viernes, 4 de marzo de 2016

"El guardián invisible" de Dolores Redondo.

Mercedes me recomendó,  hace tiempo, esta novela policíaca que acabo de leer aprovechando la operación de menisco. Novela de género, del nuevo género ¡ya era hora! de las mujeres policía (pienso en Fargo y la mujer policía embarazada como protagonista). El cambio en el género de la estrellas de la investigación supone una excusa para ampliar, mediante el tópico de lo femenino (tópico, tópico, tópico) los matices de los que, en su momento, eran unos simples músculos rudos huecos (tópico, tópico, tópico). Todos ganamos con esto, especialmente los que leemos las novelas, incluso vemos su posterior ilustración cinematográfica. En este caso la inspectora, casada y con ganas, o no, de maternidad tiene en su pareja a un sensible pre-padre que se integra perfectamente en su familia. Familia de la que pueden surgir los fantasmas más temibles fruto del deseo de control y perfección. El matriarcado y la presencia femenina organizadora y como puente a una dimensión no racional y que enlaza con las tradiciones preindustriales y ya postindustriales, o lo que es lo mismo: tan ancestrales que se acercan a lo eterno, a lo absoluto,a lo natural.
      El comienzo de esta Trilogía de Baztán (El guardian invisible 2013, Legado en los huesos  2013 y Ofrenda a la tormenta  2014) nos conecta la mitología tradcicional Navarra del Valle del Baztán y su población Elizondo con la mitología de los superventas contemporáneos. La tirada inicial del a primera edición no fue de 2000 ejemplares sino de 15000, el éxito de ventas confirmó las expectativas, 300.000 en España, y ya está en marcha una producción cinematográfica dirigida por Fernando González Molina. También parece interesante, espero poder hablar con conocimiento directo dentro de poco,  la adaptación al formato de novela gráfica que ha hecho Ernest Sala Además de todo esto ha  generado rutas turísticas por los lugares en que se desarrollan la acción así como el aumento de las ventas de los productos locales, especialmente de pastelería, que suponen una de las claves de la investigación.
      Se disfruta la información sobre el trabajo cotidiano de pasteleros y especialmente de la policía y de la sorpresa como elemento fundamental del género. Pero lo que más he valorado de la novela es cómo nos ofrece la clara diferenciación entre tradición que emana de la relación del hombre en su naturaleza distanciándolos de los bienpensantes guardianes de una moral que conlleva una represión que genera la insatisfacción que no es otra cosa que el mal. El sedimento, dulce y cálido, que deja este torbellino de acciones mojadas por una continua lluvia es un canto al amor mínimo de cada momento, cotidiano, heterogéneo pero nutriente que nos permite escapara a la locura a la que la razón nos aboca. Amor minúsculo con el que tropiezas y discutes pero quizá único sentimiento que merezca ese nombre.

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