Este verano le cogí a mi padre El laberinto de las aceitunas (todas sus obras en Seix Barral. Ésta publicada en 1982) que se lo había leído mientras estaba ingresado en el hospital, así lo atestiguan las manchas producto de los sueros y el marca libros. No me imaginé que sus propiedades terapéuticas fueran heredadas por mí. Un mes después estaba disfrutando del generoso efecto analgésico de su lectura. El dolor de mi cojera disminuía, o lo olvidaba, mientras vivía las locas aventuras detectivescas, eso sí, narradas con un vocabulario de lujo y de diccionario. Las risas disimulaban mi dolor al tiempo que los personajes ni se daban cuenta de lo deshubicados que estaban, tanto en el tiempo como en el espacio.
Recordé las noticias que hacía de Gurb (1990) un divertido testimonio de una época y una sociedad y como en otra época los efectos analgésicos de los problemas aéreos de Pomponio (2008). Parece que la obra de Mendoza nos lleva a la inacción. Todo lo contrario ya que las exageraciones no son otra cosa que lentes de aumento para reflejar una realidad problemática y cambiante.
Esto nos lo muestra en otras novelas que podríamos denominar históricas como La ciudad de los prodigios (1986) y La verdad sobre el caso Savolta (1975). La primera es un gran relato histórico sobre la Barcelona del ensanche en la que no ahorra los conflictos sociales y políticos. En La verdad sobre el caso Savolta, una vez más, la trama policíaca sirve de estratagema para reflejar la lucha de clases siempre en su Barcelona. Parece que estas novelas anticipan como en un ejercicio de estilo Tres vidas de santos (2009) que trata la época franquista a base de tres relatos, también basados en hechos reales, pero contados con el humor, no tan desbordado, de las otras obras. Nos queda Riña de gatos. Madrid 1936. (2010) que reseñaremos cuando la hayamos leído y que se ambienta en el Madrid previo a la Guerra Civil, toda una novedad para el barcelonés Eduardo Mendoza Garriga
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