viernes, 18 de diciembre de 2015

"París 2041" de Ezequiel Szafir.

el Periódico nos presenta una novela que puede contribuir a un diálogo con la Houllebecq.


Ezequiel Szafir visita el futuro en 'París 2041'
El autor recurrre al pasado europeo en su novela de aires orwellianos.
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Ediciones B publica mañana 'París 2041' de Ezequiel Szafir, vicepresidente de Amazon Europa.
EVA CANTÓN / PARÍS
MIÉRCOLES, 6 DE MAYO DEL 2015.
Al vicepresidente de Amazon Europa parece que se le da bien rentabilizar el tiempo. De la conversación con un taxista en París ha extraído una novela de casi 400 páginas que plantea un futuro con aroma de pasado en el que ahora los que viven en guetos, en vez de judíos, son musulmanes. Ezequiel Szafir (Buenos Aires, 1971) describe enParís 2041 (Ediciones B) el manual de uso de cualquiera de las dictaduras que en el mundo han sido. De aires orwellianos, los drones sobrevuelan las calles en las que el lector tropieza con neonazis, francotiradores y miembros de la Resistencia hasta que llega el momento de la liberación (otra vez) de París. Mientras pasea bajo un sol generoso por el barrio que en tiempos de Zola habitaban los obreros y en el que ahora la población argelina se mezcla con el París más bobo (bohemio burgués), Szafir repasa los escenarios de la novela. También sus símbolos.
La Zona Libre
Como el del canal del Ourcq, que permite a uno de los personajes deParís 2041 una perfecta huída. «La vida alrededor del canal tiene el simbolismo del agua, es integrador. Pero la dictadura lo transforma en un lugar sin vida. Desaparecen los barcos y de los puentes cuelgan carteles como eslóganes, para que la sociedad no cuestione nada», dice el escritor. Es en esa frontera marcada por la presencia del agua donde los protagonistas se adentran en el gueto, en la llamada Zona Libre, a la que se accede con una tarjeta codificada. Marca también un «juego de ida y vuelta», una separación entre «ellos y nosotros», un espacio del que desaparecen los móviles y se regresa al mundo de los libros en papel, un guiño nostálgico. «Intento recuperar el romanticismo de la vida que hemos perdido. Lo que el Gobierno hace como método de presión, acaba siendo una bendición. Cuando la madre de uno de los personajes, Farida, se desespera, le tiene que enviar una carta». Y es el lugar en el que se erige un muro que para Szafir es mucho más que una metáfora. «Estar dentro y fuera del muro es parte de la narrativa social europea de los últimos mil años. El invento del muro no es de Berlín». Es como si Szafir usara el proceso de escritura para pensar, cargado de una sensibilidad social que supera la literaria. «Desde fuera Europa se ve como un continente que considera obvia la democracia y la paz. Pero cualquiera se da cuenta de que la paz es una excepción en la historia europea y la democracia algo totalmente nuevo para los europeos, no una tradición milenaria». Juega también con la idea de que la Historia, con mayúsculas, puede repetirse y se hizo el siguiente planteamiento: «Si puedo escribir el futuro repitiendo el pasado, es que algo anda mal».
Un futuro que arranca en 1935
Y puede que sea así, reflexiona el autor argentino afincado en Luxemburgo. «El futuro que he escrito arranca en 1935. En lugar de quemar sinagogas en la noche de los cristales rotos, quemo mezquitas. Y la reacción del Gobierno para proteger a los musulmanes es colocarlos en un gueto. Todo eso sucede de forma tan coherente en la novela que asusta, porque no tengo que inventar nada. Es repetir la historia en la Europa moderna, agregando drones y libros electrónicos». ¿Revivir el pasado llevándolo al futuro para mejorar el presente?. Puede. En todo caso, el directivo de Amazon cree que su generación tiene la obligación de rendir homenaje a quienes lucharon para que hoy podamos gozar de una libertad antes impensable. «Yo no sé si la democracia es más frágil de lo que creemos. En todo caso no se habla de ello. Se da por sentado que somos demócratas. Y cuando la gente puede votar a Le Pen sin cargo de conciencia es que tan demócratas no somos», dice.
El paseo de Szafir prosigue por el canal hasta llegar al café con la fachada pintada de azul en el que escribió varios de los capítulos de una novela armada en bares, hoteles, aviones y en casi todas las ciudades europeas. «Es una cuestión de disciplina», recuerda después de hablar de su peculiar relación con los personajes. «A veces los protagonistas hacen algo que no quiero que hagan o dicen lo que no quiero que digan y me enojo muchísimo, porque me da vergüenza que digan ciertas barbaridades, pero no puedo cambiarlo porque el lector huele las mentiras en el personaje, que llega a cobrar vida propia». Pero enseguida se reconcilia con ellos y el también periodista esboza otra teoría. «Lo que tiene de bueno la ficción -y que no tiene el periodismo- es que no tienes que pedir ni permiso ni perdón. Te puedes divertir poniéndole a un hijo de puta el nombre de Cousteau o meter frases de Perón en el texto».
Generar debate

Tras la novela histórica Marina de Buenos Aires (2004), Szafir espera de su ficción parisina que no pase desapercibida para el lector. «Sería para mí una pesadilla». «El éxito de la novela sería generar debate. La conclusión que saque el lector me da igual. Se trata de que genere más preguntas que respuestas. Eso una obviedad porque no hay respuestas». Y después de Francia, le toca el turno a España, escenario de su próximo relato. «España también tiene cuentas pendientes consigo misma y es una sociedad sin resolver, como muchas. Pero, como inmigrante en España, --soy sudamericano, argentino y judío-- me he sentido terriblemente cómodo en todo momento. Meterme con España me cuesta un poquito. Con Francia es más fácil», bromea.

     Las lecturas deberían contribuir al diálogo y a la reflexión, más interesante es cuando cumplen esta misión en diálogo consigo mismas. Esto lo preveíamos cuando nos leímos Sumisión de Michel Houllebecq y ahora lo podemos confirmar. En la obra de Houllebecq sucedía que en un a Francia futura ganaban las elecciones la representación política de la creciente población islámica, encargándose, ese gobierno musulmán, de forma prioritaria de la educación con la consiguiente segregación de sexos. La presentación de Sumisión se tuvo que postergar por coincidir con los atentados de París de noviembre de 2015, pero lo leímos y realizamos la reseña junto con una entrevista a Houllebecq realizada por El País. En la ficción histórica de Szafir el triunfo electoral no es de los musulmanes sino que el miedo a ese triunfo hace que la ultraderecha racista gane las elecciones y aplique una política de protección de las minorías internándolas en campos de concentración cercados en pleno París. Ante ese hecho se organiza una resistencia francesa, musulmana y judía con colaboracionistas de otras procedencias.
      La ambientación parisina de la novela y el clima de ocupación nos provoca una sensación de Segunda Guerra Mundial, aunque plagada de drones y lectores de cuerpo e irirs, el riesgo y la lucha hacen que la acción no decaiga y el hambre de lectura crezca. Los sentimientos de las historias personales, dentro de la gran historia de la guerra de resistencia, nos introduce en historias de amor en varias forma: sexual, amistad, filial... por lo que no se descuida los sentimientos en pos de la narración política. Pero el grueso de la obra es de marcada intención política y de un tono de advertencia y alarma ante el desprecio por las minorías y los derechos más elementales como ocurrió en otra época.
       Esta lectura nos ofrece una novela de guerra y espionaje al tiempo que nos invita a una reflexión política que por ser urgente no debe caer en apresuramientos, en diálogo potencialmente constructivo con la cisión complementaria de Houllebecq. 

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