domingo, 20 de marzo de 2016

"Cicatriz" de Sara Mesa.


Mercurio revista de la fundación José Manuel Lara nos presenta este comentario.


Las amistades peligrosas

TINO PERTIERRA  JUNIO-JULIO 2015

Cicatriz
Sara Mesa
Anagrama
200 páginas | 16,90 euros



CicatrizL
a fantasía crece y crece en esta novela de heridas ocultas y cicatrices a la intemperie, una historia de dos seres (la convencional Sonia y el misterioso Knut) que hacen de sus mundos irreales una realidad que envuelve, invade y esclaviza. Sí, como la sociedad de consumo que hace las veces de gigantesco decorado para sus soledades. Sara Mesa (Madrid, 1976) confirma el talento mostrado en su anterior Cuatro por cuatro con un texto que se aferra a solo dos seres unidos por aquello que les aleja. Mesa está atenta a los síntomas de una naturaleza inestable para colocarlos en un tablero donde los movimientos tienen la cadencia de un péndulo de atracción y rechazo. Cada gesto cuenta en Cicatriz: un simple pelo como botín puede convertirse en metáfora de una posesión aplazada y temida. El morbo impone su ley a los personajes pero la autora lo esquiva con inteligencia cerrándonos la mirilla cuando menos te lo esperas.
El trasvase de identidades se muestra con una progresión muy calculada. De pronto, robar juntos se convierte en una aventura, un brote de transgresión, y al mismo tiempo una cadena que engarza. El ladrón se convierte en un notario del consumismo que expolia el sentido común y altera la sensibilidad. Libros, lencería, perfumes, móviles… A ella no le fascina lo que le regala sino los métodos que utiliza para conseguirlos. Una especie de Robin Hood amoroso. Mesa perfora la psicología de su protagonista para hacer inventario de pulsiones sin control. Si lo fascinante de la relación anida en lo indirecto, la autora lleva esa convicción a su forma de narrar. Entre líneas se cuentan muchas cosas. Insinuaciones al poder como forma de atender las necesidades de la fantasía: es más importante imaginar a Knut preparando los paquetes con los regalos que el contenido de los mismos. Imaginar lo que imagina con ella. Lo más excitante siempre es la propuesta. Mentalidad masculina: en línea recta. Frente a la femenina: dar vueltas. La frustración como un arte dichoso: “No hay forma más placentera de concebir una fantasía que saber que su realización es imposible”. Vivan las mentiras que nos hacen sentir vivos. El coqueteo con lo antagónico, el sexo como degradación, la constatación de que echar de menos un instante es echar de menos a aquel que éramos entonces.
Cicatriz está despojada de cualquier adorno que entorpezca su ritmo inalterable mientras teje el tapiz íntimo de sus personajes, vinculados primero por la vía virtual y luego por un contacto físico que nunca deja de ser ilusorio. Que el origen de todo tenga lugar en un foro literario de internet predispone al lector a encontrase con dos exploradores de la palabra. De la ficción como escudo de la realidad. Su cruce de correos anticipa amistades peligrosas que los saltos cronológicos llevan a un puzzle narrativo que a veces revela y a veces esconde información. Mesa aparta las espinas para dejar la conciencia de sus personajes vulnerable y expuesta a los rigores de la incertidumbre. Pero si la construcción de Sonia demuestra la capacidad de la autora para colarse por las rendijas de su psicología y mostrar sus más recónditos secretos, incluidos los que ella misma desconoce, la labor de diseño a la que somete al esquivo y calculador Knut no es menos admirable. Su condición de extraña ave de presa que parece divertirse más sobrevolando a su víctima que cazándola le hace imprevisible, cada nuevo movimiento es inesperado, cada acción le convierte en un estratega implacable de la seducción más perversa porque nace, precisamente, de una falta desarmante de culpabilidad.

Lourdes nos sugiere esta lectura de una sevillana, desde niña, que indaga en los caminos, siempre en cuesta y polvorientos, de la atracción. Un inicio que promete, utilizo esta palabra porque sugiere está sobreusada, vínculos eróticos más allá de la lencería y que podrían adentrarse, a través de alguna cicatriz, en vidas y biografías se queda en la superficie, no de la epidermis, sino de la lencería. Este fetichismo comercial de marcas, tejidos, costuras, perfumes, bolsos, guantes, zapatos se es disimulado por la alteración de la usual compra por el hurto, no oneroso sino dadivoso. Para complicar más la situación de esta aparente anticomercial publicidad, la relación episto-comercial parte del tránsito de libros a cambio de relatos que el "ladrón generoso" corregirá implacablemente a la vez que estimula su escritura. Todo esta apariencia de nueve novelas y media, de exaltación de las cosas al tiempo que de las lecturas, ambas como adornos de una persona que se disuelve en el vacío cotidiano. Así la lencería y los libros toman protagonismo frente a la repuesta, esperada y deseada pero nunca realizada,humana y personal. Algo similar pasa con el encuentro sexual de los protagonistas, el deseo se mitifica como fetichismo sustituyendo al sexo. Al final nos quedamos con la insatisfacción de comprobar como las soledades singuen siendo soledades, cada vez más inevitables, y como ,ni siquiera, son mitigadas por el sexo.

lunes, 7 de marzo de 2016

"Farenheit 451"

 





 Charlie se quedó pasmado ante el ordenador cuando yo repasaba la película de Truffaut.  Resulta mágico que una novela de Ray Bradbury de 1953, adaptada al cine en 1966 capte la atención de un crío de 9 años en 2013. Pero para complicar más la diversidad de productos culturales que genera la fantasía de Ray Bradbury nos encontramos en una librería la adaptación al formato de cómic, novela gráfica, debida a Tim Hamilton. 

       La frialdad de los actores, los decorados  artificiosos intencionadamente, los planos muy verticales desde la perspectiva amenazante de la tecnología que se introduce con su falsa intercomunicación hacen de la película de Truffaut una obra maestra atemporal que nos ayuda a convertirnos en hombres-libro, a pesar de no aparecer ni una letra en toda la película, ni en los títulos de crédito.  La gélida película potenció el interés de Cahrlie por el cómic que de forma esquemática, con dibujos con grandes manchas planas de tita, con trazos y colores autolimitados nos transcribe las sensaciones, la pena es que también las escriba, porque no renuncia a la escritura como si hiciera Truffaut. 

     Las tres obras nos asustan ante el horror de diluirnos en la nada del poder, en dejarnos llevar a la muerte del olvido, al mal de la banalidad, del cumplimiento de órdenes, deseos o normalidad ajenas. Tambien es un canto a la esperanza, a la alternativa de la memoria, del recuerdo, de los afectos y la naturaleza. Todo esto es lo que nos enriquece y hace que funcionemos como libros que atesoran una creciente riqueza. Abrámonos y sigamos leyéndonos.






El Mundo reseña la aparición del cómic:

Tim Hamilton quema con viñetas los libros de 'Fahrenheit 451'

[foto de la noticia]
En un futuro indefinido, los bomberos, que controlan a una población alienada por la televisión, ya no apagan fuegos sino que se dedican a quemar libros; este es el punto de partida de 'Fahrenheit 451', la novela que Ray Bradbury publicó en 1953 y Tim Hamilton revisa ahora en versión cómic.
"Lo que el lector tiene ante sí es el rejuvenecimiento de un libro que una vez fuera una novela corta, que una vez fuera un relato corto, que una vez fuera un paseo por la manzana, un muerto viviente en un cementerio", explica Ray Bradbury en el prólogo de esta novela gráfica, en la que también ha colaborado.
Una noche como otra cualquiera Guy Montag, un bombero que disfruta de su trabajo y del olor a queroseno, está de regreso a casa cuando se encuentra con la joven Clarisse McClellan.
Este primer encuentro marcará un punto de inflexión en la vida de Montag, que empezará a cuestionarse su realidad a raíz de las reflexiones de Clarisse que, con un comportamiento antisocial, charla sobre una época pasada en la que los bomberos apagaban fuegos, no ve la televisión y disfruta del rocío de la mañana.

Un clásico

'Fahrenheit 451' -cuyo título hace referencia a la temperatura a la que arden los libros-, fue adaptada al cine en 1966 por François Truffaut, y es una de las novelas de ciencia ficción más influyentes de la historia gracias, en parte, a la poética sociedad distópica que desarrolla.
Para su adaptación en viñetas, Tim Hamilton huyó de la película de Tuffaut, que no vio por "miedo" a que afectase a la imagen que la novela gráfica tenía que tener para él.
"Quería adaptarla como una fábula actual, así que evité ilustrar la novela de forma hiperrealista, que es un estilo que se ha hecho muy popular en los cómics actuales", explica Hamilton en una entrevista a través de correo electrónico.
La historia de 'Fahrenheit 451' (451 Ediciones) se desarrolla en una ciudad sin nombre y un momento en el futuro que desconocemos, ese era uno de los aspectos que el ilustrador quería "reflejar" mediante "una forma artística muy marcada y gráfica".
"En realidad, mi primera idea fue dibujar todo el libro en dos únicos tonos, pero al final me decidí por un paleta de colores limitada, porque las limitaciones son la madre de la creatividad", aclara Hamilton, señalando que cada imagen fue trazada con "el menor número de colores y de líneas posible".

Color escaso y clave

En las imágenes de la novela gráfica, el uso del color es escaso pero "muy importante". Los azules y verdes "añaden la textura fría" que discurre en la mayoría de la obra y las páginas con llamas, rojas y amarillas, "se alzan en oposición a estos tonos".
Influido por "el arte en general", especialmente por el dibujante Egon Schiele y "cualquier tipo de anuncios", Tim Hamilton confiesa que para la elaboración de este cómic revisó pósters Art Decó, carteles de la revolución rusa e ilustraciones de los años cincuenta.
Para el ilustrador, adaptar 'Fahrenheit 451' fue un gran reto porque "la gente conoce tan bien el libro" que era imposible improvisar nada en la historia, de ahí su decisión de "centrarse" en la parte artística.
"Estoy seguro de que surgirán críticas acerca del rápido flujo que tiene la novela gráfica, o que digan que no era necesario hacer una versión cómic de la novela original", aclara.

Algunas críticas

Ya se han alzado voces críticas en Estados Unidos que temen que los niños puedan llegar a sustituir la lectura de la novela de Bradbury por esta versión "simplificada" de la historia. Hamilton se muestra de acuerdo "en cierta medida", pero señala que su adaptación no es una novela, sino"un animal diferente".
"Esto es una novela gráfica, una película es una película y así sucesivamente. Demasiado de una cosa no es bueno, ese es el mensaje de 'Fahrenheit 451'".

"La tierra que pisamos" de Jesús Carrasco.


Calola y Carolina nos proponen la lectura de la segunda obra de Jesús Carrasco. Las críticas no parcecen ser las mismas que con Intemperie . Lo leeremos y contrastaremos nuestra opinión con la de estas críticas.


María José nos envía esta crítica de la sección de libros de El País, Babelia.

Mucho dolor anestesia

'La tierra que pisamos' de Jesús Carrasco mantiene la calidad de su escritura, pero algo no encaja. La voz entrometida de la narradora y la exageración del tono lo alejan de su talento.



El debut narrativo de Jesús Carrasco (Badajoz, 1972) hace tres años tuvo algo de terapéutico para el medio literario español. Intemperie era reconocible dentro de una tradición realista con especial atención al vocabulario rural (y fue comparada con la obra de Delibes). Además, la ausencia de referencias espacio-temporales y la capacidad de fabular con elementos arquetípicos la emparentaban con una tendencia de la novela internacional (y fue comparada con La carretera, de Cormac McCarthy). Era a la vez “español”, realista y moderno.
El modelo de La tierra que pisamos podría ser Coetzee. Es una ucronía: España, a comienzos del siglo XX, ha sido invadida por un imperio que se extiende de Rusia a África. En un pueblo extremeño, los militares jubilados con méritos viven su retiro. Eva Holman, esposa de un coronel sanguinario, hoy viejo, enfermo y dependiente, descubre en el jardín de su casa a un misterioso mendigo de nombre Leva. Contra las ordenanzas que prohíben el trato con “indígenas”, Eva tiende la mano al extraño y su propia vida comienza a depender de la reconstrucción de la historia del superviviente. ¿De dónde ha salido este hombre mudo? ¿Por qué todo indica que vino del norte, a pesar de ser un lugareño? Así, nosotros leemos los cuadernos de Eva, en primera persona y en presente, en los que se entrelazan tres tramas: el movimiento hacia la compasión de Eva, el campo de trabajo en el que fue prisionero Leva y, por último, la detención de Leva y el exterminio de su familia. 
La propia coexistencia de estas tramas las desactiva. Uno ya sabe qué va a suceder y no espera ningún giro imprevisto ni, lo que es más importante, ningún cambio sustancial en los personajes. Esto no sería importante si La tierra que pisamos no hiciera tanto hincapié en la psicología de sus personajes y su “despertar” a una nueva realidad, pero tanto Eva como Leva son personajes estáticos desde las primeras páginas. Ella, “una rebelde” convencida de la humanidad del Otro, del extraño; él, un niño y un loco, en palabras de Eva, a quien el horror ha dejado mudo. Además, la narradora explica con detalle el estado de ánimo de los protagonistas y lo que van a hacer, sin sugerencia ni expectativa. Todo parece previamente pensado y digerido. El lector no descubre las cosas por sí mismo según suceden (la pertinencia de una narración en presente), sino un poco antes por la voluntad de la narradora.
Por ello, la novela termina cumpliendo con la encarnación literal y tediosa de una metáfora: la peligrosa dialéctica de civilización y barbarie.
De alguna manera hay una paradoja conocida en narrar lo indecible con demasiadas palabras. Uno no puede dejar de recordar los testimonios de los supervivientes de los campos de concentración, desde la nitidez llena de aristas de Primo Levi hasta el laconismo de Odette Elina. Pero la descripción de Carrasco de los campos de trabajo se mantiene en una panorámica tremendista donde todo dolor es mayúsculo, y empacha.
Además, Carrasco trata demasiado bien a sus personajes: respeta sus límites y no permite que interactúen. Algo que lo distanciaría, por volver al modelo de un desmoronamiento narrado en tiempo presente, de Coetzee.
La tierra que pisamos es una novela fallida. Aunque es evidente la calidad de la escritura de Jesús Carrasco, despojada aquí del fetichismo léxico de Intemperie,algo no ha terminado de ajustarse a su indudable talento. Quizá la voz en primera persona de una narradora a medio camino de lo lírico y lo entrometido. Quizá la exageración del tono siempre elevado con que narra un “horror” que, a pesar del hiperrealismo, termina volviéndose abstracto. Quizá porque sus materiales daban para un relato más breve.
La tierra que pisamos. Jesús Carrasco. Seix Barral. Barcelona, 2016. 272 páginas, 18 euros


La podemos complementar con esta otra de El Periódico.

La tierra dolorida

La segunda novela de Jesús Carrasco se enfrenta a sus expectativa.

DOMINGO RÓDENAS DE MOYA

MARTES, 16 DE FEBRERO DEL 2016 
Jesús Carrasco. 
Seguramente la novela más difícil para un escritor es la segunda después de su consagración. Jesús Carrasco obtuvo un contundente estreno literario con Intemperie (2013), un relato árido sobre la maldad y el desvalimiento, atravesado por el aire del 'western' y con una interna pujanza simbólica. La crítica elogió aquel debut por la originalidad de las fuentes inspiradoras del relato, por la sostenida tensión de su trama y por la sobria precisión de la prosa. Esa es la gabela del éxito: la expectativa que crea.
En 'La tierra que pisamos' reencontramos rasgos ya conocidos: el estilo desnudo recorrido a veces por calambres líricos, el paisaje despoblado, el aislamiento de un puñado de personajes, una huida misteriosa, la violencia latente a punto de descargar su furia, la compasión y el horror. Todo ello se pone en danza en un escenario rural con tintes distópicos: una región extremeña (Tierra de Barros) en una futura España que ha sido anexionada por el Imperio (no se dice pero puede suponerse una Gran Alemania) y la que el ejército invasor continúa las tareas de pacificación. A ese lugar se ha retirado un matrimonio de vencedores, el cruel coronel Iosif Holman, ahora reducido a un desecho humano, y su esposa Eva, la narradora. El conflicto se plantea cuando un hombre enigmático, Leva, que se niega a hablar, se refugia en el huerto de la finca, entre bancales y hortalizas. Del miedo inicial, Eva va evolucionando hacia formas de aproximación más complejas que le permitirán ir accediendo laboriosamente a la historia atroz de Leva, que es la de la atrocidad que la humanidad está condenada a repetir sin cesar, infligiéndola y padeciéndola.
Hasta que la novela empieza a virar hacia la alegoría, mantiene una vigorosa fuerza narrativa apoyada en la perspectiva de la señora Holman, pero en su último tercio el abandono de tal enfoque (o más bien su alternancia) y el contrapunto algo confuso de dos tiempos debilita ese vigor y llega a empañar el simbolismo esencial de la novela: el de la tierra que se pisa, se habita, en la que el dolor une a los vivientes y en la que al fin se transformarán los cuerpos. Hay ingredientes genuinos de gran literatura, pero me parece que no han acabado de cuajar en una obra a la altura de la expectativa creada.

domingo, 6 de marzo de 2016

"La ley del menor" de Iam McEwan.

 Cova propone para leernos en la tertulia selecta, ya no tanto, del Magallanes una obra de Iam McEwan. Ya nos leímos Sábado y Chelsea Beach: Lo primero que me agradó de su lectura es el re-redescubrimiento de un mundo, un mundo que incluye un estilo, y como este mundo, a pesar de las diferencias culturales, económicas, sociales, de idioma...lo hacemos propio y se incorpora como una herramienta más engrasada para interpretar el mundo. Interpretar el mundo desde la contradicción, no hay soluciones, no las puede haber, sí nos plantea incómodos dilemas que sufrimos con lo s protagonistas.
     Las descripciones detalladas, minuciosas pero fluidas (a pesar de tratarse de una traducción), parece ser el rasgo distintivo del estilo predominante en este mundo. Los entornos urbanos son descritos como un gps con street view, barrios, edificios(alguno se repite como las canchas de squash en un cine reconvertido que también aparece en Sábado), coches, carreteras, puentes, señales de tráfico, y la lluvia siempre presente, con más o menos viento. También son detalladas las descripciones de las actividades profesionales: juez, abogado, profesor, secretario, mayordomo, o cirujano como en Sábado. Las aficiones, como la música, en su aspecto pasivo y activo se entreveran con la trama principal para no aburrirnos ni por una cosa, ni por la otra. La situación social, económica y cultural, todo en una, es señalada por marcadores muy precisos que no nos dejan ni dudar, pero que también nos muestran un mundo cerrado, quizás sea un elemento más de esta hiperrealismo literario. También parece ser un sello de fábrica estilístico las omisiones elípticas de información, como en el caso de Chelsea Beach, en esta obra recurre de nuevo a este recurso para crear una tensión que nos impide dejar de leer, aunque es innecesario y quizás algo truculento dado el número de páginas y el interés que despiertan.
     Mundo temático, por los temas que trata y los que evita. Ningún personaje tiene problemas económicos ni, por supuesto, de vivienda. los mundos de yupi de los colegios privados y los chóferes, cocineros y mayordomos. La educación básica parece que incluye música, danza, idiomas no (son ingleses, como mucho latín). Lo más complicado que se hace en la casa es correr las cortinas para no sentir la lluvia y el viento, para lo demás está la asistenta. Todo esto prepara el vaso en el que los personajes se van a ahogar. Las decisiones tienen consecuencias que se disfrutan y se pagan con un coste que en muchos casos va a dar lugar a conflictos de egos. Pero esto no es un chiste, es un espejo en el que los personajes son formas en las que nos proyectamos con nuestros dilemas cotidianos: maternidad-trabajo, pasión-comodidad, juventud-experiencia, respetar las normas religiosas o dar prioridad a valores laicos, compromiso y sus consecuencias. Dilemas con los que nos encontramos, ademas tenemos los problemas añadidos, distintos a los de los protagonistas de  la novela como qué le hago de comer mañana a mi hijo o cómo coño hago para pagar la hipoteca. Lo que quizás sí compartamos con los personajes es la inquietud por la falta de sentido que se busca en lo sobrenatural, aunque en la obra predomina una ley laica que libera civilmente de las sumisiones a lo divino, o en los librepensadores como nos sugiere de forma explícita, pero la vía más segura de aproximación a lagún sentido o consciencia del sinsentido pueda ser un café caliente y fuerte que se ofrezca con temor y que es aceptado dando así camino al amor del desayuno y a la precaria comunicación que llene los huecos que son nuestras carencias.



El Cultural  nos  ayuda a una comprensión más amplia aunque creo que José Antonio Gurpegui describe mucho y opina poco.

La ley del menor

Ian McEwan

Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2015. 216 páginas, 17'90€ Ebook: 11'99€
JOSÉ ANTONIO GURPEGUI |
 06/11/2015 


Ian McEwan. Foto: Annalena McAfee

"Era pasión, no devoción, lo que le faltaba" (pág. 30): la cita se refiere a la vida sexual de Fiona Maye, protagonista de La ley del menor, decimotercera novela de Ian McEwan (Aldershot, Reino Unido, 1948). A fin de cuentas, Fiona lleva más de treinta años casada con Jack, profesor de historia que, a punto de cumplir sesenta años, le acaba de comunicar su decisión de gastar su "último cartucho" (pág. 12) manteniendo una relación extraconyugal con una joven que acaba de conocer.



Fiona "tenía un concepto rígido de lo que era convencionalmente correcto" (pág. 15) y, siendo como es juez de los tribunales de familia, no puede soportar esa "carga intolerable". Una situación tan atípica, por la confesión en sí misma, tan en la línea de un Updike o un Roth -por los que McEwan ha manifestado su admiración- resulta per se lo suficientemente atractiva, pero otra línea narrativa interfiere en el desarrollo de la acción: Fiona debe juzgar el caso de Adam, un joven Testigo de Jehová a quién, tres meses antes de cumplir dieciocho años, se le ha detectado leucemia y asume la voluntad de sus padres de rechazar la transfusión que le salvaría la vida.



Desvelar la resolución de estos dos conflictos no implica en absoluto reventar la lectura: Jack regresará a casa tras su insatisfactoria aventura -eso sí, ocupará la habitación de invitados- y Adam vivirá tras recibir la transfusión que solicitaba el hospital. Más interesante, y en este caso no lo revelaré, es lo que ocurre después. "O empezamos a vivir de nuevo, a vivir de verdad, o renunciamos y aceptamos la desdicha desde ahora hasta el final" (pág. 192), llegará a plantear Jack. En cuanto a lo que ocurre con Adam, resulta tan sorprendente que se acerca a la novela de intriga.



Las dos tramas funcionan de forma paralela, con idéntica impronta en el desarrollo de la novela y sin que a priori, ni tal vez a posteriori, exista una interrelación entre ambas. Quizá por ello me ha costado entender la intención, o propósito si se prefiere, de Ian McEwan. La dicotomía entre la libertad personal y la legalidad en defensa de la vida resulta obvia. Ya antes del asunto de Adam, Fiona Maye tuvo que juzgar casos de similar calado: el de unos padres católicos que se negaban a separar a sus hijas siamesas porque una de ellas moriría; el de un musulmán que quería retirar la custodia de su hija asignada a la madre porque no la educaba de acuerdo a sus creencias; o la de unos judíos ortodoxos que también cuestionaban determinados tipos de educación occidental.

Fiona también se plantea la validez del matrimonio socialmente admitido y recomendado como vehículo perfecto para alcanzar la felicidad y plenitud personal: "Su maternidad frustrada [el matrimonio no tiene hijos] era una fuga en sí misma, una huida; una huida de su propio destino" (pág. 52).

Una de las cualidades de McEwan es su interés por documentar(se) con sumo cuidado el marco escénico de sus historias. Así se observa en todo lo relativo a los asuntos legales, o en lo referente a la historia de los Testigos de Jehová, que hasta 1945 tenían permitidas las transfusiones sanguíneas. Sin embargoparece mantenerse deliberadamente alejado de cuestiones de índole teológica.

Lo que parece interesar a McEwan es explorar la psique de una mujer que, ya en la madurez, parece tener todo claro en su vida desde los puntos de vista personal y profesional. La acción se inicia una plácida tarde de domingo cuando el esposo revela sus intenciones; al día siguiente, Fiona se encontrará sobre la mesa el caso de Adam. Según la terminología utilizada por Hemingway, se trata de dos "situaciones límite". La juez decidirá visitar a Adam en el hospital y allí encontrará al "muchacho más dulce del mundo" (pág. 206). Amante como ella de la poesía y la música, después de conocerla él afirmará no ser la misma persona: "Cuando usted vino a verme yo estaba realmente decidido a morir" (pág. 160). Ambos personajes establecerán una unión espiritual que va más allá de la materno-filial o profesional. A Fiona se le presenta, en fin, una situación similar a la que le ha planteado su marido al comienzo de la obra.

No negaré que algunos títulos anteriores de Ian McEwan, como Amsterdam(1998) o Sábado (2005), me parecen más consistentes. Aunque es indudable que Fiona Maye será uno de sus personajes referenciales. 

viernes, 4 de marzo de 2016

"Los surcos del azar" de Paco Roca.

     Edu me insto a comprar y leer este cómic, así lo hice y con Carlos logramos que el propio Paco Roca nos lo dedicase con un dibujo (muchas gracias Paco). Como hicimos constar en este blog, disfruté con Carlos de Arrugas en cómic y en película. La emoción que nos produjo el trazo y color sencillo que nos invitaba a reflexionar sobre el paso del tiempo, la vejez y el deterioro aún la recordamos con cariño. Arrugas con sutileza subrayaba la vida, a través de una distracción nos ayuda a repensar lo cotidiano.
      De las historias particulares pasamos a la Historia, objetivada en las grandes narraciones, pero que tiene como protagonistas a los eternos perdedores, o quizá los auténticos vencedores de unos tiempos que implacables pone a cada uno en su sitio. El sitio al que pone a estos personajes es  la tarima de la realidad constantemente negada por unos y otros. Negadas por los vencedores de la Guerra Civil Española y por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, pero protagonistas de la emoción que ahora los revive. Para mí La nueve era un mito, como quizás lo fueran los bandoleros, el maquis, o la invasión desde el Valle de Arán, pero la sugerencia de Edu la devolvió a la Historia, a la que debemos estudiar en los institutos o en los liceos. Porque la historia oficial francesa y española pretendieron ningunear a unos héroes que, sin perder sus idiosincrasias particulares ni olvidar sus verdaderos motivos (los de la humanidad) lideraron la liberación de París en nombre de otros que sin llegar a ser cobardes fueron oportunistas y se apuntaron el tanto.
   

  En dos planos temporales, perfectamente diferenciados por el color. En uno, blanco y negro y figuras sencillas, vemos como un investigador-autor va en busca de un personaje viejo que vive en un pequeño pueblo francés y que tiene una vida curiosa y solitaria. Este personaje va saliendo de su aislamiento gracias a la intervención del curioso español que le devuelve su dignidad y su relación con los vecinos, ignorantes de la historia del personaje y de su propia historia nacional. En otro plano, remarcado por el color y un trazo que me parece pretende ser más realista como podemos compararlo con las fotos históricas, nos invita a realizar un flahsback que parte del puerto de Almería desde donde pretenden huir de la represión franquista los últimos fieles a la legalidad republicana (recuerdo Colliure y la muerte allí de Antonio Machado y su madre, el título y la cita inicial corresponden a unos versos de este poeta), en un viaje a África en un buque piadoso que se arriesga para salvar a algunos del seguro terror que les espera, conoce a una muchacha de la que se tiene que separa para luchar por la República en la Segunda Guerra Mundial...unos avatares que con violencia bélica, humos, amor, sexo...culminan en la historia que ahora ya sabemos que no es un mito.


    Ayer viernes 15 de abril de 2016, día siguiente al aniversario de la II República, nos reunimos en El Esquinazo (mejor restaurante de La Laguna según TripAdvisor) Calola, Domingo, Lourdes, Maive, María José y Tomás; Ana no pudo asistir por encontrarse indispuesta. Estupendos postres: tiramisú de frutos rojos, crema de cachuetes y chocolates, mus de mango, crema de yogourth, sirvieron para acabar una comida que empezó con mantequilla de romero, ensalada de mozzarella y otra de salmón ahumado, cordero al horno(para algunos algo crudo) con papas fritas en daditos, todo con vino de la Ribera del Duero. Todo por 18 bien pagados euros.
      En un ambiente distendido y cómodo nos dispusimos a hablar del libro desde el vermouth. Lo primero que se planteó fue el género, novela gráfica según Lourdes, de investigación histórica según Calola. Lo poco habitual de los comics en nuestra tertulia (Arrugas y Persépolis) y lo conveniente de disponer de recursos para interpretarlos correctamente no fue obstáculo para la cantidad de sugerencias a las que gratamente nos rendimos: Guerrra Civil, colonialismo en África, refugiados, resistencia, colaboración, hermano Machado... bombas de racimo que dinamizaron nuestro intelecto y sentimientos. Los aspectos formales como el recurso de utilizar para la investigación presente trazos velados, blanco y negro, en cambio el detalle histórico se dibuja con precisión fotográfica. Esto se consideró como que atendía a la memoria difusa del presente del protagonista, mientras que la emoción intensa del recuerdo hacía que, no en el narrador dibujante-investigador, sino en el protagonista al que se invita a contar, los detalles fueran de una nitidez insuperable. Se valoró la investigación histórica, algunos opinaron que excesivamente cargante como en el caso del recorrido por París o las escenas de guerra algo confusas, explicable quizás por lo caótico de las situaciones bélicas. Domingo se confundió al pensar que Paco Roca había dibujado María y yo cuyo autor es Miguel Gallardo.
      Se recomendó actualizar el blog con referencias al Quijote por el día del libro. Ya se ha realizado.
      La elección de fecha, libro y lugar tuvo la complejidad habitual hasta que se llego a un consenso. 
      Nos despedimos hasta dentro de un mes.