De Chico Buarte esperaba música, no una novela, pero nuestra amiga Conchita hizo que reparara el error. O no. Porque cuando se lee parece que se recurre a nuestra razón, logos para los griegos que significa algo así como palabra y pensamiento. Palabra y pensamiento que despiertan emociones y nos hacen vivir, revivir, re-revivir, vdas con sus pasiones. En cambio, la música, incluso las letras de las canciones, parecen que tienen acceso libre y directo a algo que supera lo racional y lingüístico. Este relato en primera persona hace que la vida del personaje no sólo refleje la historia reciente de Brasil, sino que nos haga vivir, revivir, re-revivir lo que fue, lo que que quería que fuese para llegar a un lo que se es o lo que se quiere que sea. De forma delirante en el que los mecanismos reconstructivos de la memoria crean ficciones, o no, literarias para llegar a funcionar como la música que nos llega directamente a las emociones.
En su momento, de forma más lineal, conocimos parte de nuestra historia de norteamérica a través de Middelsex. También esto se lo debemos agradecer a Conchy.
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