Una relación sexual poco simétrica, como todas o casi todas, en este caso un quinceañero que de forma accidental empieza a disfrutar de forma cotidiana del sexo y la lectura con una mujer con unos hermosos treintaitantos años de deseo y curiosidad. Los estudios de leyes del muchacho nos hacen dejar un tiempo de paz atrás para contemplar los juicios posteriores a la Segumda Guerra Mundial. Esto nos va a permitir reflexionar sobre la historia, el pasado, la memoria, la culpa, la familia, la nación y lo complicado de ensamblar sentimientos y hechos, disonancia que no sólo mueve la historia, también el pensamiento.
Pocas veces la ficción, ¿la ficción?, es tan veraz. Los hipertextos, la realidad aumentada, los enlaces...no fueron inventados por la informática sino por la aventura de relatar, de pensar en voz alta con personajes (la traducción del título del alemán parece ser: el que lee en voz alta, "Der Vorleser") y si se hace bien podemos creernos que es autobiográfico. Como en esta novela en que un juez nos relata esta historia, Historia, que creemos que le es propia, como nos lo es a nosotros haciéndonos participar de los placeres y sufrimientos íntimos y colectivos, patrimonio humano, y de la memoria y culpa colectiva.
Todo esto convertido en un cántico a la literatura, una crítica de la ignorancia, o la vergüenza de no reconocerla, penosa justificación de la inhumanidad del dejar hacer, o hacer porque me lo mandan u ordenan, incluso las leyes. El propio libro es un ejemplo de cómo la letra impresa o leída, no puede ser sustituída como medio de expresión y estímulo del pensamiento ya que la excelente película que se deriva de esta obra literaria no nos puede proporcionar ese caldo de cultivo para la reflexión, aunque no deja de ser una bella e interesante historia que podemos disfrutar de dos formas: película o libro, pero que en ambos casos se quedará en nosotros mucho más tiempo del que creemos recordar.
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