jueves, 17 de diciembre de 2015

"Sumisión" de Michel Houllebecq.

Babelia sección de literatura de El País publicó el 23 de abril de 2015 esta entrevista a Houlloebecq. Larga pero interesante porque nos explica el próximo libro de la tertulia. 

La acabo de leer, tras haber finalizado el libro y me resultó curiosa por dos motivos. Por reforzar algunas de las ideas que aparecen en el libro y plantearme unas suposiciones sobre el autor que confirmo en la entrevista. Pero también es enriquecedora porque ilumina algunas escenas y aspectos del libro que menosprecié en su lectura y son muy reveladores. Lo que no hay duda es que ofrece las claves para un debate muy interesante y, aunque sea urgente, requiere de una reflexión a la que esta entrevista contribuye.
      Otra contribución interesante por complementaria es la novela París 2041 de Ezequiel Szafir. Esperamos presentarla como sugerencia en forma de entrada de este blog, aunque su lectura está por realizar.


EN PORTADA
Michel Houellebecq: “La élite está asesinando a Francia”
Michel Houellebecq tiene escolta oficial. Después del atentado contraCharlie Hebdo el pasado 7 de enero, el Gobierno francés prefiere no arriesgarse: como otras personalidades locales, el autor dePlataforma va ahora a todas partes flanqueado por dos policías de civil. Bromea con ellos y parece cómodo con la situación. Aunque no deja de resultar algo irreal entrevistarlo en esta brasserie de Saint-Germain, bebiendo vino blanco, mientras Houellebecq (Saint Pierre, Isla Reunión, 1958) habla con entusiasmo de los cuentos de Borges y sus custodios echan discretos vistazos a los edificios cercanos en busca de francotiradores.
Parece una escena de una mala película, pero es sólo uno más en la sucesión de malentendidos que han rodeado la publicación de Sumisión (Anagrama). En la actualidad, Houellebecq es tan importante en su país que el primer ministro habla de su nuevo libro como si fuera un asunto de Estado; un efecto colateral es que nadie lo toma como una novela. Se lo compara con El suicidio francés, de Éric Zemmour, o El gran reemplazo, de Renaud Camus, best sellers estridentes que machacan dos ideas obsesivas: el Occidente judeocristiano está en retirada, los bárbaros musulmanes se aprestan a tomar el poder.
No se trata de negar la dimensión social de Sumisión, que pinta una Francia al borde de la guerra civil. En esta fábula política el conflicto se resuelve con el triunfo electoral de Mohammed Ben Abbes,candidato de la imaginaria Fraternidad Musulmana, y la conversión de Francia en Estado islámico, pero el libro está lejos de presentar el hecho como un desastre. Al contrario: para el protagonista, solitario profesor experto en el escritor decadente Joris-Karl Huysmans, lo urgente es encontrar una fe. “¿Cuánto tiempo puede una sociedad subsistir sin una religión cualquiera?”, se leía ya en Las partículas elementales (1998). Ahora el adjetivo “cualquiera” resulta sugerente: si ya no es posible ser cristiano, ¿por qué no abrazar otra religión más vigorosa?
PREGUNTA. Sumisión es una sorpresa para sus lectores. Aunque la inquietud religiosa aparece en todo lo que ha escrito, es la primera vez que describe a un personaje que busca una fe y que, además, la encuentra. ¿Cómo se le ocurrió esta historia?
RESPUESTA. Jugó un papel el hecho de que mi protagonista, François, sea un profesor experto en Huysmans; en su obra, esa búsqueda que menciona juega un papel crucial. Huysmans tiene novelas enteras dedicadas a su relación con el catolicismo. Ahí tenemos el caso de una conversión religiosa relatada en la ficción.
P. ¿Es usted creyente?
R. Tiendo a creer cuando voy a misa; pero apenas salgo, se me pasa. Así que ahora lo evito, porque el bajón es desagradable. Pero la misa en sí misma es muy convincente; es una de las cosas más perfectas que conozco. Y mejor todavía son los entierros, porque ahí se habla mucho de la supervivencia después de la muerte, y con una apariencia de convicción total. La verdad es que mi ateísmo no salió indemne de la muerte de mis padres y de mi perro Clément.
P. Pero entonces, ¿todo es cuestión de querer creer?
R. Pues sí. Porque, en realidad, la razón no se opone a la fe de una manera tan clara. Si nos fijamos en la comunidad científica, los ateos se cuentan sobre todo entre los biólogos. Los astrónomos, en cambio, son cristianos sin mayor dificultad. Esto tiene una explicación, y es que el universo está bien organizado. Cuando se trata de seres vivos, la cosa es más dudosa. Los seres vivos no están bien organizados, y son un poco repugnantes. Un matemático no tiene mayor dificultad para creer en Dios; al contrario, trabajar con ecuaciones pega bien con la idea de un orden, y por ende un creador de orden.
El islam siempre evitó pronunciarse sobre cuestiones como si la Tierra giraba alrededor del Sol. No había nada en juego en ello”
P. De todos modos, su cristianismo es selectivo. Le interesa la vida eterna, pero no tanto, digamos, el perdón o la caridad.
R. Sí, eso me importa menos. Pero san Pablo lo di


ce con toda claridad: si Cristo no resucitó, nuestra fe es vana. Así que Cristo, mal que mal, vino por eso. Para prometernos que la muerte había sido vencida. La caridad, bueno, no es algo específico del cristianismo. Y en cuanto al perdón de los pecados, es algo que le importa más a los protestantes. Antes, en el catolicismo, el perdón de los pecados era algo casi automático. Ego te absolvo, y ya está.
P. Su protagonista, François, afirma que tampoco hay oposición entre la ciencia y la fe musulmana.
R. Yo diría incluso menos. El islam siempre evitó pronunciarse acerca de cuestiones del tipo de: “¿Gira la Tierra alrededor del Sol?”. Evitó meterse en dificultades que el catolicismo, por su parte, podría haber evitado. No había nada en juego para la fe cristiana en el hecho de que la Tierra gire en torno al Sol.
P. François tiene otro argumento a favor del islam: dice que es la única religión que acepta el mundo tal como es.
R. Es que es un muy buen argumento. Incluso los yihadistas, que no aceptan el orden político del mundo, aceptan el mundo natural tal como es. Si lees a Darwin te das cuenta de que, en el fondo, lo que lo aleja de Dios —porque Darwin no creía en Dios, aunque haya fingido lo contrario— son las consideraciones morales. Por ejemplo, en una carta analiza el ciclo de vida de no recuerdo qué parásito que vive dentro del ojo, y exclama: ¡No, un Dios de bondad no puede ser el autor de este mundo! Podemos arriesgar un teorema: cuanto más se observa a los ácaros, más disminuye la fe en Dios. En mi caso, desgraciadamente, estudié biología, así que empecé con mal pie.
P. François busca a Dios a través de ciertas figuras femeninas. Hay dos momentos clave: primero, cuando François pierde a su amante, y después, cuando entra a la iglesia de Rocamadour y parece a punto de recuperar la fe, pero fracasa. La pérdida de su amor y la pérdida de la fe representan una misma clausura en su vida.
R. Es muy cierto, esos son los dos momentos clave. Mas en general, te diría que la construcción de este libro es bastante simple: pongo en escena a este personaje y progresivamente le quito todo. Empiezo por lo más grave, le quito el amor. Después, y ya es menos importante, le quito a sus padres. Después, en esa escena en la iglesia de Rocamadour, le quito la posibilidad de creer en Dios. Y para terminar le quito su relación con Huysmans, que califico como la más antigua de su vida. Porque es verdad —y yo lo sé por haber dedicado todo un libro a Lovecraft— que escribir de manera profunda acerca de un escritor significa, en la práctica, privarse de releerlo. Pasado cierto punto, no puedes más. Así que a este pobre personaje yo le quito todo, hasta que sólo le queda convertirse.
P. En su libro, una vez que el régimen islámico se instala en Francia, las mujeres adoptan el velo, dejan de trabajar y se dedican a la familia. ¿No hay en esto algo de expresión de los deseos del protagonista? Después de todo, perdió a su chica porque era demasiado independiente.
El escritor Michel Houellebecq. / PHILIPPE MATSAS
R. Sí, él personalmente no tiene motivo para solidarizarse con el régimen laico. La solución que le proponen, mal que bien, funciona.
P. Como dice al final: “No tendré nada que lamentar”.
R. Esa frase puede entenderse como usted dice, pero también al revés: tendrá mucho que lamentar. Haber perdido a Myriam, para empezar. Y también haber perdido a la Virgen de Rocamadour. Aunque cueste creerlo, mi proyecto inicial era que él se convirtiera al catolicismo. Lo cual habría dado lugar a un libro bastante gracioso; mi personaje se habría convertido a un catolicismo que ha cambiado mucho desde la época de Huysmans. Un catolicismo, por decirlo de algún modo, un poco bobo.
P. ¿Y por qué no lo escribió?
R. Porque no pude. A ver: supongamos que la Virgen de Rocamadour hubiera funcionado, que François hubiera recuperado la fe. Después de eso, yo ¿cómo sigo mi libro? (ríe). En cambio, enSumisión no hay verdaderos creyentes, ni cristianos ni musulmanes. Incluso para Ben Abbes se trata de una opción política. Esto ya estaba a mi alcance.
P. Ben Abbes aparece como un salvador, en un momento en que el sistema político ya no funciona…
R. Esa parte es real. Viví 10 años fuera de Francia, y cuando volví me impresionó el desprecio total de los franceses por sus élites dirigentes y mediáticas. Quizá el periodismo sea la única profesión más despreciada que la de los políticos. Hay que decir que la situación es relativamente alucinante. Ya en 2012, Hollande fue elegido presidente, a pesar de que Francia se había volcado a la derecha. Y ahora no es imposible —como imagino en mi libro— que Hollande sea reelegido en 2017, aunque Francia está aún más a la derecha. La estrategia del Partido Socialista, que es impulsar al Frente Nacional para excluir al centroderecha, ha llevado las cosas a un lugar insalubre. Y el hecho es que la vida en Francia se ha deteriorado. Hay muchos más pobres que antes. Hay cada vez más gente que no cree lo que dicen los medios. Y lo que te muestra que somos un país extraño es que, pese a todo, los franceses se siguen reproduciendo: salvo Irlanda, tenemos la natalidad más alta de Europa.
P. Es un argumento contra la idea del “suicidio francés”.
R. Es que no es un suicidio, es un asesinato.
P. ¿Cometido por quién?
R. Por nuestras clases dirigentes.
P. Es usted muy duro con los políticos de su país.
R. Es que se les fue la mano. El caso más impresionante que conocí fue el referéndum de 2005 sobre la Constitución europea. Los franceses votaron claramente por el no. Y semanas más tarde el Gobierno lo hizo aprobar por vía parlamentaria. Es un desprecio muy claro a la democracia. Así que la hostilidad de la gente contra los dirigentes es muy fuerte, y eso en un momento de crisis económica y desempleo alto. Y tenga en cuenta que el paro en Francia es desempleo de verdad: no hay trabajo en negro, como en España o América Latina, y tampoco hay solidaridad familiar, eso desapareció. La gente está totalmente desvalida.
En Occidente la palabra masculina ha desaparecido. Lo que los varones piensan, nadie lo sabe. El varón ya no habla, la mujer sí”
P. Hablemos del proyecto político de Ben Abbes. ¿Podría funcionar su idea de expandir la Unión Europea hacia el sur, de convertirla en una Unión Mediterránea?
R. No es ninguna tontería. Para empezar, muchos países mediterráneos lo percibirían como una garantía —aunque quizá se equivoquen— contra sus islamistas radicales. Europa del Norte pasaría a segundo plano. Pero, para ser honestos, la principal interesada en esto sería Francia. La verdad es que Francia nunca aceptó el hecho de perder el liderazgo. Por eso tenemos una relación extraña con Alemania; nos gusta flagelarnos diciendo que somos menos que ellos. Malestar que, dicho sea de paso, es una de las claves del éxito de Marine Le Pen.
P. Muchas veces ha hablado contra el patriotismo. Pero después del atentado contra Charlie Hebdo, parecería que está dispuesto a defender ciertos valores franceses. Como dicen en Rambo III: esta vez, es personal.
R. Es que es personal: han matado a alguien a quien yo quería, a Bernard Maris. Y además está la cuestión de la libertad de expresión, que me concierne. Esa libertad la hemos perdido. Cuando yo era adolescente, en los años setenta, había más cosas permitidas. En la actualidad, el debate de ideas se limita a la detección de los derrapes. Una vez que el derrape ha sido cometido, el responsable puede disculparse; a eso se limitan sus derechos.
P. Su protagonista se define como machista. ¿Cree que en esto François es representativo?
R. Lo que pasa es que en Occidente la palabra masculina ha desaparecido. Lo que los varones piensan, nadie más lo sabe. Una hipótesis horrible, pero verosímil, es que no han cambiado; sólo han aceptado cerrar la boca. El varón occidental ya no habla; la mujer sí. La vida mental masculina ahora es algo desconocido, y por eso es verosímil pensar que el varón estaría dispuesto, si se presentara el caso, a una vuelta inmediata al patriarcado.
P. ¿Sus novelas serían las últimas noticias de esa vida mental masculina?
R. Pues sí, las mujeres pueden leerlas para enterarse de lo que realmente piensan los hombres.
P. ¿Cree realmente que Europa, al perder la religión, la reemplazó con el patriotismo, y que terminará por volver a la religión?
R. Sí, aunque para mí es absurdo imaginar que el patriotismo pueda reemplazar a la religión. La cristiandad duró más de mil años; el patriotismo, un poco más de cien, desde la Revolución Francesa hasta la Primera Guerra Mundial. También podemos decir las cosas de una manera más siniestra: el patriotismo, para alcanzar la incandescencia, necesita enemigos.
P. ¿Mientras que el único enemigo de la religión es la muerte?
R. Y es un enemigo más confiable.
Gonzalo Garcés es escritor argentino, autor de la novela Los impacientes (Seix Barral).



      El viernes 26 de febrero de 2016 a las 21,30 nos reunimos en el antiguo Bodegón Méndez, ahora La Alhacena, en la calle Anchieta. Por 13 euros comimos (humus de remolacha, humus de garbanzos, pollo de dos tipos, uno gamatu, ensaladilla, churros de pescado, alegría de atún, ensalada...y varios postres de los que recuerdo su buen sabor pero no sus nombres)  y bebimos (Martini y Ebeia), pero sobretodo nos disfrutamos. 
     Los allí presentes: Ana, Calola, Carolina, Domingo, Lourdes, Maive y María José hablamos del transcurso del curso y de las dos secciones de la mesa, una filológica y otra filosófica, pero mi madre decía que eso era lo mismo. Una vez empezado a hablar del libro se producía un efecto de duplicaje de las conversaciones por lo que ejercimos el autocontrol disciplinario en la administración de lo que decíamos. Como siempre, lo que se habló, nos pareció insuficiente y que no agotaba ni la obra ni las sugerencias de ésta. a pesar de eso, se mostró el habitual desagrado con el modo de escribir provocón e intencionadamente desagradable, incluso de gusto dudoso, que nos ofrece Houllebecq y que ya se nos hizo patente en Plataforma. 
     Los aspectos espirituales, si es que había alguno, se quedaron en un segundo plano antes las opciones políticas, de poder político, que nos plantea la obra. Lo que sí nos pareció subrayable es la descripción de los valores y sus alternativas culturales e históricas, así nos  ofrece una descripción de como la familia y los valores asociados a la tradición cristiana occidental se descuidan dejando hueco a unas alternativas orientales con cada vez mayor peso demográfico, en parte por insistir en esos valores. Esto nos llevó a pensar si los países tradicionalmente musulmanes habían desarrollado sus revoluciones antiimperialistas y sus re-revoluciones anti-antiimperialistas para volver a los valores del Islam más tradicional por motivaciones religiosas o por una necesidad de organización social, económica, política, educativa y cultural que los no-estados, sumisos y dependietes en su raquitismo, no llegaban a ofrecer. Esto trasladado a los países receptores de inmigración da lugar a reivindicar un modelo global de sociedad en contradicción con mucho de los valores fundamentales de occidente, esto lo resuelve el libro ofertando una cómoda opción a la inteligencia oficial e institucional tentada a resistirse ante unos valores que nunca le fueron propios. O ¿sí eran sus valores pero sin la valentía de asumitlo y reconocerlo?
      Esta oferta dio lugar a un interesante debate acerca de su viabilidad: se ofrecería al profesorado, en general masculino, la alternativa de un jubilación anticipada y bien pagada (María José aceptaría la oferta) o su conversión al Islam y la consiguiente sumisión a Alá y sus preceptos. Esta última alternativa implicaría además del reconocimiento social y profesional una poligamia, variando en número según poder adquisitivo, en la que varias esposas se ocuparían de las necesidades, deseos y requerimientos de los varones (Maive y alguien más consideró que, conociendo al personal masculino, la aceptarían, como el protagonista, de buen grado): La mujer asumiría esas funciones y de cultura general y artística. De esta forma se garantizaría, provocadora propuesta, que la sociedad siguiera su curso y progresara cumpliendo cada cuál su función.
      Otro tema interesante que surgió en el debate es si el devenir  histórico es lineal o múltiple, y si es progresivo o no. Parece que muchos países de mayoría musulmana, especialmente en el centro de África, pretenden desarrollarse a la manera de otros como los mediterráneos y de oriente medio, considerando siempre los países musulmanes, y a su vez estos están en una fase de desarrollo previa a los países, así llamados , desarrollados. Esta tesis parece asumir que el crecimiento económico y desarrollo del conocimiento implica necesariamente un progreso ético que incluya valores que asumamos universalmente. Pero ejemplos históricos de países que abanderaban el orden, la racionalidad, asociado a crecimiento económico nos muestran que pueden ser el germen de la mayor de las barbaries, de uno otro bando (Segunda Guerra Mundial y la factorías de muerte nazi ejemplo de organización, pero las bombas atómicas también son un ejemplo de desarrollo científico) o los lados del telón de acero que de forma similar utilizaban los últimos desarrollos científicos, organizativos, de comunicación para la opresión de su propia población y el expolio de otros pueblos que no por ello se pueden considerar inferiores. 
      Interesantes aportaciones que se complementa, como dijimos en otra entrada, con obras como París 2041 de Ezequiel Szafir.
    Nos costó despedirnos, pero para asegurarnos de que nos volveríamos a ver pusimos fecha viernes 15 de abril de 2016, lugar El Esquinazo en La Laguna y libro para la próxima tertulia Los surcos de azar cómic de Paco Roca.


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