Blog de Metrópolis.
"Miss Webster y Chérif", de Patricia Duncker desprende ese aire inglés de las grandes novelas costumbristas, impregnada de aromas del desierto y de los retazos de la sutil y a veces evidente guerra entre oriente y occidente, construyendo una historia potente y conmovedora pero que a veces se desvía por otros derroteros, despistando un poco al lector confiado.
Miss Wester es una venerable anciana inglesa, solterona, antigua profesora de francés, que vive encerrada en el estrecho mundo de su casa desde que dejó las clases y la vida académica, dejando que su corazón fuera poco a poco enfriándose y encogiéndose hasta casi desaparecer haciéndola deslavarse como un viejo abrigo.
El consejo del médico: un viaje fuera de sus fronteras para avivar ese espíritu marchito que casi le cuesta la vida. Y se interna en el desierto, bebiendo otras vidas y otras circunstancias hasta que, ya recuperada, regresa a su casa en Inglaterra. Pero ahí no termina la aventura porque el hijo de la dueña del hotel en el que se alojo aparece un día en su puerta con la maleta con la intención de estudiar en la universidad y se queda en su casa.
A partir de ese momento Miss Webster revive, acogiendo a Chérif como al hijo que no tuvo, construyendo una curiosa relación interracial e intergeneracional que asombra y escandaliza a sus vecinos. La desconfianza hacia los musulmanes después del 11-S hace que las cosas no sean fáciles para Chérif ni, por extensión, para su amable y comprometida casera que, poco a poco, empieza a sospechar que su inquilino no es quién finge ser.
Una novela que plantea una situación interesante y conflictiva entre dos personajes extremos y que podría dar más de sí si la autora no desvariara tanto sobre la situación de conflicto entre musulmanes y cristianos que lastra bastante la narración y que aporta poca cosa con respecto al verdadero conflicto de la novela, que es la especial y chispeante relación entre la adusta Miss Webster y el perfecto Chérif.
"Miss Webster y Chérif", de Patricia Duncker desprende ese aire inglés de las grandes novelas costumbristas, impregnada de aromas del desierto y de los retazos de la sutil y a veces evidente guerra entre oriente y occidente, construyendo una historia potente y conmovedora pero que a veces se desvía por otros derroteros, despistando un poco al lector confiado.
Miss Wester es una venerable anciana inglesa, solterona, antigua profesora de francés, que vive encerrada en el estrecho mundo de su casa desde que dejó las clases y la vida académica, dejando que su corazón fuera poco a poco enfriándose y encogiéndose hasta casi desaparecer haciéndola deslavarse como un viejo abrigo.
El consejo del médico: un viaje fuera de sus fronteras para avivar ese espíritu marchito que casi le cuesta la vida. Y se interna en el desierto, bebiendo otras vidas y otras circunstancias hasta que, ya recuperada, regresa a su casa en Inglaterra. Pero ahí no termina la aventura porque el hijo de la dueña del hotel en el que se alojo aparece un día en su puerta con la maleta con la intención de estudiar en la universidad y se queda en su casa.
A partir de ese momento Miss Webster revive, acogiendo a Chérif como al hijo que no tuvo, construyendo una curiosa relación interracial e intergeneracional que asombra y escandaliza a sus vecinos. La desconfianza hacia los musulmanes después del 11-S hace que las cosas no sean fáciles para Chérif ni, por extensión, para su amable y comprometida casera que, poco a poco, empieza a sospechar que su inquilino no es quién finge ser.
Una novela que plantea una situación interesante y conflictiva entre dos personajes extremos y que podría dar más de sí si la autora no desvariara tanto sobre la situación de conflicto entre musulmanes y cristianos que lastra bastante la narración y que aporta poca cosa con respecto al verdadero conflicto de la novela, que es la especial y chispeante relación entre la adusta Miss Webster y el perfecto Chérif.
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