lunes, 31 de octubre de 2011

"La noche de Halloween" de John Carpenter (1978)...


Durante la noche de Halloween, Michael, un niño de seis años, asesina a su familia con un cuchillo de cocina. Es internado en un psiquiátrico del que huye quince años más tarde, precisamente la víspera de Halloween. El psicópata vuelve a su pueblo y comete una serie de asesinatos. Mientras, uno de los médicos del psiquiátrico le sigue la pista. (FILMAFFINITY).
Críticas...
"Impactante film de terror capaz de poner los pelos como escarpias. (...) Minimalista banda sonora del propio Carpenter que sigue quitando el hipo." (Jordi Costa: Fotogramas)
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Todo un clásico de terror convertida en obra de culto. Rodada en apenas tres semanas, marcó unos patrones en el género que todavía hoy en día se repiten y plagian hasta la saciedad. (FILMAFFINITY)

Vídeo: Halloween (1978) - Partes 1, 2, 3, 4 y 5.










sábado, 29 de octubre de 2011

31 de octubre, "Halloween"...


Halloween es una fiesta de la cultura anglosajona que se celebra en la noche del día 31 de octubre.

Sus orígenes se remontan a los celtas, hace más de 2.500 años, cuando el año celta terminaba al final del verano, el día 31 de octubre de nuestro calendario (Samhain). El ganado era llevado de los prados a los establos para el invierno. Ese último día, se suponía que los espíritus podían salir de los cementerios y apoderarse de los cuerpos de los vivos para resucitar, pedirles alimentos y maldecirles. Les hacían víctimas de conjuros si no accedían a sus peticiones: me das algo o te hago una travesura, que es la traducción de "Trick or Treat" (Truco o Trato).

Para evitarlo, los poblados celtas ensuciaban las casas y las "decoraban" con huesos, calaveras y demás cosas desagradables, de forma que los muertos pasaran de largo asustados. De ahí viene la tradición de decorar con motivos siniestros las casas en la actual víspera de todos los santos y también los disfraces. Es así pues una fiesta asociada a la venida de los dioses paganos a la vida.

La iglesia de Roma decidió convertir la festividad al catolicismo. Se instituyó el 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos, que en Inglaterra se denominó "All Hallows' Day", y la noche anterior "All Hallows' Eve" que posteriormente derivó en "Halloween".



Cómo hacer una calabaza de Halloween...



jueves, 27 de octubre de 2011

"De cuerpo presente" de Jesús Pozo...


Lecturalia.

"De cuerpo presente" es un viaje, entre lloros y risas, por la España funeraria, que despertará en los lectores toda suerte de emociones.

Se dice que ante la muerte todos somos iguales. Sin embargo, algunos viven más cerca de ella a lo largo de su existencia. Son los enterradores, hombres y mujeres de pocas palabras y muchos saberes a quienes nunca estaremos suficientemente agradecidos; hombres y mujeres que viven con naturalidad y orgullo un oficio duro cuya realidad supera muchas veces la ficción más elaborada.

Un sepulturero escritor, una mujer pionera en estas lides, los miembros de la familia que durante más de medio siglo se ha encargado del cuidado del Cementerio Naval Británico de Rubiáns o un «arquéologo» discreto, entre otros, nos cuentan sus historias del más acá, sus variopintas anécdotas a pie de tumba, los favores que les solicitan los familiares de los difuntos o el día a día de sus hijos en los alrededores de los camposantos.



Vídeo: la industria de la muerte.

martes, 25 de octubre de 2011

David Trueba.


















Pocas personas pueden presumir del dudoso honor de ser nombrada, más aún renombradas, en esta sección que conocemos con la etiqueta de nombrios. Tan selecta élite, hasta ahora, está compuesta por Isabel y Begoña que tantas lecturas proponen y, de alguna manera, son las que nos han metido en el berenjenal de los libros, ebooks (no en exclusiva kindle), tertulias y blogs que tan animosa, celérica y óptimamente realiza y actualiza Amparo. Hoy tenemos el gusto de nombrar y renombrar a dos colaboradores en la sombra, porque quieren. Se trata de Manolo y Conchita cuyos insignes méritos tenemos el gusto de manifestar.













En el caso de Manolo porque no sólo es una paradoja literaria viviente: a la manera de Beethoven es un excelente músico con peculiar audición, es un apresurado (léase: que siempre tiene prisa) con mucha paciencia. Ejemplo de esto último no sólo es que ha aguantado, por mucho tiempo, la mistad del que esto escribe, sino que incluso escribe, con la pausa que esto necesita, y su hijo ha heredado esa actividad. Además es capaz de buscar virtudes donde parece que no las hay (especialmente en la comida) compensando esto en su búsqueda de defectos en las mayores excelencias. En estas últimas actividades se ha ejercitado con Saber perder.Por un lado ha disfrutado de la obra de Trueba, por otro, ha encontrado las siguientes objeciones:





Manolo nos ofrece una crítica reseña y una advertencia sobre el uso del idioma:





Acabo de terminar de leer el libro “Saber Perder”, de David Trueba, que, tan amablemente me prestó Domingo y que, quizá yo habría titulado “Resignarse a perder”. De entrada, he de decir que me ha gustado y mucho este retrato sangrante de cuatro personajes que podríamos reconocer en cualquier ciudad importante española y de su particular descenso a los infiernos, especialmente en el caso de Leandro y Lorenzo, hasta el punto de que el libro podría haber acabado incluso con más coherencia cuando a éste último le rajan las cuatro ruedas de la furgoneta en el aeropuerto y sólo atisba a decir al grupo de ecuatorianos “A ver cómo solucionamos esto” –si es que su vida tiene solución…-. Sin embargo, donde quería centrarme es en el aspecto lingüístico. Dado que uno de los personajes principales, Ariel, es argentino, el autor –tal y como admite en el epílogo- ha intentado cuidar las expresiones y giros característicos de aquellos lares, especialmente en lo referente al uso del “vos” en la 2ª persona del singular, asociado a una forma verbal que, seguramente, deriva de la utilizada en el castellano antiguo, es decir, cuando se decía:”Vos podéis ayudarme” y que un bonaerense transforma en “Vos podés ayudarme”. Hay ejemplos múltiples a lo largo del libro de este particular giro lingüístico, como cuando en las páginas 35-36, Charlie dice “vos sos vos y no podés dejar que te dirija la carrera un perdedor…”. Quizá por ello, resulta llamativo el lapsus que se comete en cuanto al uso de la 2ª persona del plural, ya que en Argentina –como en Canarias y el resto de Latinoamérica- no se emplea nunca el modo informal “vosotros sois”, sino el “ustedes son”, motivo de aclaraciones constantes cada vez que viajamos a la Península y nos sueltan la cantinela de “No nos tratéis de ustedes…”. Bien, pues, a lo largo del libro hay bastantes ejemplos en los que el autor se salta a la torera esta norma: así, por ejemplo, el Dragón, que en la pag. 319 le dice a sus jugadores: “Miren si quieren callar al público rival tengan la pelota” o, un poco más abajo, añade “De niños les decía si viajás aburrido en el colectivo…”, en la 65 suelta “lo que no sé es cómo el balón no os ha puesto una denuncia…” . En la pag. 284, cuando Ariel llega a casa en Navidad, su padre le pregunta: “¿Ganasteis el Apertura?. En la 349, Daniela, que es Ecuatoriana, al referirse a Pilar, la ex de Lorenzo, dice “Pues que no os hubiera dejado…”, aunque luego, cuando van a bailar al Seseribó, el DJ, para jalear a los clientes latinos dice “ Déjense llevar por la sensación…”. Posteriormente, en la pag. 419, cuando Ariel intercede en la discusión entre Amílcar y su mujer, dice: “Bueno, no vayáis ahora a discutir por mi culpa..” y en la 462, cuando Ronco se queja de la estrechez de su deportivo, insiste Ariel “Os lo juro, lo voy a cambiar”. Por último y rizando el rizo del despiste, en la pag. 501, cuando Lorenzo está en la iglesia adonde acudían los ecuatorianos, el autor hace especial énfasis en el acento del pastor, cuando dice: Pronunció “sivilisasión”, para, justo después, poner en su boca “si me mí dependiera os diría que la destrucción…”. En fin, sorprende que en ninguna de las revisiones previas a la publicación del libro nadie se diera cuenta de estos lapsus, lo cual no afecta a la magnífica impresión que me ha causado la tercera novela de David Trueba. Es curioso, pero el tema me recuerda, salvando las distancias, a lo que está ocurriendo últimamente en las pelis de animación que se doblan en España y donde suele ser recurrente la figura de un personaje graciosillo, con acento pretendidamente cubano, que luego te suelta: “tenéis que saber perder…” .



Manolo Fernaud.









Y Conchita ¿qué pinta en todo esto? Que debemos agradecerle, de nuevo, el generoso trato cordial, equilibrado,placentero y calmo queno todos los virgos compartimos. En ese trato se incluyen sugerencias que nos han hecho disfrutar muchísimo, como ya hemos explicado en otras entradas de Nombrios. Tanto es así que nos han permitido olvidar las tremenda petardadas que nos ha hecho leer. Entre ellas destacan dos del autor que ahora tratamos.



















En Abierto toda la noche (Anagráma 1995) de forma lineal y en el tono de la novela realista madrileña nos describía, con acertada forma autobiográfica, la vida de una familia que.....agüita...pasaba de todo y con todos. La codorniz y su amigo y contertulio Rafael Azcona lo felicitarían ya que es un humor que partiendo del costumbrismo se dispara y se disparata. Isabel y el que esto escribe disfrutaron enormemente de unas risas que no le aconsejaron a nadie y estamos esperando la que creíamos que sería serie de televisión.



El colmo fue con Cuatro amigos (1999 y Quínteto 2003). En esta obra la desmesura llega a extremos hiperbólicos. Los cuatro amigos del título recorren una geografía peninsular en un libro de viajes y aventuras que no tienen nada que envidiar a las pelis exageradas americanas tipo......mejor no recordarlas. Los malos modos, el trato machista, lo políticamente incorrecto se exponía de forma presuntuosa y gratuita. El ácrata que esto escribe echo de menos la censura y el destierro a La Luna del autor.




Cuánto me alegro de equivocarme y que personas como Conchita me recomienden libros como Saber perder (Anagráma 2008). Una novela con personajes como un futbolista argentino (con lo pesaos que son y encima futbolista con todos los personajes asociados), una adolescente en el instituto (otra más además de con las que trabajo), un viejo putañero (menos mal que hay un personaje con el que podría identificarme), un arruinado que comete un asesinato, una señora con cáncer, la señora sudamericana que cuida niños, un inmigrante con el ojo del hermano del autor Fernando........Todos estos personajes tienen en común el sentirse extranjeros a los que sólo les queda aprender a perder pero el hombre nunca puede ser derrotado, puede ser destruido pero no derrotado nos decía Hemingway quizás porque nuestro único destino es perder o destruirnos que es lo único que podemos aprender.




Una portada excelente que todavía me maravilla: una aparente foto que transmite una sensación de tranquilidad y bienestar al tiempo que inquieta, desnuda en la cama leyendo un sms en el móvil, blanco y negro como el de la mancha pintada en el pelo. Ni por encargo se podría realizar una portada tan acertada, la obra de Josep Santilari fue elegida por el propio autor.





Me parece interesante la opinión de nuestra compañera que aparece en el blog cuyo enlace está en la columna de la izquierda como la competencia.









Los infortunios de tres personajes (abuelo, padre e hija o nieta, según se mire), aderezados con las relaciones correspondientes de cada uno de ellos, entre los que sobresale Ariel, pues las mujeres de los varones de la familia, son simples anécdotas: la abuela prolonga su muerte a lo largo de la obra, es una mártir; la nuera aparece en momentos puntuales pero no la llegamos a conocer. Demasiados detalles que se repiten y no sirven demasiado para perfilar la personalidad de los personajes, por ejemplo Ariel y Sylvia (con y griega) no evolucionan, en realidad el único que lo hace es Lorenzo y no en la dirección que se puede imaginar uno al principio, atormentado por el remordimiento, no, al contrario. Sin embargo ni el abuelo ni la nieta son más conocidos por el lector aunque se suman, una detrás de otra, anécdotas y detalles sobre ellos.
El éxito efímero, la pasión incontrolada, la muerte y el sexo, los sueños hechos realidad, el asesinato sin castigo, son algunos de los posibles temas de la novela que aunque bien estructurada y con un lenguaje ágil y fresco que ayuda a la lectura, le falta ácido que la ayude a penetrar en vena.
Para mí no ha supuesto más que unas historias bien hilvanadas que me han entretenido pero no me han enganchado. Un título demasiado sugerente que se pierde en la fotografía, en el retrato. Leandro no sabe perder, está perdiendo y no se da cuenta, se refugia en caras caricias y una vez más en su vida, no se sacrifica por su mujer. Lorenzo pierde con agresividad y Sylvia no sabemos si pierde o no. La figura del perdedor ha dado muchísimos héroes, y disertaciones interesantes sobre el éxito y el fracaso, aquí nos ahorra esos momentos pero no resuelve el gusanillo que le genera al lector el seguimiento de estas historias.
Daniela es otro de esos personajes pintorescos que ayudan a sumar incognitas con su comportamiento anacrónico e incongruente, unas veces segura y otras desconfiada, ayuda a Lorenzo a olvidar su crimen pero no lo deja afianzarse nunca en su relación. Pierde un trabajo.¿No sabía perder o estaba cansada de perder?
Interesante detalle de la portada, se trata de una pintura.




Un tal Domingo opina en la sección de comentarios del mismo blog la competencia.




Un fresco coral de personajes. No siempre encontramos lo que buscamos, lo que no significa que no tenga valor lo que encontremos. La lectura es un diálogo y perdería sentido si sólo oímos lo que queremos que nos digan. No busques solistas, disfruta de la diversidad de la planicie sin picos ni profundidad. Los frescos hay que pintarlos antes de que se seque la base y en esa premura y urgencia está su gracia. Se nos presentan unos personajes que tenemos que reconstruir y que entrar a formar parte de nuestros pensamientos a pesar de lo diverso de su procedencia y de los interrogantes que nos plantean. Nos molesta la falta del ácido corrosivo que otros nos han escupido en la cara, pero disfruto del susurro desconcertado de los que no tienen ningún viaje que hacer y que están aprendiendo que la única evolución posible es ser conscientes que no somos sino lo que somos y el único aprendizaje válido es el de aprender a perder.








Rosa Montero.








Agradezco a Bego el placer de disfrutar por primera vez de la lectura en un soporte que no es papel. Esto es especialmente significativo cuando se trata, comoes el caso de Lágrimas en la lluvia (Seix Barral 2011),de una novela de ciencia ficción. Ciencia ficción detectivesca. Lo de los géneros cada vez está más claro que son intersecciones. O McGuffin para lograr otros objetivos. En este caso el ejercitar la reflexión sobre el sentir. Sentir la fugacidad de la vida y el paso del tiempo, de la caducidad. De la artificialidad o no de los sentimientos. De la organización política al servicio de unos, de otros, ¿de todos?. De las aparentes puertas a la eternidad, los grandes relatos. De la rendija de la eternidad, la inmensidad del amor.








Ciencia ¿ficción?





Realismo garbancero. Valle Inclán acertó plenamente. Intentando insultar lo que consideraba chabacanería de Don Benito logró, sin pretenderlo, un apetitoso calificativo de lo que sería el realismo y el cercano naturalismo. Ser capaz de transmitir los olores, sabores, vida de los que nunca habían salido en la letra impresa, menos aun en las novelas. Realismo con lupa que exagera las características de una sociedad en cambio con una trama que engancha y unos personajes que, a pesar de lo disparatados y exagerados, se acercan a nosotros en sus inquietudes. Eso es Te trataré como a una reina (Seix Barral 1983). Cuando pienso en Almódovar, en la ebullición de la transición, en la diversión hiperbólica que anestesia momentáneamente la tragedia de la vida, de la muerte, de la enfermedad, del dolor....única faro en el desconcierto: el amor, la amistad, los afectos que nos hacen eternizarnos a través del deseo y del placer compartido y por siempre recordado y por tanto vivido, revivido.





Pero no hay ingenuidad ni ignorancia. Sabemos que la biología se impone inexorable derrotando hasta nuestra identidad. Así nos explica Rosa como la enfermedad a través de lo más nosotros nuestro cerebro es capaz de destruir, no de derrotar (Hemingway) nuestra identidad. Temblor (Seix Barral siendo su primera edición en 1990) todavía me tiene agarrotado por haber vivido esa experiencia a través de su protagonista femenina. No quiero recordar el sudor frío y el temblor producto de la somatización solidaria que nos producía la lectura de una obra de introspección casi médica.




El mismo tema, los mismos temas pero en el Madrid del S.XXII o XIX de Galdós. Da igual, da lo mismo. La angustia del ser humano, el dolor ante la injusticia, el miedo a la muerte, la pretensión de inmortalidad, amor, es idéntica como idéntico es el dolor del replicante de Blade Runner homenajeado. Como el olor del cocido sigue manteniéndose no sólo en los pucheros sino en los dispensadores automáticos de comida. Los garbanzos son sabrosos pero están duros a leña o a microhondas.
Hasta que se pierdan como lágrimas en la lluvia.


lunes, 24 de octubre de 2011

"Steve Jobs: A Biography" de Walter Isaacson...


ELMUNDO.ES (24/10/2011).

Cuando Steve Jobs eligió a Walter Isaacson para escribir su biografía en 2004, justo antes de ser operado de cáncer, el gurú de Apple aseguró que no leería borradores ni pondría condiciones. Sólo se enfadó y quiso intervenir al ver la portada del libro hace unos meses. "¡Es horrible! Feísima... y con una broma tonta", exclamó.

"Tenía razón. Era horrible... Con una foto suya dentro de una manzana. Es la única vez que se enfadó, pero me dijo 'te voy a ayudar a rediseñarla'", explica a ELMUNDO.es Isaacson. La cubierta de 'Steve Jobs: A Biography', que se publica este lunes en EEUU y el viernes edita Debate en España, parece ahora un anuncio de Apple: una simple foto en blanco y negro de Jobs en primer plano con su inseparable jersey negro de cuello vuelto. El título también ha cambiado, lejos del original con sus bromas manidas, 'iSteve: The Book of Jobs'.

La biografía retrata a un genio maniático y controlador, que aprendió a mirar fijamente sin parpadear y que quería cambiar hasta la tarta elegida por la Casa Blanca para una cena de Barack Obama con empresarios. Isaacson reconoce que se convirtió en "fan" de Jobs en sus más de 40 entrevistas con el inaccessible empresario. Alaba al genio, pero también cuenta su mal humor y su obsesión por corregir a los demás.

Pese a la debilidad de los últimos meses y a que cada visita tenía aire de despedida, Jobs "nunca quiso pedir perdón a los colegas" por las broncas. "Su prioridad era tener y gestionar el mejor equipo en Apple. Y eso requiere ser un jefe duro a veces", cuenta Isaacson en la entrevista telefónica con este diario. "Le he visto enfadarse... Pero lo hacía por su pasión por la perfección", dice el autor, ex presidente de la CNN, antiguo director de 'Time' y que acabó escribiendo sobre Jobs sólo por el deseo del protagonista.

Vídeo: October 20, 2011. Biographer: Steve Jobs regretted refusing surgery.



Vídeo: 23/10/2011. Steve Jobs - Biography - Interview with Walter Isaacson part 2/2.


domingo, 23 de octubre de 2011

"Libertad" de Jonathan Frazen...

Isabel...
nos recomienda este libro del que ya teníamos excelentes referencias. Si alguien se lo lee que nos lo reseñe.


El País semanal
REPORTAJE: UN REVOLUCIONARIO DE LA NOVELA
La libertad según Jonathan Franzen
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ 18/09/2011

Jonathan Franzen es un revolucionario de la ficción. Ha puesto de acuerdo a la crítica más exigente, al público y hasta al presidente Obama. Su nuevo libro, 'Libertad' , publicado ahora en España por Salamandra, ha sido recibido en EE UU como la primera gran novela norteamericana del siglo XXI. Nos habla de quiénes somos, de nuestros sentimientos más ocultos, de la libertad, un concepto tan real como amenazado. El escritor colombiano Juan Gabriel vásquez mantuvo un encuentro con él en su casa de california, con la música de los pájaros como banda sonora.

Las correcciones, el libro que metió a Jonathan Franzen entre los grandes novelistas de su generación, llevaba una semana en las librerías cuando dos aviones de pasajeros se estrellaron contra las Torres Gemelas de Nueva York. La publicación en castellano de su nueva novela, por una de esas magias del azar objetivo, coincide con el décimo aniversario de los atentados. Libertad, una fiesta narrativa de más de seiscientas páginas cuyo título sencillo no debería despistar a nadie, es una novela familiar y obsesivamente privada, pero guarda en sus sótanos una buena cantidad de cargas políticas que tienen mucho que ver con los años en que fue concebida: los años posteriores al 11-S, los años de Bush y de Irak, los años en que palabras como América, patriotismo y -bueno, sí- libertad estaban en boca de todos los norteamericanos, y en particular, de todos los políticos. "Una de las razones del título", me dijo Franzen cuando le hablé del asunto, "es mi intento por recuperar una bella palabra de manos de los estúpidos y volverla a poner en manos de quienes pueden apreciar su complejidad y su belleza".

Vídeo: "Libertad". 01/10/2011. "Libertad", la esperada novela de Jonathan Franzen.



Vídeo: 30/08/2010. Meet the Writers - Jonathan Franzen.



Jonathan Franzen
A FONDO
Nacimiento:
17-08-1959
Lugar:
Western Springs
La noticia en otros webs
webs en español en otros idiomas
"La manera de conservar nuestro territorio no es darnos por vencidos... sino tratar de escribir libros que sean relevantes".

"Soy una rara mezcla: alguien lleno de opiniones políticas que al mismo tiempo tiene muy poco respeto intelectual por la práctica de la política".

"Hay ciertas cosas que la ficción hace mejor que ningún otro medio. El acceso a la vida interior de otras personas, con su riqueza de gradaciones".

Pues bien, misión cumplida: Libertad es una bella y compleja exploración de un puñado de vidas íntimas cuyo problema, igual que sucedía en Las correcciones, es el eterno conflicto entre lo que quieren y lo que se espera de ellas. En este choque frontal se mueve la extraordinaria historia de la familia Berglund, gente de buenas intenciones e incluso de buena fortuna; gente cuya buena fortuna, junto con todo lo demás, se va al garete de manera fascinante a lo largo de unas tres décadas. Lo que Franzen nos cuenta es el auge y caída del matrimonio entre Walter, ambientalista comprometido y marido fiel, y Patty, "una alegre portadora de polen sociocultural, una abeja afable". Todos los sospechosos habituales están presentes: el dinero, los deportes, el sexo, las drogas y aun el rock and roll, en la persona de Richard Katz: músico pospunk que prefiere ganarse el pan arreglando techos antes que comprometer su integridad artística, hombre caótico que interfiere de maneras imprevistas y calamitosas en el matrimonio Berglund. Son todos personajes (encantadoramente) confundidos, y a todos les queda a la maravilla la frase que una vecina insidiosa utiliza para referirse a los Berglund: "Creo que aún no han aprendido a vivir".

¿Cómo vivir? Libertad intenta responder a esta pregunta.

Franzen divide su calendario entre su piso de Manhattan, donde pasa nueve meses al año, y una casa de Santa Cruz, California, a una hora y media de San Francisco por una carretera que bordea el Pacífico. Es un paisaje de acantilados, playa y niebla al mismo tiempo -el mes de agosto en esa zona de California es tibio y húmedo-, pero al llegar a Santa Cruz todo eso desaparece: uno está en uno de esos centros urbanos que parecen surgir poco a poco, casi a traición, y en cuyas calles silenciosas no hay peatones. La casa de Franzen es un lugar engañoso: la puerta principal da a una de esas vías de inconfundible aire suburbano, pero uno cruza el salón -dos bibliotecas pequeñas empotradas en la pared, y en ellas, libros de John Updike, de Don DeLillo, de Philip Roth- y en pocos pasos se encuentra al aire libre, en un porche de suelo de madera colgado al borde de un barranco profundo y cubierto de árboles donde cantan los pájaros. Los pájaros son importantes en la vida de Franzen. Cuando comenzamos a hablar, lo primero que me dijo Franzen no tenía que ver con su vida, ni con sus libros, sino con el canto que sonó en ese momento. "Un chingolo punteado", dijo. "Es un hermoso pájaro".

Me contó que unos meses atrás había estado en Colombia, cerca de la sierra nevada de Santa Marta, en los terrenos de una reserva natural con la que trabaja su organización. "¿Qué organización?", pregunté. "The American Bird Conservancy", me dijo Franzen. "Trabajamos con Pro Aves, un grupo conservacionista muy dinámico de Colombia. Una de las razones por las que hemos podido comprar el terreno que tenemos allí, en la selva tropical, es que en un tiempo hubo tantos combates que los campesinos abandonaron sus tierras". El Dorado -así se llama la reserva- está a unos 1.900 metros sobre el nivel del mar. Franzen hablaba de ella y yo pensaba en Libertad y en Walter Berglund, que se pasa buena parte del libro intentando conseguir ciertos terrenos para proteger una especie en peligro de extinción: la reinita cerúlea. "En los últimos dos años", leemos, "Walter había viajado mensualmente a Colombia para comprar extensos terrenos y coordinar con las ONG locales que fomentaban el ecoturismo y ayudaban a los campesinos a sustituir sus estufas de leña por calefacción solar y eléctrica". Para Walter, baste decirlo, las cosas no salen tan bien como están saliendo para su inventor.

Jonathan Franzen nació en un suburbio de Saint Louis, Estado de Missouri, en 1959. Sus padres eran gente modesta que, sin ser muy educada, veía la educación como una herramienta de ascenso social, y siempre transmitieron a sus hijos la importancia de la lectura. (Mucho después, Franzen escribiría en un ensayo: "No soporto la idea de que la ficción seria es buena para uno, pues no creo que todo lo que está mal en el mundo tenga una cura"). La génesis de una vocación consta de muchos momentos. Uno de ellos, en el caso de Franzen, es una obra de teatro que escribió con una amiga durante el último año de escuela. Era una obra absurda, me dijo: espías rusos en el Londres de 1666 que tratan de robarle el secreto de la gravedad a Isaac Newton. "Invitábamos al público a pensar que los rusos no tenían gravedad, o algo así", rio Franzen. "Que estaban perdiendo la carrera gravitacional". Luego vinieron las primeras lecturas serias. "Si tuviera que mencionar a un escritor que realmente me haya abierto los ojos, sería Kafka", dijo Franzen. "Mi primera novela fue una reescritura de El proceso, imagínese. Pero nunca quise ser el loco de la buhardilla, el hombre encerrado que escribe cosas ilegibles. Desde el comienzo sentí que mi misión era hacer justicia a esta nueva dimensión literaria que había descubierto sin renunciar a un público más amplio. Pensé, y creo que alguna vez lo dije, que no quería dejar atrás a mis padres. Quería escribir libros que ellos tuvieran oportunidad de leer y apreciar".

Pareció que iba a decir algo más, pero entonces abrió mucho los ojos, miró al vacío y dijo: "Oiga eso: es un colibrí. Hay muchos por esta zona".

Su primera mujer fue otra aprendiz de escritora. Habían estado saliendo desde el último semestre de universidad; cuando Franzen ganó una beca Fulbright y se marchó a la Freie Universität de Berlín, la relación se volvió epistolar. "Nos escribíamos una cantidad poco saludable de cartas", me dijo Franzen. "Como éramos tan ambiciosos, pensamos que no podíamos simplemente escribirnos esas cartitas llenas de emociones, sino que debían ser una especie de diario. Fue un mal experimento: yo pasaba días sin ver a nadie, viviendo en mi cabeza, y una vez, respondiendo a una carta especialmente perturbadora, tuve un colapso nervioso. En cualquier caso, esas cartas acabaron convertidas en un capítulo de mi primera novela, Ciudad veintisiete, aunque la mayor parte del capítulo fue eliminada".

Franzen había hecho a sus padres una promesa solemne: si no publicaba su primer libro antes de cumplir los 25, se daría por vencido y entraría a estudiar derecho. Y el libro, el terco primer libro, no llegaba. "Pero de alguna manera completé las 10.000 horas de trabajo que, según algunos, necesitas antes de llegar a ninguna parte", me dijo. En 1985, en un periodo de 10 (intensos) meses, escribió el libro entero. "Y me acuerdo del día en que lo terminé: era a comienzos de noviembre, estaba trabajando en el porche de un piso que teníamos en los suburbios de Boston. Hacía un frío terrible, pero yo me había quedado afuera porque estaba fumando y mi mujer había dejado el cigarrillo recientemente. Cuando me di cuenta de que había terminado, me sentía exhausto y lleno de excitación. Puse los 18 capítulos en una pila y mi mujer me tomó una foto junto a ese manuscrito. Cuando llegó la foto, mi imagen era horrible. Había pasado 10 meses trabajando siete días a la semana, fumando casi hasta matarme. Me veía como un hombre de 60 años".

No tenía 60 años: tenía 29, y llegaba cuatro años tarde al compromiso con sus padres. Pero la publicación de la novela -un duro cuestionamiento de la inocencia del medio oeste en general y de Saint Louis en particular- fue una decepción inmensa. "La sorpresa más grande", escribió, "fue el fracaso de mi novela culturalmente comprometida a la hora de lograr que la cultura se comprometiera con ella. Mi intención había sido provocar; lo que recibí, en cambio, fueron 60 reseñas en el vacío". Con la segunda, Movimiento fuerte, ocurrió lo mismo: el aprecio de la crítica y el ninguneo de los lectores. Y con la caída de su destino literario, su destino personal -verbigracia, su matrimonio- también se estaba cayendo en pedazos. Fue entonces cuando la revista Harper's le hizo un encargo que sería determinante. El resultado se acabaría publicando en el libro Cómo estar solo con el título '¿Para qué molestarse?', pero todo el mundo lo conoce con su alias: 'El ensayo de Harper's'.

"El ensayo de Harper's comenzó siendo un encargo del New York Times Magazine", me contó Franzen. "Un reportaje sobre la disminuida autoridad cultural de la novela norteamericana. Me dieron un presupuesto, pero lo más importante es que me dieron también un pretexto para escribir a los novelistas que yo admiraba. Escribí a mucha gente: a Philip Roth, a Toni Morrison... Don DeLillo fue uno de los pocos que contestaron. Así que lo entrevisté, luego le escribí y él volvió a responder, y pronto estábamos comiendo un par de veces al año. Yo tenía (y tengo todavía) una opinión tan alta de él que al principio fue incómodo estar en su presencia. Pero lo hemos superado. Siempre me ha gustado el contacto con los mayores, saber de qué hablaban, y eso fue parte de mi motivación como escritor: quería unirme a esa conversación. El ensayo no fue solo el lugar donde resolver ciertos problemas, sino la manera práctica de llegar a conocer más escritores, de entrar en contacto con DeLillo o con Donald Antrim, y escuchar que les preocupaban las mismas cosas que a mí. Terminé el ensayo sintiendo que mi maldición era menos exclusiva de lo que creía. Escribirlo me cambió, me liberó para volver a ser novelista con una noción muy distinta de lo que estaba haciendo. Terminé Las correcciones, publiqué la novela y recibí una respuesta muy distinta de la que había recibido con mis dos primeras novelas. Averigüé, en pocas palabras, qué tipo de novelista quería ser".

¿Y qué novelista es ese? En uno de los pasajes más iluminadores de ese iluminador ensayo, Franzen habla de su descubrimiento de una novela que lo marcaría de ahí en adelante: Personajes desesperados, de Paula Fox. "Ese libro era y sigue siendo el mejor ejemplo de cómo el mundo puede verse reflejado en una conciencia individual", me dijo. "Al leerlo me di cuenta de que me había enfrentado al tema de una forma equivocada. Yo me había educado con los maximalistas, esas inmensas novelas que intentan contarlo todo. Pero hay mucho más sobre los Estados Unidos de 1968 en Personajes desesperados que en una novela como JR, de William Gaddis, cuya extensión es cinco veces mayor... Así que me di cuenta de que podía resolver dos problemas a la vez: uno era la obsolescencia de la novela social (me seguía preocupando lo que pasaba en el mundo, pero los métodos de la novela social ya no eran una opción viable), y el otro, la posibilidad de hacer lo que llevaba mucho tiempo deseando: habitar el mundo íntimo de los personajes. Así que Paula Fox me enseñó el camino. Y me parece muy elocuente que el libro estuviera descatalogado mientras que las grandes novelas socialmente comprometidas de los posmodernos estaban ganando premios, volviendo famosos a sus autores".

El artículo de Franzen y su posterior prólogo dieron una segunda vida a Personajes desesperados. Franzen, por otra parte, es uno de los principales valedores de escritoras como Alice Munro. Y, sin embargo, tiene el raro honor de haber sido la víctima en una de las controversias más ridículas de los últimos años en Estados Unidos. Tras la extraordinaria reseña que la crítica Michiko Kakutani le dedicó a Libertad en el New York Times, un par de escritoras encabezaron un curioso movimiento feminista para quejarse del favoritismo que dicho diario mostraba hacia los hombres blancos. Tan notorio fue el debate -aunque llamarlo debate es una hipérbole- que una de las escritoras involucradas en la queja inventó un tag de Twitter, franzenfreude, que definió como "el dolor producido por las múltiples y copiosas reseñas que le han llovido a Franzen". A él, acostumbrado desde que comenzó su éxito a los ataques de mediocres y resentidos, la cosa le trajo sin cuidado. Y, sin embargo, puede encontrar razón en la queja: "El canon olvida a las mujeres. Eso molesta a mucha gente, y me molesta a mí. Suelo tratar de rescatar a escritoras que hayan sido injustamente descuidadas, pero sigo siendo el hombre blanco".

Como 'Las correcciones', 'Libertad' es un examen de un momento -mejor: de un zeitgeist- a través de una familia. Para Franzen, se trata de su novela más autobiográfica precisamente porque es la más puramente inventada. "Las cosas más duras o más interesantes de la vida de una persona no deberían contarse directamente en la ficción", me dijo al respecto. "Son demasiado vergonzantes, o contarlas causaría demasiado dolor a personas que aún viven. Una de las razones por las que fue fácil terminar Las correcciones es que mis padres estaban muertos, así que no era necesario inventar tanto. En Libertad, la cosa fue distinta. Quería, en parte, contar lo que sabía, pero no quería hablar de un matrimonio que ocurrió en 1944. ¿A quién le importa 1944? Dejad que los muertos entierren a los muertos, ¿no? Así que traté de imaginar cómo serían mis padres si tuvieran mi edad. Al ponerme en esa tarea -la de contar un matrimonio que no es el mío-, pude contar mi matrimonio disfrazado. En ausencia de la invención, la autobiografía más profunda no es posible. Y, sin embargo, no sé por qué, la gente necesita pensar en la ficción como autobiografía disfrazada. Tal vez todo venga de un prejuicio muy protestante: que la ficción es mentira. Para esa gente es tranquilizador pensar que una novela no es mentira, sino que el autor ha cambiado los nombres y los detalles, pero manteniendo la verdad de lo que le ha pasado. ¿Por qué leer mentiras? Mejor leo algo que me enseñe, piensan ellos, algo que me permita mejorarme".

Franzen ha reflexionado con terquedad y lucidez sobre el rol que juega la literatura de ficción en nuestras vidas, y sobre lo que perderemos cuando esa curiosa actividad (la de leer y escribir sobre gente que no existe) sea desplazada definitivamente. "Hay quienes sostienen que la no ficción nos da todo lo que la novela puede dar, así que ya no necesitamos novelas", me dijo, "pero hay ciertas cosas que la ficción hace mejor que ningún otro medio. El acceso a la vida interior de otras personas, con toda esta riqueza de gradaciones, es algo que solo la ficción puede dar. En la ficción podemos entrar en la mente de una persona y en seis palabras salir y entrar en la mente de otra. Fundamentalmente, esto estimula algo que podemos llamar 'simpatía liberal'. Jane Smiley habla de 'la novela liberal', con lo cual se refiere a la novela a secas: la posibilidad, no, la necesidad de presentar puntos de vista que no son los tuyos hace que uno deba abandonar cualquier absoluto moral. Así que la complejidad moral es una especie de segunda piel para un escritor de ficción".

Y los personajes de Franzen no son extraños a la literatura. Aunque a él, según dice, nunca le ha interesado escribir sobre escritores, le gusta reconocer el hecho de que los libros tienen un lugar en la vida de la gente. Así sucede en Libertad, donde Patty lee a Tolstói, y Joey, lamentablemente, no logra interesarse en Expiación. "Me supo mal, sí. Pero luego me llegó razón de que a McEwan no le había importado. Dijo que si él hubiera sido Joey en ese momento, tampoco le habría gustado su libro. Qué puedo decir: a mí me interesa el mundo de la gente que lee novelas. Sí, la tecnología seduce a muchos más jóvenes ahora que hace 20 años, y puede que se avecine un periodo de decadencia sostenida de la novela, pero el público es todavía muy grande. Aun si fuera pequeño, contaría con mi lealtad. Si seguimos escribiendo como si importáramos, seguiremos importando a la gente que lee novelas. La manera de conservar nuestro territorio no es darnos por vencidos y comenzar a escribir para nosotros mismos, sino tratar de escribir libros que sean relevantes".

Franzen hizo una pausa y me dijo: "Mire, un sastrecillo. El pájaro cantor más pequeño de Norteamérica. Siempre vuelan juntos, así que ahora vendrán otros. Para cuando estén todos, habrá unos quince. Una especialidad de la costa oeste. No se pueden ver en ninguna otra parte".
Franzen escribió 'Libertad' durante el primer año de la presidencia de Obama. Pasó los años de Bush luchando con el libro, pero sin llegar a ningún lado, y no es una coincidencia que la novela solo se pusiera en marcha la semana anterior a las elecciones, cuando Estados Unidos asistía a esa sorpresa inverosímil: el candidato negro iba a ganar. "Solo entonces pude relajarme y ponerme a escribir", me dijo. Se había pasado los años de Bush asistiendo, con fascinación y repulsa, a la degradación progresiva del discurso político. "La política me parece muy tonta, muy simple: exige que uno piense que tiene la razón y que el contrario está equivocado. La mayor crítica que se le hace ahora a Obama es que piensa en las cosas de una forma muy complicada, mientras que una novela que no piense las cosas de una forma complicada simplemente no sirve. Así que hay una antítesis fundamental entre la política y la novela. Alguien debería llevar esta noticia a la Academia Sueca". Pensó un momento y añadió: "Soy una rara mezcla: alguien lleno de opiniones políticas que al mismo tiempo tiene muy poco respeto intelectual por la práctica de la política".

Varias cosas pasaron en esos años, los años de la lenta concepción de Libertad. Su relación con su mujer es una de ellas. Kathryn Chetkovich tiene una colección de relatos, Friendly fire, pero durante los últimos años ha estado dedicada de manera constante a la dramaturgia. Es además la autora de un bellísimo (y descarnadamente honesto) ensayo sobre su relación con Franzen: Envidia. "Esta historia trata de dos escritores", comienza el texto. "Esta historia trata, en otras palabras, de la envidia".

Pero en la vida de Franzen hay otra historia de dos escritores: su amistad con el novelista David Foster Wallace, que el 12 de septiembre de 2008 se ahorcó en el patio de su casa de Claremont, California. Franzen y Wallace habían comenzado a escribirse 20 años antes, en 1988. Dos años después del suicidio, Franzen publicó un ensayo en el que trataba de lidiar con esa pérdida; yo no conocía el ensayo cuando le pregunté, precisamente, cómo lo había hecho. "Dave, Dave, Dave...", dijo Franzen entrecerrando los ojos. "Lo que hizo me enfadó mucho, pero también la forma en que lo hizo. Lo digo en el ensayo: siempre supe que él sabía que el suicidio era una movida profesional. Por supuesto que no se mató para promover su carrera, pero estaba consciente de que lo haría. Lo terrible fue el contraste entre la adulación con que la comunidad literaria recibió su suicidio y mi conocimiento de los crueles, miserables detalles de lo que había hecho, de la traición que eso implicaba, de cuán salvaje era la agresión... No lo sé... La gente que lo llenaba de elogios tras su muerte era la misma que nunca lo había nominado para un premio nacional mientras estaba vivo. Y es particularmente grotesco ver que la principal reseñista del New York Times, a quien Dave detestaba, la mujer que siempre había tratado sus libros de una manera boba y mezquina, de repente se subía al tren y gritaba loas al genio".

"¿Y cómo marcó esa muerte la escritura de Libertad?", le pregunté.

"Bueno, siempre fuimos competidores amistosos", me dijo Franzen. "Así que pensé: oye, todavía estoy vivo. Tan pronto pasaron las seis semanas que siguieron a su muerte, literalmente la mañana que siguió al último servicio funerario, me enterré en Libertad. Mientras tuviera esta novela, pensaba, no tendría que lidiar con la tristeza. Libertad se convirtió en un mecanismo para diferir la tristeza".

Pensé en uno de los relatos de Wallace, El suicidio como una especie de regalo, pero la asociación de ideas me pareció inoportuna y aun grosera, y me avergoncé de ella.

Un canto se oyó al cabo de un rato. "Muy interesante", dijo Franzen. "Oiga eso: es un chivirín de cola oscura. Es raro que esté aquí. Su canto es muy fácil de distinguir. Óigalo".
(Entrada, Margarito).

sábado, 22 de octubre de 2011

Ignacio Aldecoa. "Parte de una historia".







Merche que ha cruzado a nado tantas veces El río de la fotografía me recordó la existencia de una novela corta de Ignacio Aldecoa, tan corta que es Parte de una historia (Alianza 1995). Una novela que se desarrolla en La Graciosa con personajes conocidos y, muchos de ellos, familia directa de Carlos.







Esto me hizo rememorar la idea que de isla tengo desde pequeño porque a pesar de haber nacido y vivido en Lanzarote nunca me he sentido habitante de una isla, mucho menos aislado. Los lugares estaban lejos, el mar con una presencia como el aire. Isla: porción de tierra rodeada de agua por todas partes menos por abajo y arriba, si exceptuamos cuando llueve. Con esa idea coincide la imagen de la foto. Más isla sería si estás en ella y con el mar malo sin poder salir de allí. Aislado es estar en una porción de tierra rodeado de tierra por todas partes menos por arriba. Salvo cuando llueven piedras que es la sensación que he tenido en algún lugar de cuyo nombre lamento acordarme.




Esta son algunas ideas de islas, pero ¿cuál tendría un, eternamente joven, Ignacio Aldecoa proveniente de un continente en casa de Jorge en La Graciosa? La isla como brevedad, como fugacidad de tiempo y espacio. El gran escritor de relatos nos describe la isla en que todos vivimos a través de la metáfora de unos naufragos en una isla habitada. Naufragos despreocupados y viviendo lo inevitable con una leve intensidad. Naufragos de los que desconocemos de dónde vienen y, ni siquiera ellos, a dónde van. Tampoco es que sea relevante. Con una inquietante presencia: la del acantilado de cinabrio inevitable desde cualquier punto de la isla.







Como hace tiempo que no estoy en La Graciosa te ofrezco una imagen del acantilado de Famara, pero desde arriba, desde el Rincón.


Así nos la presenta Alfaguara para la reciente reedición:


Parte de una historia
Ignacio Aldecoa
La última novela que escribió Ignacio Aldecoa. Una huella honda e imborrable en la narrativa española del siglo XX.
El planteamiento es sencillo: a una aldea de pescadores de una isla del Atlántico –La Graciosa, en Canarias— llegan unos hombres extraños que alterarán, por poco tiempo pero dramáticamente, la vida cotidiana de los isleños.
Fluye bajo la historia uno de los grandes temas contemporáneos: el enfrentamiento entre la sociedad tradicional y la sociedad moderna urbanizada.
Por su precisión narrativa, por la perfección de sus diálogos y por la belleza austera de sus descripciones, Parte de una historia es uno de esos libros que los críticos llaman una obra maestra y los lectores leen con el más profundo gozo literario.


Ficha técnica: Colección: Hispánica. Páginas: 248. Publicación: 17/04/1995.

"Vive como puedas" de Joaquín Berges...

Acerquémonos a nuestra próxima lectura tertuliana... y compartamos la invitación que Almudena Grandes nos hace en el País Semanal.




Tusquets.

"Vive como puedas" no oculta su guiño a la familia libertaria y antinconvencional de una famosa comedia de Frank Capra de parecido título, y con él el homenaje al género de las screwball comedies clásicas, traídas al presente. El autor de "El club de los estrellados", Premio a la Mejor Ópera Prima en español de 2009, nos propone una comedia de situación descacharrante, con personajes y escenas inolvidables, y donde de nuevo lo cómico alterna con lo profundamente emotivo, marca de la casa.

Vídeo: "Vive como puedas" - Joaquín Berges - Book trailer. 11/05/2011. Por más que le recomienden tomarse las cosas con calma, y que su mujer, naturista convencida, quiera inculcarle los hábitos de una aburrida vida sana, Luis no gana para sobresaltos. Su primera mujer, Carmen, se ha casado con su primo Óscar, un arribista que no sólo se ha quedado con ella sino también con el puesto al que aspiraba Luis en la empresa de energía eólica para la que trabaja. Entre llamada y llamada de su madre para hablarle de la tensión arterial, Luis intenta resolver los conflictos de su hijo pequeño en el colegio, preocuparse de los líos de sus hijos mayores con las drogas de diseño, asumir que sigue enamorado de Carmen y aplaudir las actuaciones de un peculiar payaso que conoce gracias a sus hijos...



Vídeo: Presentacion 'Vive como puedas' de Joaquín Berges - Fnac Arenas Bcn. /06/2011.Presentación de 'Vive como puedas' de Joaquín Berges, Nuevo Talento de Literatura Fnac. Presenta el acto: Javier Pérez Andújar (escritor). Lugar del acto: Fnac Arenas (Barcelona). Fecha: Mayo 2011.






Almudena Grandes, con vehemencia, nos obliga, mas que invita, a leer el próximo libro de la tertulia. Está invitada.



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ALMUDENA GRANDES ESCALERA INTERIOR
Equilicuá!'
ALMUDENA GRANDES 03/07/2011


¡Equilicuá!
Esa era la única palabra que aparecía en la portada del manuscrito.

"Un placer entreverado de asombro es lo que sintió a medida que avanzaba en su lectura".

Al leerla, la escritora sonrió y pensó que aquella expresión antigua y estrambótica, que le posaba en el paladar un sabor infantil, como un trozo de pan con una onza de chocolate incrustada en el centro, era un título muy raro para una novela. Los otros concursantes habían optado por expresiones más prestigiosas, pero la verdad es que ahora, ocho años después, no se acuerda de ninguna. Ni siquiera de la que ganó.

Recuerda muy bien, sin embargo, lo que sintió al leer aquel manuscrito, un placer entreverado de asombro, que se fue haciendo más sólido, más placer, a medida que avanzaba en su lectura, mientras la diversión que se desparramaba de un argumento tan loco se iba haciendo más compleja, más sutil, hasta desmarcarse por completo, sin piedad, de los modelos que dominan los premios literarios. Era un primer libro, y se notaba. Tenía errores, vacilaciones, excesos y defectos, pero al volver la última página, sólo pudo pensar una cosa. ¡Qué novela más buena!

Con esa sensación rara y espléndida se marchó a Badajoz. Con ella viajó Luis, ingeniero industrial, con un buen trabajo en el campo de las energías renovables, con una buena casa y espacio de sobra para sus cuatro hijos, con un buen amigo, médico de profesión y psicoanalista aficionado, con una mujer joven, perfectamente equilibrada, con una exmujer madura, carnal, fumadora, malhablada, y sobre todo, con una empanada descomunal a cuestas. Un hombre feliz, que cree que es feliz, que no se considera con derecho a sentir que no lo es, que sabe que es infeliz y que escribe un diario para intentar comprender algo de lo que le pasa. Un hombre bueno, que hiere a los demás sin pretenderlo, que se propone ser cariñoso, tierno, progresista, justo, buen amante, políticamente correcto, y casi ninguna noche logra acostarse sin que alguna mujer le llame machista, sin que alguno de sus hijos le reproche su falta de atención, sin que su única madre le haga sentir que es un hijo único defectuoso. Un hombre trivial, al que parece que no le pasa nada, y le pasa la vida, y la muerte le pasa y le parte por la mitad. Un hombre extraordinario, normal y corriente, como cualquiera.

Por eso, porque cuando se sentó alrededor de una mesa con el resto de los miembros del jurado estaba segura de que todos se habrían reído tanto, se habrían emocionado tanto, se habrían sorprendido tanto como ella, y dio por sentado que la reunión sería breve. Se equivocó. Ocho años después, también se acuerda de eso.

-Pero, no lo entiendo... ¿No os gusta? Pero, ¿cómo puede no gustaros? ¿No os ha parecido brillante, emocionante, no os habéis reído? Perdonadme, pero es que no me lo puedo creer...

Y ganó otro libro. Por mayoría, eso sí, porque unanimidad, ni por encima de su cadáver. Estaba tan enamorada de aquella novela que, después de la reunión, hizo algo que jamás había hecho hasta entonces, algo que no volvería a hacer. Cogió discretamente la plica, la abrió, apuntó el nombre y la dirección del autor en un papel y se lo guardó en un bolsillo. Así, cuando volvió a casa pudo seguir haciendo cosas que nunca había hecho. Lo primero fue escribir una carta al autor para contarle cuánto le había gustado su novela, para que lo siguiera intentando, para que no se desanimara, para que supiera que, al menos, ¡Equilicuá! había conquistado a una lectora para siempre en un país donde todos los días se publicaban, con faja y publicidad, libros incalculablemente peores que el suyo. Después llamó a Juan, su lector, su editor, su cómplice.

-Tienes que leerla, tienes que leerla, por favor, por favor, prométeme que la vas a leer...

Desde entonces han pasado ocho años largos y un montón de cosas. A Juan le gustó la novela, encargó un par de informes, los dos fueron buenos, todos propusieron la misma reescritura, el autor se lo pensó, declaró que estaba exhausto, que no podía volver a corregir un manuscrito en el que llevaba tantos años trabajando, que prefería escribir otro libro. Y eso hizo.

En 2009, cuando Tusquets acababa de publicar El club de los estrellados, la escritora y el escritor se encontraron por fin en la fiesta del 40º cumpleaños de su editorial. Aquel encuentro podría parecer un buen final para esta historia, pero, ¡equilicuá!, existe otro mejor.

Joaquín Berges acaba de publicar una novela titulada Vive como puedas y que cuenta la historia de Luis, ingeniero industrial, hombre feliz. No es exactamente el mismo libro que la escritora leyó cuando era miembro del jurado del Premio Ciudad de Badajoz de Novela 2003. Es mucho mejor. Sigue siendo tan raro, tan sorprendente, tan hilarante, y emocionante, y brillante, y tierno como aquel, pero la madurez le ha sentado tan bien como a la seductora exmujer de su protagonista. Lo demás, ya se lo pueden imaginar.

Tienen que leerlo, tienen que leerlo, por favor, por favor, prométanme que lo van a leer...



¿Quién se atreve a no hacerlo?




Nos vemos el 25 de noviembre en para comentarlo.