lunes, 7 de noviembre de 2011

Markus Orths.







Todo empezó con Lourdes, continuó con María José, con un servidor, con Manolo como regalo de cumpleaños y espero que siga. Este es el proceso que parece siguió nuestro autor y sus novelas cortas o relatos largos. Las dificultades de distribución han hecho que, paradójicamente, nos leamos las dos obras editadas por Seix Barral. Ante la dificultad de encontrar a La camarera (2010) nos leímos La sala de profesores (2011) para volver a la motivación originaria de La camarera.







En La camarera predominan los personajes femeninos en busca de algo que no saben lo qué es. O sí lo saben pero les cuesta reconocerlo: buscan a alguien. La soledad, incluso con alguien al lado, estimula la curiosidad por los demás en forma de boyeurismo. Pero, sólo es el primer paso para intervenir de forma activa. Las manías, incluso patológicas, parecen producto de lo que se nos sugiere y tenemos que completar, esperemos que con más éxito que el terapeuta asentidor. La atmósfera inquietante hace que nos divirtamos con un mundo limpio, iluminado, cómodo, sin familia, con vacaciones......en soledad. Todo esto engarzado en una estructura circular que va dando un sentido mucho más intenso a los distintos elementos de la trama.





Parece un disparate, quizás lo sea, lo que sí hace es caricaturizar exagerando aspectos de nuestra vida laboral. La sala de profesores está plagada de localismos que, a pesar de dificultar un poco la lectura, la hace más universal. En esos detalles nos vemos reflejados y nos hace reírnos, ¿reírnos? como hicimos con El apartamento. La escritura vivaracha se ve enriquecida por el esfuerzo de darle una construcción coherente en forma circular, de forma parecida que en La camarera, que podría resultar forzada. Lo que no es forzado es el disfrute de la acidez crítica. Un verdadero manual del buen profesor en prácticas que no se recomienda en ninguna facultad ni escuela universitaria.




Tenemos la opinión de nuestra compañera del blog amigo la competencia.




La camarera

LA CAMARERA
Markus Orths
Traducción de Mª José Díez Pérez
booket
Barcelona
2011
Yo también detesto la mugre blanca en el cepillo de dientes y esas marquitas que deja en la encimara del lavabo. Yo también miro debajo de las camas en las que voy a dormir, siempre me ha dado pavor pensar que hay alguien debajo, un miedo de la infancia que no supero y que, encima, aumento con los falsos techos, siempre puede haber alguien agazapado para atraparte y llevarte al más allá. Siempre hay motivos para el pánico, siempre hay razones para la esquizofrenia. Las obsesiones compulsivas se me acumulan: tengo que colocar los billetes en la cartera con la banda de seguridad para el mismo lado, tengo que tender la ropa por prendas y tamaños, etc... aunque no llegan a controlar mi vida, lo triste es que cada vez me siento más orgullosa de tener esas manías, como si se tratara de una verdad universal que solamente yo veo, como una revelación, ¡uaua!, me doy miedo.
El final del relato propone una serie de especulaciones que pueden explicar la soledad de esta mujer adulta que se resiste a vivir con su madre, porque las madres para las mujeres son, generalmente, el espejo en el que nos vemos reflejadas, no queremos ser como ellas y al final agradecemos tener algo de ellas; en este caso parece necesitar esa coraza resistente que le permita mantenerse en pie frente a la indiferencia que desprenden hacia la persona deseada. Dice una canción de Nacho Vegas que "miles de sabios antes lo han dicho y otros lo repetirán, hay un deseo que todos tenemos, sentirnos amados y amar, en este mundo que de tan absurdo aún nadie ha sabido explicar, hoy los más viejos dan sus consejos, que escuches antes de olvidar..."



Muchas gracias. Esperamos seguir colaborando.

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