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Más y mejor nos parece la incursión en el mundo del periodismo sensacionalista que supone esta novela. Este pasadizo para adentrarnos en los recovecos de la dictadura totalitaria de Fujimori nos sirve de descripción y diagnóstico de una sociedad podrida por el poder absoluto y la ambición inmoderada. Esto convierte en instrumentos de represión, coacción y control a unos currantes que se ven abocados a avergonzar y despellejar a todo aquel que pueda ser un obstáculo para la aparente paz política de una dictadura terrorífica. Hay un límite: el poder económico. Contra ese techo no se puede saltar. Lo curioso es la benevolencia con que se trata a los periodistas, artistas, e incluso a los que ostentan el poder económico controlando las materias primas, construcción, medios de comunicación... con una ingenuidad sin más consciencia que la del peligro de los secuestros por los grupos terroristas, miedo que se diluye en el lujo de Miami. Lo acertado de la descripción y la humana empatía nos hace, gracias a la magistral prosa de Mario, sentir la vida de un pordiosero recitador demente, de un ingeniero entrampado en un escándalo sexual, un abogado con los ojos cerrados, sus mujeres hedonistas...como propias y apuntarnos al carro fácil de lo cotidiano sirviendo de bruma que nos evita tener una perspectiva más amplia y estructural de los problemas económicos y políticos.
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