miércoles, 5 de febrero de 2014

"La trama nupcial" de Jeffrey Eugenides.

 missatlaplaya.com  nos cuenta en su sección "Tiempo de leer" lo que nos parece interesante para la próxima tertulia:

Encontrar un buen libro es una de las mejores cosas que puede haber. No hay nada como disfrutar con buenas historias, personajes únicos y descripciones sorprendentes (aquellas que lees dos veces para apreciarla más). Un libro que te gusta tanto que no puedes dejar de leerlo, pero a la vez, intentas alargarlo lo máximo posible para que no se acabe pronto. Un libro que acabas recomendando a todo el mundo. La trama nupcial de Jeffrey Eugenides fue mi descubrimiento de este verano. El autor estadounidense ganó el Premio Pulitzer en 2003 por su novela Middlesex (el siguiente de mi lista), y su primer trabajo, Las vírgenes suicidas, fue llevado al cine por Sofia Coppola. Actualmente es uno de los mejores novelistas del panorama.
La trama nupcial gira en torno a la relación de Madeleine, una universitaria en su último año de carrera, con su novio bipolar Leonard y su no-relación con Mitchell, un compañero suyo que está enamorado de ella. Madeleine escribe su tesis sobre la trama nupcial en la novela, particularmente en la novela victoriana. Leonard lucha contra los síntomas de su trastorno a la vez que intenta terminar los estudios y mantener su trabajo. Por su parte, Mitchell busca el sentido de la existenciaviajando por el mundo. Está tan bien escrito que en ocasiones pareces estar presente en esaclase de Religión a la que acude Mitchell e incluso participas de alguna manera en los debates que plantea el profesor. Los personajes no son perfectos, pero hace que sus debilidades y defectos se comprendan, algo que me parece muy difícil de conseguir en un libro. El autor se inspiró en su propia experiencia para algunos fragmentos del libro, pues al igual que Mitchell, él también pasó una temporada haciendo voluntariado en Calcuta con la Madre Teresa.
Jeffrey Eugenides contó en una entrevista que el secreto para ser un buen escritor es pensar que estás escribiéndole una carta a tu amigo más inteligente, sea lo que sea que estés escribiendo, una novela, un relato corto… Nunca ser condescendiente, ni dar explicaciones superfluas. No dirigirse a una audiencia, sino al lector en su individualidad. Ponerse el listón alto.

Para empezar, mira todos los libros. Allí estaban sus novelas de Edith Wharton, ordenadas no por título sino por fecha de publicación; ahí estaba la colección completa de la Modern Library de Henry James, un regalo de su padre en su 21 cumpleaños; ahí estaban los desgastados libros de bolsillo necesarios para sus clases, mucho Dickens, un poquito de Trollope, junto a una cantidad considerable de Austen, George Elliot, y las formidables hermanas Brontë. Había muchos libros de bolsillo de New Directions, la mayoría poesía por tipos como H.D. o Denise Levertov. Allí estaban las novelas de Colette que leía furtivamente. Ahí estaba la primera edición de Parejas, perteneciente a su madre, en el que Madeleine se había sumergido brevemente en sexto y ahora utilizaba como apoyo textual de su tesis para Literatura Inglesa sobre la trama nupcial. Ahí estaba, en parte, su librería de tamaño medio pero transportable que representaba todo lo que Madeleine había leído en la universidad, una colección de textos, aparentemente elegidos al azar, cuyo enfoque se estrechaba lentamente, como un test de la personalidad, uno sofisticado que no podías engañar anticipando las implicaciones de las prefuntas y que al final acababas tan perdido que tu único recurso era responder la simple verdad. Y ahí esperabas el resultado, deseando “Artística”, o “Apasionada”, pensando que podrías vivir con “Sensible”, temiendo secretamente “Narcisista” y “Doméstica”, pero siendo finalmente presentada con un resultado que deshacía ambas maneras y te hacía sentir diferente según el día, la hora, o el tío con el que estuvieras saliendo: “Incurablemente romántica”. – La trama nupcial.















     El viernes 21 de marzo de 2014 nos reunimos en La Laguna, Hotel Hespérides, a propuesta de la inasistente Isabel. A pesar del frío con bastante puntualidad, excepto Calola que se despistó y no acudió a la cita. Los que allí nos reunimos: Angeles, Begoña, Domingo, Ana, María José y Lourdes hablamos de lugares, tiempos y situaciones pero de forma especial de la comida: carpaccio con tomate, ensalada tibia con langostinos, solomillo con salsa bearnesa  y papas fritas y un especial postre de mus de chocolate, además tatin de manzana son los platos que degusto en plena salivación. El Enate  contribuyó a soltar la lengua. El precio fue de 28 euros.
     El libro satisfizo, lo que no se preveía al inicio de la lectura, y los personajes complejos, variantes e incluso caprichosos se hicieron nuestros a pesar de su imprevisibilidad. Las patologías mentales de algunos personajes contribuyen a enriquecer nuestra perspectiva de los demás y a no trivializar el dolor ajeno, al tiempo que hacernos conscientes que nuestros estados son pasajeros y no necesariamente patológicos. Los viajes de otros protagonistas nos ofrecen una visión cosmopolita de la búsqueda de la identidad religiosa y social y de las insuficiencias para afrontar algunas apuestas. La estructura es más compleja de lo que parece en principio, lo que invita a una lectura más profunda. Lo que "echamos de más" quizás sea lo pretenciosos de las citas literarias para mostrar el ambiente intelectual y estudios de los protagonistas, pero quizás se deba a la diferencia en los estudios entre nuestro sistema educativo y uno anglosajón como el de Estados Unidos. Una de las cualidades que creo que más podemos destacar es cómo desde la intimidad familiar y emotiva de unos personajes podemos contemplar una visión de nuestro tiempo y nuestro mundo que ya ni es el siglo XX ni es un país, ni siquiera continente.
     La conversación concluyó con el establecimiento de la fecha de la próxima tertulia, viernes 11 de abril de 2014, lugar, La Chata en la calle Porlier de Santa Cruz, y el libro: La polilla y la herrumbre de Mary Cholmondely a propuesta de Calola.
    

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