viernes, 30 de junio de 2017

"El cuento de la críada" de Margaret Atwood.















                 nos presenta el libro de la tertulia en
                                                  Babelia.


El rigor de Atwood.


La autora canadiense, premio Príncipe de Asturias, no deja nada a la improvisación. La voz de sus personajes en un escenario cotidiano ahonda en el realismo del retrato
Margaret Atwood tiene probablemente el cerebro mejor amueblado de toda la literatura canadiense y es una escritora prolífica y sin duda de inmensa valía, de todo lo cual dan cuenta, con justicia, las principales virtudes que se han recordado con motivo de la concesión del último Premio Príncipe de Asturias de las Letras: su actitud vigilante y casi siempre atinada en cuestiones políticas y sociales, su agilidad y agudeza, demostrada en su ya extensa obra ensayística, para reflexionar sobre temas literarios y culturales, su dominio de la construcción dramática que le permite resolver con gran eficacia narrativa tramas muy complicadas, su concepción realista y comprometida de la literatura que se trasluce en la fuerte vinculación, de raíz crítica, que sus obras guardan con aspectos controvertidos del presente, su uso de dos lenguas literarias, el francés y el inglés, su cultivo con equiparables méritos de diversos géneros





Resurgir / El cuento de la criada

Margaret Atwood
Traducciones de Gabriela Bustelo /
Elsa Mateo Blanco
Alianza / Bruguera. Madrid / Barcelona, 2008
310 y 475 páginas. 18 y 19,50 euros
... Nadie con dos dedos de frente puede desdeñar ningún libro de Atwood, en todos, incluso en los más ligeros y desenfadadamente humorísticos, en los divertimentos a los que tan aficionada es, se percibe el afán de perfeccionismo y rigor de quien no deja nada a la improvisación. Para quien esto escribe, sin embargo, el puesto de mejor escritor canadiense lo ostenta Alice Munro, menos cerebral que su compatriota, menos versátil quizá, pero más capaz en sus relatos de sugestionar al lector haciéndole olvidar el artificio en el que al fin y al cabo consiste toda literatura. Para muestra del talento de Atwood, estas dos novelas, Resurgir y El cuento de la criada, que, es de suponer, se reeditan al calor del premio y que se cuentan entre las más conocidas suyas.
Resurgir, de 1972, fue su segunda novela y se dice que en su composición plasmó algunos de los patrones temáticos de la literatura canadiense que previamente diseccionara en un célebre ensayo, Survival: A thematic guide to canadian literature, del que no hay edición española. Resurgir narra introspectivamente el "resurgimiento" o camino hacia la iluminación de una joven divorciada, lastrada por diversos traumas infantiles y amorosos, que, con su amante y una pareja de amigos, acude en busca de su padre desaparecido a la cabaña donde éste vivía. Allí, a lo largo de siete días, en un omnipresente entorno campestre, los recuerdos del pasado (un amor frustrado, un aborto temprano) se entrecruzan con la evocación del padre a través de la lectura de sus papeles y con las conclusiones, extrapolables a su propia experiencia, que la observación de sus acompañantes proporciona a la narradora. Si bien es atinada y sostenida en el texto la ambigüedad del resurgir al que se refiere el título, pues puede ser tanto el resurgir de viejos demonios como el resurgir a que da lugar su superación, y es especialmente atractiva la entidad que cobra el paisaje (casi un personaje más), gran parte de la temática subyacente, en particular la deudora de cierto argumentario feminista de la época, parece hoy un tanto estereotipada.
Más enjundia tiene El cuento de la criada, una contrautopía, publicada en 1986, que transcurre en una supuesta república fundamentalista cristiana soberana en el territorio que hoy son los Estados Unidos y en la que las escasas mujeres fértiles son recluidas, como esclavas, para ser fecundadas y dar a luz a los hijos de la oligarquía. El hecho de que el futuro en el que se desarrolla la historia sea un futuro tan cercano a la fecha de su publicación como 2005 desvela las intenciones de Atwood de hacer una obra de ficción especulativa, más que abiertamente futurista. Su principal acierto reside en haber sabido huir de lo abstracto alegórico, dotando a su protagonista y narradora (una de esas criadas destinadas a la procreación y amenazadas cuando sean infértiles con un fatal destino) de una voz tan íntima como convincente, e insertándola, además, en un escenario cotidiano, con sus rutinas minuciosamente detalladas, que ahonda en el realismo del retrato. La pena es el inexplicable epílogo en el que, haciendo que la narración sea una suerte de manuscrito encontrado, Atwood da la vuelta a los presupuestos con los que ha construido el relato y opta por un final de fábula moral. -
El 7 de enero Bruguera publicará la edición bilingüe del poemario de Margaret Atwood La puerta.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de diciembre de 2008


     A principios de julio de 2017 Domingo, Lourdes, Maive y María José nos reunimos en la plaza San Francisco en el Santo Pecado. Comimos y bebimos a un precio razonable dándonos energía y ánimos para hablar del libro.
      Del libro y de la serie de televisión que ya Lourdes había visto y le pareció buena y muy lograda. Esta opinión la corrobora el hecho de que se llevase ocho Emmys entre los que estaba el de mejor guion de drama, mejor dirección de drama, mejor actriz de reparto y protagonista...y por primera vez el de mejor serie dramática viéndose sólo por internet, producida por una web, Hulu. 
       El ambiente de pesadilla que la autora logra nos lo transmite de forma dolorosa. Sufrimos las angustias de las protagonistas y la vacuidad de los protagonistas en esta distopía que nos invita a pensar en la realidad de problemas como la preñez subrogada. La falta de salida de la trama se resuelve con el recurso de suponer que la historia es encontrada en unos legajos y que se refieren a aun tiempo pretérito narrado desde un presente, como investigación de un congreso de historia. Todo esta estructura no favorece la verosimilitud, ni tampoco parece necesario ya que el propósito de hacernos pensar el presente se logra sobradamente. Lo peor del caso es que la autora asegura, en una entrevista, que no hay nada inventado sino que la ficción es unpuzle de piezas tomadas de la realidad...con lo no sólo nos invita a pensar sino que nos recuerda el deber de pensar.
      Terminamos la velada quedando para el 15 de septiembre de 2017 para comentar Tierra de Campos de David Trueba

"La niña que soñaba el mundo" de Eloy Cuadra.

      Eloy nos regala la posibilidad de una lectura agradabale y de contribuir alas pequeñas mejoras dela sociedad. El resultado de la venta de este relato lo destina el autor a una ONG con la que trabaja. Esta generosidad no es nueva sino que parece ser el lo habitual en Eloy. No sólo debemos agradecerle su actitud, también la prosa fluída y agradable con la que homenajea a la infancia y nos ponene en la perspectiva de una niña con su indignación ante la injusticia. injusticia que nunca se disfruta y siempre se sufre porque no podemos dejar de ser humanidad.
     La historia, ilustrada por Inés Cordón, se alegra con fantasías y relatos que nos acercan al verano y a la alegría de la niñez y cierta añoranza de la inocencia de la mirada infantil. Así nos lo hace ver Eloy en la presentación y dedicatorias a sus dos hijos.
      El libro no se acaba, ni mucho menos, en las sugerencias que he referido, pero lo que parece inacabable es la personalidad del autor que sorprende con cada nuevo dato de su biografía...por cierto que no aparece en ninguna de las referencias consultadas su vertiende de consejero técnico baloncestístico.




martes, 27 de junio de 2017

"La vegetariana" de Han Kang.

El Cultural

nos presenta la próxima lectura de la tertulia de la competencia.

  

La vegetariana

Han Kang

Traducción de Sunme Yoon. :Rata_. Barcelona, 2017. 223 páginas. 19,50 €
POROCHISTA KHAKPOUR (THE NEW YORK TIMES) | 21/04/2017 


Han Kang. Foto: Ariadna Arnes

Ni todas las advertencias del mundo bastarían para preparar al lector para los traumas de La vegetariana, de Han Kang (Seúl, 1965), galardonada con el Man Booker Internacional 2016. Puede que, para empezar, uno se fije en el título, recorra la inofensiva frase del principio -“Antes de que mi mujer se hiciera vegetariana, nunca pensé que fuera una persona especial”-, y piense que, en este caso, el mayor peligro es la conversión al vegetarianismo. Los horrores que se agitan dentro y fuera de esta feroz novela, con su impresionante reivindicación de la muerte, no tienen fin. 

Cuando Yeong-hye se despierta una mañana de un sueño inquieto, descubre que se ha convertido en una monstruosa... vegetariana. Y aquí se acaba el eco, sencillo en apariencia, de este punto de partida clásico. La novela, estructurada en tres partes, zigzaguea entre el suspense doméstico, la parábola de transformación y la meditación dendrofílica relatados desde los puntos de vista del deplorable marido de la protagonista (1ª parte), de su obsesivo cuñado artista (2ª parte), y de su saturada hermana mayor (3ª parte). Los tres personajes se caracterizan por lo que hacen para ganarse la vida, mientras que Yeong-hye deja de hacer prácticamente todo. 

“He tenido un sueño”, dice en uno de sus pocos momentos de diálogo directo como única explicación de su reciente condición de herbívora. Al principio su familia y sus amigos reaccionan con un desdén distraído. Durante la cena, un conocido pasivo-agresivo proclama: “Odio compartir una comida con alguien que considera que comer carne es repugnante solo porque ellos mismos lo piensan… ¿No te parece?” Pero su forma física no tarda en crear el espacio negativo tan temido por su círculo más próximo: pérdida de peso, insomnio, disminución de la libido y, finalmente, abandono de la vida cotidiana “civilizada”.

No se puede decir que este sea un libro ascético. La novela está llena de sexo dudosamente consentido, de alimentación forzosa y purgas de toda clase que, en el fondo, son abusos sexuales y desórdenes alimentarios, aunque nunca llamados por su nombre en el universo de la autora. Una reunión familiar en la que Yeong-hye es agredida por su propio padre por el tema de la carne evoluciona para adquirir tintes bastante más tenebrosos al penetrar en el territorio de la autolesión, si bien esta no será la última vez que un hombre (o ella misma, de hecho) viole su cuerpo. Sin embargo, la violación de la mente es un asunto distinto. 
La vegetariana necesita toda esta carnicería porque, en el universo de la novela, la violencia está conectada con el sustento físico en el consumo de carne, las relaciones sexuales e incluso los cuidados. La intervención externa de la familia, los amigos y los médicos actúa para moderar la realidad de esta historia, pero, al final, los esfuerzos de todos ellos son anémicos.

Publicado originalmente en Corea del Sur en 2007 e inspirado en el relato cortoThe Fruit of My Woman [El fruto de mi mujer], de la misma autora, La vegetariana fue la primera obra de Han que se convirtió en una película. En su país, Han ha recibido merecidos elogios que la califican de visionaria. Aquí se corre el riesgo de prestar atención solo a los aspectos etnográficos y sociológicos. En Gran Bretaña, las reseñas intentaron encontrar sentido a su rareza atribuyéndola a la cultura. Hubo críticos que trataron de poner el acento en que en Corea del Sur el vegetarianismo es imposible.

Asimismo, desde un prisma feminista occidental contemporáneo se podría condenar la novela tachándola de ejercicio de degradación de la mujer o de “porno horror”. Pero con ello se estaría asumiendo igualmente una normalidad problemática, utilizándola como vara de medir para la novela. Fuera de Occidente hay todo un universo literario que no se adapta a nuestros mercados, no se debe a nuestras tendencias ni se pliega a nuestra política.

Antes bien, el espléndido tratamiento que da Han a la capacidad de actuar, a las decisiones personales, a la sumisión y a la subversión encuentra su forma en la parábola. Los géneros literarios breves -la novela tiene menos de 200 páginas- tienen la particularidad de que en ellos lo alegórico y lo violento extraen una potencia especial de sus pequeños contenedores. Uno tiene la sensación de que La vegetariana guarda relación con obras breves tan diversas como Lazos de sangre, de Ceridwen Dovey, o Bartleby, el escribiente, de Melville. También me ha recordado a El búho ciego, obra maestra del terror y novela de culto de 1937 escrita por el iraní Sadegh Hedayat. Y, por último, ¿cómo no remitirnos a Kafka? Más que La metamorfosis, por el texto rondan los diarios del autor y su relato Un artista del hambre. Además, Kafka tal vez sea el vegetariano más conocido de la historia de la literatura. Al parecer, en una ocasión le declaró a un pez en un acuario: “Por fin puedo mirarte en paz. Ya no te como”. 

De todas maneras, el de Han Kang no es un cuento con moraleja para omnívoros, ya que el viaje vegetariano de Yeong-hye dista mucho de ser feliz. Abstenerse de comer seres vivientes no lleva a la iluminación. A medida que Yeong-hye se desvanece, la autora, como un auténtico dios, deja que nos batamos con la pregunta de si deberíamos ponernos de parte de la supervivencia de la protagonista o de su muerte. Una pregunta que viene acompañada por otra, el interrogante último sobre el que nos resistimos a reflexionar. “¿Por qué es tan malo morir?”, pregunta Yeong-hye. En el capítulo siguiente se responde como un eco: “¿Por qué es tan malo morir?”. 




miércoles, 21 de junio de 2017

"Tierra de campos" de David Trueba.

Babelia suplemento de libros de El País nos presenta el libro de la próxima tertulia. Me sorprende la coincidencia con el planteamiento del autor. Continuaremos tras la tertulia con los comentarios que no tienen porque ser coincidentes.






BABELI










Últimas voluntades

David Trueba retoma la idea de viaje en 'Tierra de campos', una novela sobre los conflictos emocionales de un músico que debe enterrar a su padre en su pueblo natal.








David Trueba visto por Sciammarella.mi madre no es como las otras madres
David Trueba visto por Sciammarella.

Nueva novela de David Trueba (Madrid, 1969) en la que elige la idea del viaje –en este caso se trata de enterrar al padre del protagonista, Dani Mosca, una suerte de cantautor eléctrico en el pueblo natal de aquél- como argumento y excusa para poder leer cómo se entrelazan los personajes alrededor de una vida. El regreso a las raíces paternas será en un coche fúnebre conducido por Jairo, un ecuatoriano locuaz que Trueba ata corto, quizás por temor a que le lleve la novela a otro lugar. El coche, el viaje, es una constante en su expresión tanto literami madre no es como las otras madresria como cinematográfica. Ese cumplimiento de la última voluntad del padre, es un trayecto estimulante que Trueba utiliza al mismo tiempo como túnel del tiempo, ajuste de cuentas y nueva etapa.
El libro nos explica la biografía de Mosca. Una vida que, en su caso, no es sino crecer sin suelo, tanto como músico sin tradición autóctona, autodidacta como de ser emocional, prueba y error, ciudad y pueblo, infidelidad y lealtad. Dani Mosca se crea a sí mismo a través del conflicto emocional con su padre, con una madre que el alzhéimer le arrebata muy joven, con la primera amistad que lo resiste todo –los personajes de sus camaradas de su banda, Las Moscas, Gus y Animal se levantan del papel, especialmente el primero-, la música como modo de ordenarse y con la atracción amorosa, epicentro y desequilibrio, droga, refugio y, al final,sonido de sirena de ambulancia a lo lejos, en propias palabras de su autor.














Últimas voluntades


Trueba sabe explicar cómo nos relacionamos, cómo colocamos los sentimientos en las casillas correctas y fallidas, a dónde acabamos llegando. Tiene un estilo sencillo, un perdone que le moleste, pero es cumplidor a la hora de explicar una historia, hilvanarla bien, que no se desmesure nunca ni se le vaya la mano con el picante. Nos sale de casa siempre peinado y el paseo fluye pero no olvidemos que, a veces, lo cotidiano es un sitio complicado desde el que escribir –como Nick Hornbmi madre no es como las otras madresy-. Trueba lo hace desde un lugar exento de cinismo y épica redentora y, al mismo tiempo, nos evita pornografía sentimental. Uno puede sentirse cómodo en el mundo Trueba, en sus personajes y situaciones, pero mi madre no es como las otras madreslo suyo no es otra cosa que una artificiosa normalidad de las cosas anormales, una representación artística. Además, en ocasiones –no siempre, todo hay que decirlo- evita soluciones fáciles. Afrontar la figura de un músico –como lmi madre no es como las otras madreso hizo de un futbolista en Saber perder-, no es para nada sencillo. No lo es si además extirpas, en este caso, la complicidad musiquera, el rollo secta, los tópicos que simplificarían nuestra adhesión. Trata de meterse en la creación cuando eso es algo que incluso la mayoría mi madre no es como las otras madresde biopics sobre músicos evita explicar: el trabajo de artesano, el ser un mero instrumento de la creación no siempre un alma atormentada de cliché. Más señales de escritor: los kilómetros del trayecto, más de 400 páginas pero necesarias para que, especialmente, las relaciones sentimentales puedan tener un por qué narrativo tanto comprendido como sentido por el lector. Sólo con ese metraje las historias de amor relevantes tienen su propio espacio, ninguna oscurece a la otra.




  • Últimas voluntades


Es cierto que hay aspectos del libro que uno piensa desaprovechados –Jairo, la culpabilidad de las infidelidades, la vanidad- o falto de nervio -¡Dani Mosca necesita un letrista, ya mismo!- pero todos son decisiones de autor. Trueba es un escritor mucho más seguro e impertinente con el lector de lo que parece mientras lo lees: quiere saber quién es él mientras tú te preguntas por qué todo lo suyo se parece tanto a ti sin serlo.
Tierra de campos. David Trueba. Anagrama, 2017.404 páginas. 20,90.



      El viernes 15 de septiembre de 2017 nos reunimos Ángeles, Domingo, Lourdes, Luis, Maive y María José en el Mesón Castellano. 19 euros nos costó una comida que incluía almejas a la marinera, habas con huevo y jamón, rabo de toro(especialmente apreciado por algunos), una ensalada de gusto y sabor que despertó la admiración unánime, todo regado por Finca Resalso y terminamos con unos postres (coulan y milhojas) que no recordamos con mucho cariño.
        Tras una cerveza en la Plaza Weyler comenzamos la comida y la charla. El libro nos evocó otros relatos de despedidas filiales como También esto pasará de Milena Busquets, El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince, además de relaciones complejas como Me llamo Lucy Barton de Elizabeth Strout o Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin. También se trajo a colación la propuesta de Begoña Tu no eres como otras madres de Angelika Schrobsdorff que se pensó para la próxima tertulia pero se consideró demasiado largo por su número de página, 592. 
         La sombra de Saber perder, tanto nos gustó, no resta méritos a Abierto toda la noche y Cuatro amigos, sobre el aprecio de estas dos novelas se plantearon discrepancias, lo que parece constituir un mundo literario que se completa con Blitz y Madrid 1987, pendiente de reseñar esta última y reseñadas en este blog el resto.
          Esto road-book asfáltico y emocional no parece dejar claro el motivo inicial del viaje, ni falta que hace. El cadáver del padre hace compañía al protagonista acompañado del chófer inmigrante. Parecen una constante inevitable la movilidad geográfica y la interculturalidad, no sólo en la obra reciente del autor (Blitz y Saber perder en especial) sino en cualquier creación que se pretenda contemporánea. Este viaje  en busca del origen rural paterno, campos, no tanto del del hijo, provoca situaciones humorísticas propias de la película argentina Un ciudadano ejemplar. El kilometraje meseteño da lugar a recordar las vivencias familiares, con padre y e hijos, a una pequeña intriga del origen genético, pero sobretodo a rememorar de la vida afectiva que desarrolla al tiempo que su faceta artística-profesional. 
          Parece que la única moraleja posible es aceptar la derrota implacable que el tiempo ejecuta, saber perder, ya que el atisbo de esperanza que algunos quieren ver no todos lo creen así. Parece que la inevitable muerte tiene como cuarto de espera la soledad y que, como mucho, podemos disimularlo apenas.
       Tras el café nos despedimos después de haber elegido Libro del mal amor de Fernando Iwasaki para la próxima tertulia el viernes 13 de octubre de 2017 en el restaurante  peruano de San Benito, en La Laguna.







        

viernes, 16 de junio de 2017

"El ruletista" Mircea Cartarescu.

      Lenny me aconseja la lectura de un relato que termino pidiéndole a los alumnos. Los afortunados lectores forzosos de primero de bachillerato me contagiaron el interés por  un relato que tras una estructura formal truculenta, es raro hablar de estructura en un cuento y lo de truculento no pretende tener ningún sentido peyorativo, nos ofrece un ambiente en el que se asfixian los personajes en el desencanto y ausencia de libertad.
      La historia, compleja con varios giros, es narrada por un escritor de éxito que describe las andanzas de un destrozado escritor sin éxito. Éste escritor se adhiere a la vida a través de un jugador de ruleta rusa de sorprendente fortuna. Los giros narrativos culminan en el descubrimiento del narrador en un contexto desalentador. 
             Si leer es un placer, compartirlo con los compañeros profesores y alumnos lo convierte en una pasión a renovar constantemente....espero que siga así.