Leamos algunos fragmentos del libro de nuestra próxima tertulias...
“-Veamos, señorita Bunner…- comenzó a decir, acercando el
taburete al mostrador-. Creo que debería decirle al fin para qué he venido hoy.
Quiero casarme.
Ann Eliza, durante muchos rezos a medianoche, había
intentado armarse de valor para cuando escuchara esa declaración, pero ahora que
esta se producía se sintió lamentablemente asustada y poco preparada. El señor Ramy se apoyó con
ambos codos en el mostrador; ella advirtió que tenía las uñas limpias y que se
había cepillado el sombrero: ¡ni siquiera esas señales le habían puesto sobre
aviso!
Al fin se escuchó decir, con una garganta seca en la que
le palpitaba el corazón:
-¡Válgame el cielo, señor
Ramy!
-Quiero casarme -repitió él-. Estoy muy solo. No es bueno
que un hombre viva tan solo, que coma fiambre todos los
días.
-No- confirmó quedamente Ann
Eliza.
-Y tanto polvo ya me resulta
excesivo.
-Sí, el polvo… ¡Es verdad!
El señor Ramy la señaló con uno de sus dedos de yemas
cuadradas:
-Le ruego que me acepte.
Ella seguía sin comprender. Se levantó titubeante y apartó
la cesta de los botones que se interponía entre ellos
(…)
-¿Yo? ¿Yo? -preguntó jadeante”
…
“Pero otros pesares más serios atormentaban su
sobresaltada conciencia. Por primera vez en la vida atisbaba la horrible
cuestión de la inutilidad de los sacrificios personales. Hasta entonces ni se le
había pasado por la mente poner en duda los principios heredados que habían
regido su vida. Pensar en el beneficio de los demás antes que en el suyo propio
le había parecido natural y necesario, porque había asumido que eso implicaba la
consecución de ese beneficio. Ahora se daba cuenta de que renunciar a las
alegrías de la vida no garantiza la transmisión de estas a aquellos por quienes
se ha renunciado a ellas; su paraíso familiar estaba deshabitado. Sintió que ya
no podía confiar ni siquiera en la bondad ni en Dios y que solo había un abismo
negro sobre el tejado de la tienda de las Hermanas
Bunner”
(Edith
Wharton, Las hermanas Bunner, páginas
77-78, 238).
Ahora, situémonos en Nueva York en los momentos en que se construían algunos de sus más impresionantes rascacielos.
Vídeo: Constructores de rascacielos, tributo a Charles Ebbets
Estas fotos son reales. Alguna de ellas son fotografías históricas y fueron realizadas por Charles Ebbets a principios de los años 30. La mayoría no son fotos preparadas y corresponden a escenas cotidianas de los obreros que participaron en la construcción de los rascacielos de Nueva York entre 1920 y 1935. Como se puede observar, las medidas de seguridad eran un tanto especiales y las fotos se hicieron intentando denunciar esa situación.
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