El 8 de octubre de 20014 felicitábamos a Rafael Chirbes por el Premio Nacional de Narrrativa, noticia conocida el día anterior. También recibió el Premio de la Crítica. Todo ello por la conocida como novela de la crisis En la orilla. Éxito reciente pero no novedoso ya que hay que unirlo al de la serie de televisión Crematorio basada en otro libro suyo de igual título.
Nosotros presentamos En la orilla como propuesta de lectura para la tertulia que fue rechazada. A pesar de eso acometimos su lectura algunos de los contertulios. No podemos decir que fuese un disfrute esa lectura, ¿o sí lo fue? Ante esta cuestión el teclado del ordenador nos sirve de almohada de reflexión y valoración. Lo desagradable no es la novela sino la realidad que refleja. Desagradable es no poder empatizar con los personajes porque son espejos en los que se refleja lo peor de nuestra sociedad, ¿de nosotros? Asquerosos son los olores, la mugre, la mierda, la vejez pero sobre todo la falta de salida y el final inevitable como individuos. Hiriente es la verdad, la verdad sin adornos, sin buena letra que según el autor puede llevarnos a engaño. Engaño como el del cadáver que aparece en el inicio que nos lleva a pensar en una investigación policial al uso. Finta como la de los personajes iniciales que aparecen con un protagonismo que luego desemboca en el del narrador para diluirse en una obra coral, rural, de pueblo, del pueblo como personaje con múltiples voces y distintos lenguajes: primera persona, narrador omnisciente, diálogo de teatro, guión cinematográfico...
Pero, quizás el mayor de los quiebros, al menos eso le sucedió al que esto escribe, es la búsqueda de una estructura, de un esqueleto que sostenga la carne sabrosa y bella de las palabras. Esto es lo que apreciamos en múltiples novelas, supone un juego en el que ponemos a prueba nuestra capacidad de lectores. En este caso la estructura, tenerla la tiene, cede protagonismo al torrente, mar, olas del lenguaje que palabra a palabra generan un ritmo poético. Pero no sólo eso sino que esta poesía tiene una potencia periodística que nos hace pensar que se está describiendo no sólo lo que ha ocurrido, sino también lo que está ocurriendo, e incluso lo que sucederá.
Variedad y cantidad de temas: inmigración, interculturalidad, eutanasia, especulación inmobiliaria, mercado del arte y culinario, prostitución, mercado laboral, problemas ecológicos,...no sacan de los sentimientos más íntimos de los personajes, ni de cómo se pretenden camuflar(partidas del bar), sino que enmarcan en un contexto histórico preciso, la crisis, unos personajes que parten del la Guerra Civil, transitan por el franquismo y hacen una transición hacia una época de fuegos artificiales y de polvoras mojadadas. Personajes que te crean el desasosiego de, aun sabiéndolos culpables, generar ´ternura y compasión.
Nosotros presentamos En la orilla como propuesta de lectura para la tertulia que fue rechazada. A pesar de eso acometimos su lectura algunos de los contertulios. No podemos decir que fuese un disfrute esa lectura, ¿o sí lo fue? Ante esta cuestión el teclado del ordenador nos sirve de almohada de reflexión y valoración. Lo desagradable no es la novela sino la realidad que refleja. Desagradable es no poder empatizar con los personajes porque son espejos en los que se refleja lo peor de nuestra sociedad, ¿de nosotros? Asquerosos son los olores, la mugre, la mierda, la vejez pero sobre todo la falta de salida y el final inevitable como individuos. Hiriente es la verdad, la verdad sin adornos, sin buena letra que según el autor puede llevarnos a engaño. Engaño como el del cadáver que aparece en el inicio que nos lleva a pensar en una investigación policial al uso. Finta como la de los personajes iniciales que aparecen con un protagonismo que luego desemboca en el del narrador para diluirse en una obra coral, rural, de pueblo, del pueblo como personaje con múltiples voces y distintos lenguajes: primera persona, narrador omnisciente, diálogo de teatro, guión cinematográfico...
Pero, quizás el mayor de los quiebros, al menos eso le sucedió al que esto escribe, es la búsqueda de una estructura, de un esqueleto que sostenga la carne sabrosa y bella de las palabras. Esto es lo que apreciamos en múltiples novelas, supone un juego en el que ponemos a prueba nuestra capacidad de lectores. En este caso la estructura, tenerla la tiene, cede protagonismo al torrente, mar, olas del lenguaje que palabra a palabra generan un ritmo poético. Pero no sólo eso sino que esta poesía tiene una potencia periodística que nos hace pensar que se está describiendo no sólo lo que ha ocurrido, sino también lo que está ocurriendo, e incluso lo que sucederá.
Variedad y cantidad de temas: inmigración, interculturalidad, eutanasia, especulación inmobiliaria, mercado del arte y culinario, prostitución, mercado laboral, problemas ecológicos,...no sacan de los sentimientos más íntimos de los personajes, ni de cómo se pretenden camuflar(partidas del bar), sino que enmarcan en un contexto histórico preciso, la crisis, unos personajes que parten del la Guerra Civil, transitan por el franquismo y hacen una transición hacia una época de fuegos artificiales y de polvoras mojadadas. Personajes que te crean el desasosiego de, aun sabiéndolos culpables, generar ´ternura y compasión.
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