Cuando Luis me prestó este libro pensé en las reflexiones de un hombre maduro, judío, culto, acomodado y con gran presencia en sus pensamientos y actividades del sexo. Error. Relato juvenil, iniciático, de transición a la vida adulta, de un joven pobre que desarrolla su afición por la actividad física de forma profesional y viviendo su primer amor, acomodado económicamente. Pero...., siempre hay un pero porque si no, no hay novela. Una epidemia de polio amenaza su barrilo judío. Lo amenaza como pandilla de camorristas italianos. Su valentía es puesta a prueba por una tentación mayor: su novia le busca un trabajo en las montañas, lejos de la epidemia.
Hace presencia Némesis, la diosa de la venganza, del castigo, de la justicia, de la retribución, vamos: de poner las cosas en su sitio. En forma de remordimiento que se somatiza en enfermedad, en epidemia, en postración y en el dolor de sufrir la amputación de elegir. Dejarse llevar por la enfermedad y superarla en lo posible con la ayuda de médicos y las personas cercanas, repartir el dolor, o asumir el papel de justiciero que asume en solitario las condiciones del castigo. Todo esto en pleno ambiente bélico que subraya aún más el dolor y la muerte de la juventud.
Respirar el calor del verano de Brooklyn, el frescor del aire y agua de las montañas, las sensasiones placenteras y dolorosas de los personajes hacen de esta novela un ejercicio de estilo en descripción de las condiciones físicas. Esto no supone un menoscabo de las condiciones psicológicas y sociales, es más: es una descripciones del ambiente bélico de la retaguardia y cómo os valores militares penetran en la sociedad. Pero, más que nada, y como ya es costumbre es una reflexión sobre la decadencia, destrucción, de lo inexorable del paso del tiempo y su conclusión. No nos cansaremos de compartir este sufrimiento con Philip Roth.
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