jueves, 28 de julio de 2016

"Pecados sin cuento" de Richard Ford.




El cultural de el periódico El Mundo nos ofrece esta entrevista, con motivo de la presentación en español de Pecados sin cuento, con Richard Ford antes de que se le concediera el premio Princesa de Asturias. 

Jueves, 28 de julio de 2016 
El Cultural


Pecados sin cuento

Richard Ford

Traducción de Damián Alou. Anagrama. 358 páginas, 16’50 euros

Afirma Richard Ford (Jackson, 1944) que los relatos de (que aparecieron publicados en New Yorker y Granta) son en realidad crónicas del fracaso de las relaciones sentimentales, y que “fracasamos por falta de paciencia, sinceridad, pasión, honestidad...” Eso sí, como escritor rechaza el papel de juez. Se limita, dice, a ser testigo de tanta infelicidad.


JOSÉ ANTONIO GURPEGUI | 03/07/2003 | 



En la contraportada de este nuevo volumen de relatos de Richard Ford afirma el crítico Bernard Génies de Le Nouvel Observateur que Richard Ford “se está convirtiendo tranquilamente en el mejor escritor norteamericano”. 

Tal vez resulte excesivo calificarlo como “el mejor”, pero sin duda sí que se trata de uno de los autores punteros y, sin menosprecio de El Día de la Independencia, que le valió el Pulitzer, la novela El periodista deportivo o la colección de relatos Rock Spring lo sitúan a la altura del mismísimo Raymond Carver, y no tardarán en ser reconocidas como referentes imprescindibles de la narrativa norteamericana de finales del XX.


En este Pecados sin cuento se incluyen diez relatos (el último de ellos se antoja más novella que relato) en los que abunda en un tema anteriormente tratado en historias como “El mujeriego” o “Celos” incluidas en De mujeres con hombres, esto es, la complejidad de las relaciones de pareja o, a fuerza de ser más precisos, de las implicaciones del desamor y la infidelidad. En el primer relato, “Intimidad”, el protagonista resulta ser un voyeur que se deleita observando a su vecina desnudándose mientras su mujer duerme plácidamente. Tal situación parece metafórica de la postura del propio lector, pues en buena medida es esa misma actitud intrusista la que nos acompaña conforme reconocemos las miserias matrimoniales de unos personajes que intentan dar un nuevo sentido a sus vidas. 

“Esto ocurrió en una época en que mi matrimonio todavía era feliz” (pág. 9) es la primera frase del mencionado relato, y esa será la piedra angular del resto del volumen. ¿Qué ocurre cuando la pasión amorosa se desvanece como la llama de una vela? La infidelidad parece ser la única salida, pero más que una solución es una huida hacia delante. 

El protagonista de “Encuentro” manifiesta que “Lo que ocurrió entre Beth Bolger y yo apenas merece las palabras que se precisarían para contarlo” (pág. 86) y esa es la fundamental premisa estructural. Ford no parece interesado en el proceso o los motivos, sino que se centra en un momento concreto, en un instante determinado, --como el non-teleological thinking de Steinbeck con quien ha sido comparado-, dejando que sea el lector quien saque sus propias conclusiones. 

En esta historia un hombre ve en la estación de Grand Central al marido de una antigua amante, la referida Beth, e intenta entablar una conversación con él. En “Bajo el radar” el matrimonio Reeves acude a una cena; durante el viaje Marjorie, la esposa, le dice a su marido, Steven, que un año antes mantuvo una aventura amorosa con el anfitrión de la cena… “Entonces Steven le pegó. Cuando lo hizo, no sabía que iba a pegarle, pero sí que quería hacerlo.” (pág. 185).

La mejor de todas ellas es “Abismo”, la novella. En ella encontramos a Frances Bilandic, una agente inmobiliaria casada con Ed, mayor e incapacitado a causa de un accidente. Howard Cameron, un colega, se convertirá en su amante. La ciudad de Fénix en Arizona -cada uno de los relatos ocurren en un lugar distinto-, donde se celebra una convención, será el lugar propicio para sus encuentros, aunque todo resulta en fiasco y finalmente acaba en tragedia cuando Frances propone visitar el Gran Cañon. A fin de cuentas “Uno nunca sale indemne de esas cosas.” (pág. 350). Moraleja válida para ésta y el resto de las apasionantes historias del libro.