domingo, 30 de octubre de 2016

"Me llamo Lucy Barton" de Elyzabeth Strout.

      Cajacanarias en su cilco de cine, Página 2 en la televisión y varias recomendaciones más no fueron suficientes para iniciar la lectura de este libro. Sólo la recomendación de Lourdes y el consejo de MaríaJosé me decantaron a utilizar mi tiempo en esta lectura. Y su lectura me ha puesto sobre el teclado para manifestar mi opinión antes de que se diluya como todos nos diluiremos. 
         De disoluciones trata el libro. No de las químicas, ni de las biológicas (varias muertes y enfermedades son descritas con elegancia) sino de las disoluciones en vida. De todas aquellas vidas, de todas nuestras vidas, que no son, no llegan a ser, o no son todo lo que pueden ser por motivos variadísimos: físico, machismo, homofobia, inteligencia, complejos, inmigración...pero que muchas veces se resumen en una que es la causa económica. Salió de la nada. ordinaria, no tine estilo...son términos que en esta novela se desacreditan como descriptivos y los deja en la denudez de la segregación y rechazo que muestran. 
             La metáfora de la competición no debería sino ser eso: una metáfora. No competimos sino en algunos y limitados apectos de nuestra vida. En ellos el deporte, que no es sino un juego, puede servirnos de ejemplo. En el resto somos producto de la colaboración y si de algo disfrutamos es de formar parte activa y reconocida de una colectividad que empieza por el próximo. En ninguna competcición se termina ganando, siempre se acaba perdiendo, la enfermedad y la muerte son la única realidad que no podemos esquivar. Podemos eludir el dolor y el pesar precisamente por la consciencia de la finitud que da valor al presente. Nuestros miedos nos llevan a atrincherarnos en la seguridad de la normalidad de nuestra mísera riqueza. Los muros del dinero no nos dan seguridad porque no la hay ni la habrá pero nos hacen creernos mejor que los demás, que algunos de los demás, consuelo de tontos que no es sino un mal de muchos. La inteligencia, la fuerza, la habilidad.... de igual forma que el dinero o el prestigio no son sino esas pequeñas tretas que nos permiten continuar en la brecha de una lucha sin sentido por lo que nunca lograremos.
        Las manchas de negro en los dedos por el trabajo no nos pueden impedir vivir el gran amor, o el pequeño amor de descubrir el placer que podemos compartir. Y si no es así ya tendremos la literatura para ajustes de cuentas y penitencias preñadas de futuro. Recuerda el caso póstumo de Chirbes. De igual forma esta obra de Strout hace el mismo ejercicio, sin el hedonismo mediteráneo, que en su momento hizo Milena Busquets. En los tres casos tenemos la reconstrucción de un pasado, desde un presente apenado, ajustando cuentas con uno mismo y con los demás en la búsqueda imposible de lo que echamos en falta haber hecho, que se resume en QUERER. Querer y manifestarlo, con mayúsculas y con minúsculas, sin excusas ni atenuantes. Pretender responsabilizar a los otros de nuestra incapacidad para querer y por lo tanto ser felices, es como achacar la culpa de mi delgadez a alguien que muere de hambre. La felicidad, como la inteligencia, no es un producto individual sino un reflejo que captamos en los demás. Seguro que ya no admiramos la inteligencia arrogante del erudito que deslumbra como un sol, en cambio disfrutamos de la inteligencia de aquel que nos hace sentir útiles y vemos ese reflejo como una luna que ilumina pero no ciega ni achica. Lo mismo con la felicidad que sólo puede ser producto del querer, del preferir el bombero al bombardero, un buen polvo a un rapapolvo y la revolución a las pesadillas. 
      Pesadillas recurrentes de que los nazis se levan a tus hijos, como las tuvo la protagonista-narradora. Reflejo del cariño que  no les podía transmitir. Sufrimiento compartido ante el tormento, de baja intensidad pero tormento, que inflinge la psicoanalista, desde su conocimiento, a la escritora-enseñante que sufre por no tener respuesta de sus alumnos. O el de pensar que sigue con su marido, con la familia que formó, a pesar del divorcio y nuevo matrimonio de ambos. Parece que todo esta inquietud procede de sus limitaciones para expresar sus sentimientos producto de su origen (sin más calificativo). Me pregunto si no será una manera de eludir la responsabilidad de las propias decisiones ese psicoanalista recurrir al pasado, a la infancia,  las ausencias y miedos originarios. En cualquier caso parece que es una fuente literaria, aunque siempre se cuente la misma historia, que no se agota ni nos agota....De estos libros quiero más.


     Ayer vatimos records de asistencia a una tertulia. Domingo, Lourdes y María José (Tomás se excusó por gripe) no consideramos la lluvia y el frío como inconvenientes para vernos en el Deboca. La presentación de la comida resultó de lo más curiosa y se me instó a que fotografiara las pequeñas escenografías comestibles.Así empezamos con unas tarjetas comestibles, obleas, con miel de trufa. Una misteriosa caja ocultaba un paté de hígado con crema de queso. Una fuente de apariencia oriental nos portaba unos panecitos, bao, con cordero a la mostaza. El ceviche con helado de mango sorprendió. Acabamos con tartar de salmón con aguacate. El vino fue La perra gorda procedente del bierzo. Los mantelitos nos mostraron una imagen de la isla de Tenerife en la que con humos mostraba los tópicos. La cuenta nos llegó en su respectiva caja, 21 euros con propina de los que Lourdes no debió pagar 6 que correspondían al vino que no bebió. Se lo pagaremos en la próxima comida.
     Como es de desear, a pesar del escaso número de asistentes, no existía un parecer unánime y el disfrute de esta obra mostró diferentes grados. Así María José dijo que la había disfrutado mucho, Domingo se mostró de acuerdo, pero Lourdes consideró que la simpleza era lo que predominaba en la novela. Domingo insitió en cómo lo había emocionado, en especial cómo transformaba el desapego, incluso el desprecio, en cariño; pero nunca utilizándolo como excusa ni siquiera como atenuante, para realizar acciones parecidas de las que huía, la protagonista-narradora. Lourdes insistió en las sugerencias hechas a partir de las elipsis, en especial referidas a las relaciones de la protagonista con su padre y su pareja, en cambio, se explicaban el resto de las relaciones sin eludir detalles dolorosos, como en el caso del hermano. María José veía la situación de los personajes en el presente como consecuencia del las acciones sufridas en el pasado, no únicamente explicables por la pobreza. El rechazo a todo tipo de desprecios, no sólo debidos a la aporafobia, se mostró claramente con la escena descrita en que la psicoanalista  pretendió acallar a la escritora en un curso dándole a entender que sufría de un mal que la limitaba. Este es un ejemplo de juzgar a los personajes que no ejerce con otros de clara brutalidad o poco cariño, como el padre o la madre. En todo caso miostrar, de forma pretendidamente aséptica, los hechos ante los que no nos queda otra opción que sentir rechazo. Ejemplo de esto es el paseo que le hace sufrir el padre al hermano, o el rechazo de la llamada telefónico a cobro revertido de la madre.
      La actualidad política se manifestó en entender cómo Donald Trump pudo ganar unas elecciones presidenciales. La brutalidad unida o debida a la pobreza parece que justifica salidas políticas vengativas y pretendidamente justicieras. Opciones excluyentes a las que sólo la educación parece que pueden frenar.

        Tras el comentario sobre peso, salud y demás boberías Lourdes propuso el novelón Patria de Fernando Aramburu. Domingo replicó que le parecía una novelota del S.XIX y que él prefeería El bar de las buenas esperanzas de JR Moeringer. Tras la correcta discusión nos quedamos con Patria, entre otras razones por su valor diáctico respecto a nuestra historia reciente y por no haberla leído ninguno.


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario