jueves, 5 de enero de 2012

"El olvido que seremos" de Héctor Abad Faciolince





Mi compa Ascen me recomendó esta novela que terminó prestándome nuestra jefa Pilar. Como ya es costumbre los prejuicios se impusieron y esperé a que pasara el 2011 para leer lo que supuse que era el almibarado homenaje del típico hijo bueno al padre heroico. También es habitual que la realidad de la obra se imponga a los prejuicios poco informados y disfruté del homenaje de un hijo a su familia, sus mujeres, sus hijos, su madre, los amigos y compañeros merecedores del nombre y a un padre mártir, pero siempre humano. Lo disfruté porque una prosa fluida, limpia, y transparente me hacía revivir las emociones sin que la intensidad y cercanía de lo vivido impidiese un rigor que podríamos denominar informativo o periodístico. Así la vida del padre me permitía acercarme a la realidad colombiana, latinoamericana, la realidad del ser humano enfrentado a la injusticia que genera violencia. Como contrapunto la alegría de la belleza, del saber, del trabajo, de la amistad, del amor que se representa continuamente entreverando la realidad para hacerla vivible.






Las lecturas de los protagonistas iluminan la lectura como filases que en vez de cegarnos nos invitan a profundizar no sólo en la realidad económica, social, política de América latina y del mundo presente. Además las elecciones literarias del autor y su padre nos sirven de aperitivo para avivando la curiosidad para continuar con las lecturas sólo citadas. Pendiente nos queda la confirmación de la preferencia de Proust frente a Joyce.


Resulta especialmente curiosa la reiteración de los diálogos de Platón y como en diversas situaciones vitales se recurren a párrafos concretos para ilustrar y destacar la intensidad del momento. Las carcajadas del doctor Abad ilustran la identificación socrática entre bondad, conocimiento y felicidad: será virtuoso quien busca el conocimiento, lo que supone una vida buena y gososa. Nunca el agravio es suficiente, nunca podrá ganar el mal, aunque no pueda decir que perdí la batalla sino que estamos completamente derrotados siempre queda el conocimiento. Conocimiento que es placer al leer, al escribir haciendo justicia y descubriendo la verdad. Verdad que al tiempo es belleza y acción social. Incluso en los momentos más dramáticos se recurre a la belleza para que la vida continúe:






Un charco de sangre y un cuerpo tirado boca arriba, cubierto por una sábana, igual a un cuadro de Manet que no sé si ustedes conocen, pero si algún día lo ven se acordarán. Yo estoy sentado al borde de ese charco de sangre. (Pgs 224 y 225 ed. digital).











Belleza que también es música. Constante banda sonora que recorre el libro ahogando los gritos, lamentos y maldiciones del Doctor Abad tras el momento cumbre y punto de inflexión que nos encamina a su anunciada muerte. Interrumpida por carcajadas, siempre el calvo no ríe sino que atruena con su manera de expresar la felicidad siempre transitoria.
Pero, ¿son todos los padres iguales?





lo veremos.





Acerquémonos a Héctor Abad Faciolince...
Vídeo: Héctor Abad Faciolince: "El olvido que seremos en el recuerdo que somos". 31/01/2011. El escritor y periodista colombiano cursó estudios de medicina, filosofía y periodismo. Se licenció en Lengua y Literatura Modernas. Ha sido columnista de periódicos y revistas de Colombia, por ejemplo, Cromos, La Hoja, El Malpensante, Semana, y Cambio. También ha trabajado como periodista para El Mundo, El Colombiano y El Espectador.

Su padre, el médico Héctor Abad, era un convencido de la necesidad de combinar la labor profesional con el compromiso social, especialmente en un país castigado por la violencia y la pobreza. Lo amenazaron muchas veces pero no quiso exiliarse ni guardar silencio cómplice, en su programa de radio y en sus escritos siguió denunciando a los ejecutores de la violencia que desgarraba a su país, a sus cómplices y a sus mentores. Lo hizo hasta el día aciago del 25 de agosto de 1987 en que dos sicarios vaciaron los cargadores sobre su cuerpo frente al Sindicato de Maestros de Medellín. Tenía 65 años, vestía saco y corbata, y en el bolsillo de su pantalón llevaba un soneto aparentemente de Borges, "Epitafio", y cuyo primer verso reza: "Ya somos el olvido que seremos..." El soneto daría para otra publicación.

El asesinato de su padre divide su vida en dos partes, un antes y un después, ya no será nunca el mismo, ni él ni Colombia. La amenaza no terminó allí y el hijo también fue amenazado de muerte. Como tantos miles tuvo que dejar el país: viajó primero a España y luego a Italia, en donde estableció su residencia por cinco años. Ahora vive nuevamente en su Colombia. Estuvo de visita en radio Nederland y mantuvo un "conversatorio" con los integrantes del departamento latinoamericano. Les ofrecemos el resultado de esta tarde en este video.


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