mucha impostura en esa supuesta originalidad: historias estrafalarias, metáforas a cascoporro, personajes planos pero con un aura de misterio y distancia, y muchas, muchas referencias literarias y cinematográficas de la cultura popular (occidental, faltaría más) que permiten a sus lectores sentirse distintos porque reconocen todos esos nombres y no son como “el resto”, que pierde el tiempo en libros en los que no se menciona a los Beatles, a Kafka o a Los hermanos Karamazov.
4. Es el escritor que lee la gente que dice leer literatura japonesa. Esos declarados fans de la literatura japonesa desconocen que hay vida (y calidad) más allá de Murakami. Pero, eso sí, queda supercool decir que eres seguidor de Haruki Murakami. Son muy pocos los que sienten la necesidad de acercarse a otro tipode literatura japonesa de verdad. No vaya a ser que descubran que se les ha estado tomando el pelo y que la narrativa nipona es algo más que historia raras con referencias culturales.
5. Que se le considere como candidato a Premio Nóbel de Literatura. No es que la historia de este premio se caracterice por reconocer a los mejores, pero las apuestas llevan amenazando en los últimos años con premiar al escritor nipón. Y eso da miedo.
Como en el blog del lectormalherido lo explican mejor, copio los puntos a tener en cuenta para identificar un auténtico Murakami de pata negra y no confundirlo con un best-seller:
1. Dos personajes protagonistas; un hombre y una mujer.
2. Un adolescente (hombre o mujer) rarito.
3. Sexo cada 50 páginas. Los hombres entran a él como idiotas y las mujeres son frías y lanzadas y parece que les hacen un favor a los hombres por comerles la polla, dejarse penetrar o hacerles una paja.
4. Cosas raras.
5. Todo personaje es descrito físicamente; todo personaje, cuando cambia de ropa, es descrito en su indumentaria. Todo personaje que come ve detallado qué come y qué bebe. Absolutamente todos y siempre. Si de algún personaje no se dice qué ropa lleva, es que va desnudo y está follando.
6. Cultura. Siempre encontrarán referencias a libros, música, cine y artes plásticas en una obra de Murakami. Y siempre serán referencias de Trivial o, incluso, de esos tests que vienen en los sobrecitos del azúcar. Cosas como quién descubrió América. En esta novela:George Orwell, Chejov, Steve McQueen, Jeff Beck, TelemannLa huida, El gran Gatsby, Los hermanos Karamazov
Bonus track: el escritor afirmó recientemente:  “Quiero que piensen sobre mí que como una especie en peligro – está bien mirarme de lejos, pero con cuidado porque puedo morder si se me acercan, me hablan o me tocan“. Sin palabras, ¿verdad?
La imagen de Haruki Murakami haciendo como que piensa en su nueva novela la tomé de la web de madrid.org. La foto es de Marco García.
      Vivimos en la cultura de la imagen, probablemente la superaremos con el futuro del pensamiento, o más bien de la emoción, que no requieran soporte, sea letras, sonidos o imágines, y de forma paradójica esta cultura genera una cantidad enorme de libracos de considerable tamaño y fácil digestión, XXL como las hamburguesas. Productos de consumo sujetos a las leyes, cada vez más inexorables, de la oferta y la demanda que requieren de un mercado global para rentabilizar  la inversión, no en producto sino en publicidad. Dirigidos a un consumidor mainstreet, de prime time, con un aliño de crítica, un toque de reflexión, y un postre de justo dulzor. Todo esto sin molestar demasiado, ni a unos ni a otros, para pasar los controles de colesterol de lo políticamente correcto, los aditivos autorizados del sexo que no manche, y el piropo a las grandes religiones en forma de sugerencia de transcendencia, divinidad, u otro extraño nivel fácilmente matrimoniable con los extraterrestres y fullmindness. Productos diseñados, como película Dysney o saga Star Wars, para generar efectos de arrastre sobre el merchandisisng o sobre otros materiales culturales de parecida fáil digestión vía wikipedia. Facilidad de adquisición y consumo, incluso se pueden disfrutar corriendo (como hace el autor) o en el cualquier medio de transporte que no sea una moto.
     Repasando las tertulias anteriores comprobamos como en mayo del 2009 comentamos Tokio Blues (Norwegian Wood) (2005) y disfrutamos de su ambientación en distintos espacios y tiempos. Repasamos con la historia parte de la historia de Japón con la música de cada momento, el título original es la canción de los Beatles que se escucha en un avión al aterrizar llevando al protagonista a recordar su pasado estudiantil en el que sucede un suicidio. Su brevedad y la posterior adaptación cinematográfica facilitaron que fuera, pese a su tristeza, tema de conversación durante bastante tiempo.
     En Crónica del pájaro que da cuenta al mundo (2001), con sus 900 páginas supuso la entrada en un el mundo Murakami con sus extrañezas, distintos niveles de realidad, relaciones abúlicas y gato doméstico perdido.
    Por recomendación de Fran leí Sputnik mi amor (2002) que disfruté, entre otras virtudes, por lo cercano del personaje, docente, que busca su antiguo y problemático amor desaparecido a una supuesta otra realidad atravesando esa puerta desde una isla griega.
       Kafka en la orilla (2006) nos intrigó mediante dos historia, capítulos pares e impares, con fenómeno extraño en un bosque, militares, asesinato, alter ego de adolescente, búsqueda de gatos y la herencia como castigo.
     1Q84 (2011) presenta la mayor extensión, tres partes en dos volúmenes, con una protagonista muy parecida a la heroína de Stieg Larsson que pasa de realidad en realidad a través de un puente de autopista y que  tiene el trabajito de ser asesina  a sueldo pagada por una anciana, menos mal que también tenemos a un profe de matemáticas dedicado a escribir novelas. Esta sólo es una de las complicaciones de la obra que, sin embargo, ofrece una intriga interesante mostrando cómo los personajes se construyen...hay páginas para eso y para más.
        Lo que más me ha satisfecho es la inmersión en el universo Murakami a través de sus relatos, quizás porque ya tenía las claves para su entendimiento, obtenida a través de la lectura de sus mamotretos. Recuerdo la emoción y la apreciación de que estaba leyendo literatura, las palabras fluyen pareciendo imposible que se ordenen de otra forma, en la piscina del Taoro, leyéndome Sauce ciego, mujer dormida (2008) por recomendación de Begoña. Uno de los relato incluídos en la obra Tony Takitami que ya desde el nombre es mestizo disfrute en una posterior adaptación cinematográfia de 2004 por el director Jun Ichikawa. El formato cuento parece concentrar las esencias y nutriente que nos puede ofrecer Haruki sin la dispersión y agotamiento de las obras más extensas, además suelen plantear una intriga que es más valiosa en sí misma que por unas conclusiones que no parecen cumplir con las expectativas suscitadas. Además facilita la adaptación al cine ya que se libran de las amputaciones que pueden afectar al desarrollo de la trama. Adaptaciones al cine bastante escasas y costosas, hasta cuatro años parece que tardo Murakami para aceptar la adaptación de Norwegian Wood y que junto al relato Tony Takitami son, hasta la fecha, las únicas que podemos disfrutar, y eso que los aspectos visuales y de narrativa cinematográfica están muy presentes en las obras escritas.
        Lo escrito más arriba es aplicable a la última obra, colección de relatos , que he leído de Murakami Hombres sin mujeres. A los pocos meses de salir me invitaron a su lectura como acontecimiento social en el trabajo. El goce producido por los relatos que los hombres sufren las consecuencias de sus relaciones con la mujeres superó mis expectativas, especialmente por el tema siempre paradójico de la relaciones afectivas, en este caaso más sexuales que afectivas, su goce y su problemática. En el caso de Murakami parece que siempre vence, como inevitable, la soledad e incomunicación, en algunos casos hasta física, en cambio los dolores se ven amortiguados por el bálsamo de lo inevitable y de lo templado de lo útil y conveniente. Los personajes se relacionan, disfrutan de la compañía, del sexo y de una comunicación limitada y de unas pasiones y goces más que comedidos, en cambio no sufren de los desengaños, traiciones y abandonos que quizás sean más latinos y  mediterráneos. Eso sí: seguimos con los coches, las comidas, los animales, las bebidas, la música y...suicidio, hecho dolor en los vivos, en forma de llamada de teléfono nocturna, y si no de forma implícita como amenaza o esperanza de fin sin esperanza.
         La soledad e incomunicación que como el aire en el que vuelan las palomas nos limita y oprime pero es lo que nos  sostiene (qué bien lo expresó Kant y que difícil se me hace a mí).
Ese sordo sufrimiento cotidiano lo limitamos evitando males mayores con los pequeños placeres cotidianos que son algo más que sensoriales, ya que en su procesamiento está el disfrute, de esta forma el vacío se hace inconsciente contenido por el frágil muro de lo cotidiano que en caso de romperse nos ofrece una otra realidad, por lo tanto, para Murakami siempre hay esperanza aunque esta sea un atajo casi religioso al que nuestra razón apenas logra asomarse.

           Tantos motivos que nos exponían al principio para no leer a Murakami, pero lo leemos, porque es de fácil digestión, entretenido, hace referencias que dominamos o a las que tenemos acceso vía internet, pero sobre todo por que nos sentimos esos personajes perdidos y nos agarramos a sus trampas fantasiosas desde una realidad que compartimos, a nuestro pesar, con sus personajes. Nos ofrece un espejo en que no queremos mirarnos, pero no es motivo para romperlo, como tampoco sus escapatorias son suficientes como para que las creamos.