Leny me presta un relato de no ficción. Un padre de un hijo de diecinueve años se lamenta de las mimosidades de su hijo que van desde la indiferencia hacia sus prójimos hasta la guarradas más evidentes protegidas o ignoradas en pos de un cariño que parece no poder manifestarse de otra manera. El paso de Nasca es el propósito que se plantea el padre como reválida que apruebe y permita el acceso de su hijo a la vida adulta. Ese paso va a suponer el descubrimiento la riqueza que todo ser humano nos puede ofrecer si le ofrecemos el abono de la confianza y tranquilidad. Este aparente rito de madurez termina convirtiéndose en un aviso de la vejez y de confianza en la mejora de las generaciones.
Paralela a las acciones descritas se desarrolla el planteamiento de una supuesta novela de ficción La Gran Guerra Final en la que se presenta en forma bélica el conflicto generacional enriquecida con el problema del envejecimiento de la población. En tono humorístico se presenta esta trama muy ilustrativa sobre estos problemas contemporáneas.
Las disquisiciones teóricas sobre el consumismo, las costumbres de los jóvenes, los problemas educativos...alcanzan su plenitud con la profunda reflexión sobre la autoridad y sus fuentes de legitimación que deja asomar el fértil debate de la ilustración. Esto se plantea con la cuestión de si los pequeños retos no se resuelven ante la ausencia de grandes planteamientos. Interesante ver como las crisis de los grandes relatos no se mediante relatos más comedidos, sino que culminan con el cuestionar de estos también. Quizás esa sea la única conclusión posible: no hay conclusión, no hay certezas, y la incertidumbre que esto nos provoca sólo es mitigable con el cariño que nos ofrecemos más allá de las diferencias, como la de formar parte de distintas generaciones.
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