domingo, 20 de marzo de 2016

"Cicatriz" de Sara Mesa.


Mercurio revista de la fundación José Manuel Lara nos presenta este comentario.


Las amistades peligrosas

TINO PERTIERRA  JUNIO-JULIO 2015

Cicatriz
Sara Mesa
Anagrama
200 páginas | 16,90 euros



CicatrizL
a fantasía crece y crece en esta novela de heridas ocultas y cicatrices a la intemperie, una historia de dos seres (la convencional Sonia y el misterioso Knut) que hacen de sus mundos irreales una realidad que envuelve, invade y esclaviza. Sí, como la sociedad de consumo que hace las veces de gigantesco decorado para sus soledades. Sara Mesa (Madrid, 1976) confirma el talento mostrado en su anterior Cuatro por cuatro con un texto que se aferra a solo dos seres unidos por aquello que les aleja. Mesa está atenta a los síntomas de una naturaleza inestable para colocarlos en un tablero donde los movimientos tienen la cadencia de un péndulo de atracción y rechazo. Cada gesto cuenta en Cicatriz: un simple pelo como botín puede convertirse en metáfora de una posesión aplazada y temida. El morbo impone su ley a los personajes pero la autora lo esquiva con inteligencia cerrándonos la mirilla cuando menos te lo esperas.
El trasvase de identidades se muestra con una progresión muy calculada. De pronto, robar juntos se convierte en una aventura, un brote de transgresión, y al mismo tiempo una cadena que engarza. El ladrón se convierte en un notario del consumismo que expolia el sentido común y altera la sensibilidad. Libros, lencería, perfumes, móviles… A ella no le fascina lo que le regala sino los métodos que utiliza para conseguirlos. Una especie de Robin Hood amoroso. Mesa perfora la psicología de su protagonista para hacer inventario de pulsiones sin control. Si lo fascinante de la relación anida en lo indirecto, la autora lleva esa convicción a su forma de narrar. Entre líneas se cuentan muchas cosas. Insinuaciones al poder como forma de atender las necesidades de la fantasía: es más importante imaginar a Knut preparando los paquetes con los regalos que el contenido de los mismos. Imaginar lo que imagina con ella. Lo más excitante siempre es la propuesta. Mentalidad masculina: en línea recta. Frente a la femenina: dar vueltas. La frustración como un arte dichoso: “No hay forma más placentera de concebir una fantasía que saber que su realización es imposible”. Vivan las mentiras que nos hacen sentir vivos. El coqueteo con lo antagónico, el sexo como degradación, la constatación de que echar de menos un instante es echar de menos a aquel que éramos entonces.
Cicatriz está despojada de cualquier adorno que entorpezca su ritmo inalterable mientras teje el tapiz íntimo de sus personajes, vinculados primero por la vía virtual y luego por un contacto físico que nunca deja de ser ilusorio. Que el origen de todo tenga lugar en un foro literario de internet predispone al lector a encontrase con dos exploradores de la palabra. De la ficción como escudo de la realidad. Su cruce de correos anticipa amistades peligrosas que los saltos cronológicos llevan a un puzzle narrativo que a veces revela y a veces esconde información. Mesa aparta las espinas para dejar la conciencia de sus personajes vulnerable y expuesta a los rigores de la incertidumbre. Pero si la construcción de Sonia demuestra la capacidad de la autora para colarse por las rendijas de su psicología y mostrar sus más recónditos secretos, incluidos los que ella misma desconoce, la labor de diseño a la que somete al esquivo y calculador Knut no es menos admirable. Su condición de extraña ave de presa que parece divertirse más sobrevolando a su víctima que cazándola le hace imprevisible, cada nuevo movimiento es inesperado, cada acción le convierte en un estratega implacable de la seducción más perversa porque nace, precisamente, de una falta desarmante de culpabilidad.

Lourdes nos sugiere esta lectura de una sevillana, desde niña, que indaga en los caminos, siempre en cuesta y polvorientos, de la atracción. Un inicio que promete, utilizo esta palabra porque sugiere está sobreusada, vínculos eróticos más allá de la lencería y que podrían adentrarse, a través de alguna cicatriz, en vidas y biografías se queda en la superficie, no de la epidermis, sino de la lencería. Este fetichismo comercial de marcas, tejidos, costuras, perfumes, bolsos, guantes, zapatos se es disimulado por la alteración de la usual compra por el hurto, no oneroso sino dadivoso. Para complicar más la situación de esta aparente anticomercial publicidad, la relación episto-comercial parte del tránsito de libros a cambio de relatos que el "ladrón generoso" corregirá implacablemente a la vez que estimula su escritura. Todo esta apariencia de nueve novelas y media, de exaltación de las cosas al tiempo que de las lecturas, ambas como adornos de una persona que se disuelve en el vacío cotidiano. Así la lencería y los libros toman protagonismo frente a la repuesta, esperada y deseada pero nunca realizada,humana y personal. Algo similar pasa con el encuentro sexual de los protagonistas, el deseo se mitifica como fetichismo sustituyendo al sexo. Al final nos quedamos con la insatisfacción de comprobar como las soledades singuen siendo soledades, cada vez más inevitables, y como ,ni siquiera, son mitigadas por el sexo.

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