ElMundo.es (29/03/2012).
Primero fueron las piezas de recambio para los automóviles, luego los medicamentos y ahora los libros. Desde esta mañana, está prohibido importar libros, a menos que se trate de pequeñas partidas, aprobadas por el Ministerio de Comercio Interior. La insólita medida fue tomada bajo la excusa de proteger la salud de los argentinos. Las autoridades sanitarias –no se dice cuales- comprobaron que la tinta de muchos de los textos que llegan del extranjero, tiene un alto contenido de plomo. Juan Carlos Sacco, tercer vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), señaló con sarcasmo que "esta es una medida seria. Si uno pone el dedito en la lengua para cambiar de página, se puede envenenar".
Los empresarios del sector coinciden en que la prohibición de traer libros no tiene nada que ver con la salud de los lectores. Más bien se enmarca en las trabas que el Gobierno impone a las importaciones de cualquier tipo, en su afán por frenar la salida de divisas de un país que apenas recibe inversiones del extranjero.
En la tarde del miércoles, los socios de la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP) recibieron un email notificando que la Aduana había bloqueado la salida de mercadería (libros) ya fuera de los depósitos fiscales o de las terminales portuarias. "Suponemos que se trata de verificar si lo que hay dentro de los contenedores se ajusta a las declaraciones juradas", dijo Héctor Di Marco, presidente de la CAP, refiriéndose a los formularios que deben remitir los importadores, no importa de qué, al Ministerio de Comercio.
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