Mercurio revista de la fundación José Manuel Lara nos presenta este comentario.
Las amistades peligrosas
TINO PERTIERRA JUNIO-JULIO 2015
Cicatriz
Sara Mesa
Anagrama
Sara Mesa
Anagrama
200 páginas | 16,90 euros
a fantasía crece y crece en esta novela de heridas ocultas y cicatrices a la intemperie, una historia de dos seres (la convencional Sonia y el misterioso Knut) que hacen de sus mundos irreales una realidad que envuelve, invade y esclaviza. Sí, como la sociedad de consumo que hace las veces de gigantesco decorado para sus soledades. Sara Mesa (Madrid, 1976) confirma el talento mostrado en su anterior Cuatro por cuatro con un texto que se aferra a solo dos seres unidos por aquello que les aleja. Mesa está atenta a los síntomas de una naturaleza inestable para colocarlos en un tablero donde los movimientos tienen la cadencia de un péndulo de atracción y rechazo. Cada gesto cuenta en Cicatriz: un simple pelo como botín puede convertirse en metáfora de una posesión aplazada y temida. El morbo impone su ley a los personajes pero la autora lo esquiva con inteligencia cerrándonos la mirilla cuando menos te lo esperas.
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Lourdes nos sugiere esta lectura de una sevillana, desde niña, que indaga en los caminos, siempre en cuesta y polvorientos, de la atracción. Un inicio que promete, utilizo esta palabra porque sugiere está sobreusada, vínculos eróticos más allá de la lencería y que podrían adentrarse, a través de alguna cicatriz, en vidas y biografías se queda en la superficie, no de la epidermis, sino de la lencería. Este fetichismo comercial de marcas, tejidos, costuras, perfumes, bolsos, guantes, zapatos se es disimulado por la alteración de la usual compra por el hurto, no oneroso sino dadivoso. Para complicar más la situación de esta aparente anticomercial publicidad, la relación episto-comercial parte del tránsito de libros a cambio de relatos que el "ladrón generoso" corregirá implacablemente a la vez que estimula su escritura. Todo esta apariencia de nueve novelas y media, de exaltación de las cosas al tiempo que de las lecturas, ambas como adornos de una persona que se disuelve en el vacío cotidiano. Así la lencería y los libros toman protagonismo frente a la repuesta, esperada y deseada pero nunca realizada,humana y personal. Algo similar pasa con el encuentro sexual de los protagonistas, el deseo se mitifica como fetichismo sustituyendo al sexo. Al final nos quedamos con la insatisfacción de comprobar como las soledades singuen siendo soledades, cada vez más inevitables, y como ,ni siquiera, son mitigadas por el sexo.
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